Escribe Comité Editorial (sobre la base de un informe de Joaquín Antúnez)
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El Frente de Izquierda - Unidad organizó, el pasado 31, un debate público en Unione e Benevolenza. Cada expositor contó con 15 minutos para presentar la posición y otros 10 para la polémica. El debate fue transmitido por streaming. En estos cien días de guerra, el FIT-U no elaboró un planteo común, ni utilizó el Congreso para denunciar su carácter y avanzar en una acción internacional. IS y el MST, por separado, manifestaron frente a la embajada rusa para apoyar lo que llaman la “resistencia” ucraniana.
Los tres ejes en los cuales transcurrió el debate fueron el carácter de la presente guerra, el lugar de Rusia en la política y economía mundiales y la “táctica” a seguir.
Christian Castillo (PTS) señaló, al abrir el debate, que “la época de guerra, crisis y revoluciones se ha actualizado”, sin especificar qué significa esto, en especial en cuanto a “las revoluciones”. Porque es obvio que hay una guerra, que hay crisis, pero que no hay -todavía- revoluciones como respuesta a la guerra. Castillo tampoco llamó a responder a la guerra con una política y métodos revolucionarios, porque para ello debía haber planteado derrocar a los gobiernos envueltos en la guerra – los de la OTAN, el de Ucrania y Putin.
Destacó que la peculiaridad de esta guerra es que “se encuentra involucrada la segunda potencia militar del mundo”, en referencia a Rusia. La OTAN, asegura, juega, en cambio, un papel indirecto. Define de este modo el apoyo que la OTAN da a Ucrania mediante la provisión de armas de última generación por decenas de miles de millones de dólares; el entrenamiento de las fuerzas armadas de Ucrania; el desarrollo del sistema de comunicaciones de Ucrania por medio de satélites norteamericanos (Starlink); el hundimiento de naves rusas detectados por radares norteamericanos, la activación de las bases militares en los países que rodean a Rusia, y las que se encuentran en Francia y Alemania; el ingreso de Finlandia y Suecia a la OTAN; la exclusión de Rusia, y de los Estados que comercien con ella, del sistema financiero mundial (lo que equivale a una declaración formal de guerra); y el anuncio, por parte de Biden, que el objetivo estratégico de la guerra, nada menos, es el “cambio de régimen” en Moscú, o sea el despedazamiento de la Federación Rusa. La guerra actual ha sido preparada en forma sistemática, en especial por parte de Estados Unidos, para algunos desde 2009, para otros desde 2014, cuando fue derrocado el último gobierno pro-ruso, electo dos años antes.
Para Castillo la guerra es un conflicto de carácter local, a pesar de que “actualiza” una “época de guerras” – se supone que locales. Esta guerra local podría concluir, especuló, con el retiro de las tropas rusas y con el retiro de la OTAN de Europa del Este. Es decir, con una victoria de Putin, porque un retiro de la OTAN de la frontera con Rusia no figura en las carpetas de ningún estado mayor de la región.
Castillo añadió que la restauración capitalista en Rusia ha sido completada, aunque no desarrolló lo que quería decir. Uno debiera suponer que la guerra es una prueba de que esa restauración no ha sido completada tal como la entienden los campos en guerra. Pareciera que la OTAN la quisiera completar de un modo diferente a como la entiende la oligarquía rusa, por ejemplo, en cuanto atañe a la privatización de las numerosísimas empresas estatales que aún prevalecen en Rusia – en petróleo, gas, uranio, energía atómica, y con relación a los países turcomanos, musulmanes y rusos que aun giran en la órbita de Moscú. Para Castillo no hay tercera guerra mundial ni con carácter potencial. La humanidad puede descansar tranquila – la guerra en curso no es más que un fuego de artificio.
“Ni con Zelensky ni con la OTAN”, dice Castillo. Esta posición, que se emparenta con la del PO (oficial), revela una caracterización ‘geopolítica’ de la guerra. Pero no es así. Esta guerra internacional es una catástrofe humanitaria, consecuencia de un capitalismo históricamente en decadencia. No es un fenómeno político, sino histórico y social. Hay que estar “contra” Zelensky, “contra” la OTAN y “contra” Putin. Es necesario convertir una guerra imperialista en una guerra civil contra el capital y cada uno de sus gobiernos, en especial el gobierno del propio país. Castillo plantea “apostar” (sic) al “ingreso del proletariado para cambiar la tendencia reaccionaria impuesta por la guerra”. Pero no ha llevado adelante esta apuesta en su propio país, Argentina, como para llamar la atención de los trabajadores con una declaración al Congreso, que llame a todos los pueblos a levantarse contra la guerra y el hambre y por un gobierno internacional de trabajadores. En lugar de esto, Castillo celebró “que todos los partidos del FITU coincidimos en denunciar la invasión rusa”, sin la menor mención de la OTAN – el verdadero promotor de esta guerra.
Castillo también introdujo un fuerte cambio en los planteos del PTS, pues dejó de lado la consigna por una Ucrania independiente, y socialista, a la que en su momento calificó de “radical” (aunque olvidó la palabra “única” o “unida”, sin entrega de territorios). Sin embargo, el derrocamiento de los gobiernos de la OTAN, de un lado, y de Putin, del otro, debe llevar a una Ucrania unida, independiente y socialista, integrada a una República mundial de trabajadores.
