Venezuela: se rompieron todos los acuerdos

Escribe Comité Editorial

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Seguramente es una analogía banal, pero la reacción de los principales gobiernos latinoamericanos, el de Estados Unidos y la oposición política local al anuncio de la victoria de Nicolás Maduro, el dos veces reelecto presidente de Venezuela, por el Comité Nacional Electoral, ha sido pedir el VAR, o sea, las actas del voto impreso que complementa aleatoriamente los resultados del sufragio electrónico. De acuerdo a la Plataforma de la Unidad Democrática, la coalición opositora de derecha, las actas que se encuentran en su poder le otorgan una victoria de 70 a 25 sobre el oficialismo. En el reclamo se han unido especialmente las cancillerías de Brasil, Colombia y Estados Unidos, que han dado la espalda por el momento a los gobiernos que denuncian el resultado encabezados por el chileno Boric, al frente de la derecha política de la región. Se ha abierto un período de crisis, quizás no tan largo, relativamente, al creado en el partido que Argentina perdió con Marruecos, en los Juegos Olímpicos, luego de los anuncios que habían consagrado un empate. El reconocimiento del triunfo del oficialismo por parte de Rusia, China, Irán, Cuba y algunos otros países no cambia el escenario, porque ninguno de ellos pretende iniciar un conflicto internacional por Venezuela, como lo han hecho saber especialmente Rusia y China. Los acuerdos entre Pekín y Washington sobre este asunto superan, en el corto plazo, a sus confrontaciones estratégicas.

La situación que se ha creado contrasta con el debate preelectoral, cuya incógnita era cómo reaccionaría el Gobierno ante una derrota electoral y el papel que desempeñaría el ejército en lo que se caracterizaba como una transición política entre un gobierno de la oposición y el resto de las instituciones, todas oficialistas. La líder opositora renovó el lunes la invitación a ese pacto político al destacar la necesidad de defender el “clima de paz” que había presidido los comicios. En las horas previas, cuando apenas se habían cerrado las mesas de votación, el jefe del Ejército, Vladimir Padrino, se había adelantado a María Corina Machado, cuando advirtió que la defensa de esa “paz” estaría a cargo de las Fuerzas Armadas. Es claro, al final, que las elecciones, incapaces de resolver la crisis explosiva que atraviesa Venezuela, la han agravado aún más.

Varios estudiosos del padrón electoral habían advertido acerca de las condiciones en las que el oficialismo podía triunfar, a despecho del relato de una victoria ineluctable de la oposición derechista. Para que eso ocurriera, la asistencia a las urnas debía ser inferior a los once millones de personas, que en gran parte obedecería a la población que abandonó el país (entre siete y ocho millones). El Gobierno se encargó entonces de privarla del voto en el exterior. A ese faltante se añadió una abstención del 35/40 por ciento. Esta detracción de votantes habría afectado fundamentalmente a la oposición y podría explicar una victoria oficial prematuramente descartada. En esa construcción de los resultados no hay nada de democrático y mucho menos en el uso exclusivo de los medios de comunicación, excepto las redes alternativas. La ineluctabilidad de un triunfo opositor fue construida sobre un relato interesado, que de todos modos ha explotado el nivel de destrucción económica y social que ha dejado el oficialismo. Las sanciones aplicadas por el gobierno norteamericano a Venezuela ha producido grandes daños, pero mayores incluso han sido los de la corrupción oficial, al punto de haber destruido a su principal empresa estatal, PDVSA. Hasta el día de hoy los acreedores extranjeros han evitado la cláusula que los habilita a declarar el default en Venezuela, esto a partir de un acuerdo con el exgobierno de Trump. Maduro ha dolarizado la economía venezolana como no lo podría hacer Milei –sin financiación externa ni reservas internacionales, a fuerza de un ajuste interminable y una hiperinflación de cuatro años-. La caída del PBI ha sido superior al 80 por ciento. La dolarización “endógena” de Maduro y su Banco Central convirtió en polvo los salarios y jubilaciones en moneda nacional, el bolívar.

Las masas de Venezuela han quedado entre la espada y la pared. Un triunfo opositor no les brinda una salida, incluso si el gran trabajo sucio lo ha hecho el oficialismo. La reapertura del comercio y los negocios habilitada por la dolarización endógena se ha agotado. Para conseguir financiamiento Venezuela deberá, antes, reconstruir sus reservas internacionales también endógenamente, o sea, mediante un régimen de austeridad permanente; el hipotecamiento de sus reservas petroleras podrá servir para negociados puntuales, no para la reconstrucción de la infraestructura y la economía en su conjunto. En esta situación, hasta el Wall Street Journal tuvo que admitir que “ejecutivos de compañías petroleras norteamericanas y acreedores de Wall Street (la Bolsa de Estados Unidos) prefieren al presidente Maduro como garantía de estabilidad y de ganancias” (25.7). Maduro devolvió la gentileza: “Garantizamos estabilidad legal, seguridad, paz y relaciones de ganancias mutuas”.

Venezuela no es, en esta crisis, una excepción regional. Al revés, es ‘el canario en la mina’ que anticipa explosiones y derrumbes. El chileno Kast, la cohorte colombiana de Uribe, el brasileño Bolsonaro, son otras tantas manifestaciones de una salida ultraderechista y ultraajustadora a la crisis de la mayor parte de América Latina, ante el derrumbe espectacular del "espacio bolivariano" frente a la crisis a repetición en estos países que tienen deudas públicas impagables y fuga de capitales.

En Venezuela, como en Argentina por otra parte, la estatización de las organizaciones sindicales -profundizada por el chavismo y el kirchnerismo- han operado como jaulas de secuestro de la clase obrera. Luego de un breve ascenso, entre 2002/10, el férreo control del chavismo y de la izquierda que le hizo de segundo violín marginó al proletariado de Venezuela de un protagonismo histórico independiente, “polarizando” al país entre enemigos de clase.

Esta es la enseñanza más importante de toda la crisis.

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Elecciones en Venezuela: las alternativas políticas a la derrota de PSUV y de Nicolás Maduro Por El Be, 19/07/2024.

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