Para Sorans (IS), sin embargo, la coincidencia en la denuncia de “la invasión de Rusia” no es suficiente. Para su corriente, dijo, la guerra es una “guerra justa” de parte del pueblo ucraniano, por tratarse de la defensa de un “país semicolonial agredido por un país imperialista”. Es, entonces, decimos, una guerra revolucionaria. Proclamó su apoyo a la resistencia ucraniana “sin apoyar a Zelensky y diciendo no a la OTAN”, pero enseguida denunció a la OTAN por no armar lo suficiente a Ucrania, incluida la provisión de armamento nuclear. Después del argentino José Posadas y del chino Mao Tse-tung, Sorans se ha sumado a la corta fila de quienes promueven “la guerra nuclear revolucionaria”.
Según Sorans, la OTAN no está involucrada en ninguna guerra con Rusia: la guerra es de Ucrania contra Rusia, punto. Pero la OTAN es el protagonista fundamental de esta guerra. La autonomía nacional de Ucrania ha quedado, en estas condiciones, relegada a los márgenes. El dirigente de IS arrimó otra perlita, a saber que Rusia es un estado imperialista “por la enorme potencia militar que posee”. Sería, entonces, un estado imperialista sin la base económica del imperialismo moderno En estas condiciones, la dominación por medio de las armas es un espejismo, o un puente hacia la dominación de una potencia capitalista real. En las condiciones de la restauración capitalista, Rusia marcha en una de dos direcciones: la desintegración nacional o la transformación en un estado dependiente. La disolución de la Unión Soviética ha sido el gran paso hacia la disolución nacional, que, a término, Putin, la oligarquía rusa y los servicios de seguridad no podrán revertir. La reunificación del espacio soviético por parte de la oligarquía de Rusia es una fantasía reaccionaria.
Sorans acusó al PTS de ´neutralista´ y al PO de ofrecer un apoyo crítico a Putin. La “guerra justa” de IS es protagonizada por Zelensky, un agente de un sector de la oligarquía de Ucrania y la OTAN. La comparación de la guerra en Ucrania con la guerra civil española, como hace Sorans, es por un lado curiosa. Pone en el centro del conflicto a las milicias separatistas de Donetsk, no a las fuerzas armadas rusas, violentando su propia caracterización. En segundo lugar, deforma el carácter de la revolución española, cuyo eje fue precisamente una guerra civil, no solamente entre la república y el franquismo, sino entre el proletariado y la burguesía republicana. Precisamente por esto, las potencias imperialistas ´democráticas´ se pusieron en modo “neutral”. En Ucrania, por el contrario, hay una causa nacional que la OTAN ha usado y aprovechado para librar una guerra imperialista contra Rusia. El barullo de Sorans es de tal tamaño que luego de caracterizar a Ucrania como un país semicolonial, o sea bajo la tutela del capital financiero y el FMI, convoca a echar a las tropas de Putin, para alcanzar la independencia.
Garcia, del MST coincidió con Sorans - “una potencia imperialista está atacando a un país semi-colonial”. En el conflicto, señaló también, existen “responsabilidades compartidas entre Rusia y la OTAN”, para concluir que “tenemos que ser vanguardia en la lucha contra Rusia” – como ´primera línea´ del imperialismo. García justificó que el MST esté con Ucrania “porque así lo pide la clase obrera ucraniana”. Pero enseguida trastabilló, porque dijo estar en favor “de la autodeterminación de Ucrania, el Donbass y Crimea”. Dos autodeterminaciones en una misma nación, viola el derecho a la autodeterminación nacional y al sentido común.
A su turno, Giachello (PO) comenzó distanciándose de sus predecesores en el uso de la palabra. Declaró que esta “es una guerra de la OTAN contra Rusia”. El involucramiento de la OTAN es total, dijo, y acusó al imperialismo yanqui de manejar los hilos de esta guerra detrás la fachada de Ucrania y Zelensky. Acusó al MST e IS de “equivocarse siempre para el mismo lado”, en alusión al apoyo que han dado a todas las movilizaciones reaccionarias y guerras – desde Siria, la ex Yugoslavia y hasta Venezuela, incluida la rebelión “del campo” contra la resolución 125 en Argentina. Sorprendió con la afirmación de que es “mejor solo que mal acompañado”, a pocos meses de la celebración de la “tercera fuerza” y de los actos del FIT-U del 1° de Mayo, cuando la invasión a Ucrania había pasado del mes entero; ni hablemos del presencialismo escolar y laboral en pandemia. El PO oficial ha proclamado a los cuatro vientos al FITU como una ´excepción revolucionaria mundial´.
La afirmación de “la guerra de la OTAN contra Rusia” es correcta, pero con una poderosa salvedad. La invasión de Ucrania y la guerra de Putin es reaccionaria y contrarrevolucionaria. El PO (oficial), muy diligente en presentar un proyecto de ley que grave “la riqueza”, ha hecho mutis a la hora de presentar al Congreso una declaración contra la guerra imperialista, que desenmascare a la OTAN y a la oligarquía del Kremlin, y llame a una acción internacional del proletariado. Las consignas del aparato del PO, en esta guerra, carecen de contenido. Unos y otros han evitado acciones públicas acerca de la guerra para evitar indisponerse con el electorado, sea el ´liberal´ pro-OTAN, o el ´nacional y popular´, pro Putin.
En medio de las deserciones crecientes entre las tropas rusas y el comienzo de desmoralización de las ucranianas, la consigna “soldados y trabajadores de Ucrania y de Rusia unámonos y desviemos las armas contra la OTAN y contra Putin”, no ha sido levantada por ningún ´trotskista´, sea de Argentina y de otra parte. Intelectualmente, han sido atrapados por el discurso ´geopolítico´, un discurso reaccionario que divide al mundo entre estados en conflicto, en oposición a la gran ´división´ histórica – capitalistas y proletarios, la dictadura del capital o la dictadura del proletariado.