Escribe Jorge Altamira
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La crisis venezolana ha repercutido como nunca con anterioridad en el conjunto de América Latina y en cada país por separado, e incluso ha fragmentado a varios partidos políticos –los más destacados, el PT de Brasil y el kirchnerismo. Venezuela ha concentrado, como en un microcosmos, todas las contradicciones explosivas que atraviesan el continente. De un lado, la presión norteamericana para atar a América Latina a la cadena de producción del imperialismo en el marco de una guerra mundial que se amplía sin tregua (como se manifiesta en la extensión, por parte del sionismo, de la guerra palestina a Irán). Es un terreno explosivo de los choques entre la OTAN y Estados Unidos, de un lado, con China, que ya es el primero o segundo socio comercial y financiero en varios países; lo mismo, en el orden militar, con Rusia. América Latina se encuentra de conjunto en una situación de default, que está a la espera de una crisis financiera internacional para que estalle con toda la furia. La ultra derecha latinoamericana no es más que un agente del capitalismo internacional, que ha visto en la bancarrota de chavistas, lulistas y kirchneristas la oportunidad de imponer una hegemonía política que, en el pasado, era sinónimo de pinochetismo, videlismo y fujimorista, pero que ha elegido ahora el disfraz de la democracia. Que el madurismo haya pasado de la arbitrariedad política y la manipulación al desconocimiento directo de una elección popular que tuvo lugar bajo su propia tutela, y de la nacionalización de la economía al ajuste violento y a la dolarización, marca el grado alcanzado de su descomposición. Birlar una consulta popular no es nunca un método de lucha contra el imperialismo. Haber ganado una elección, en el marco de una catástrofe, no convierte en demócratas a profesionales de las masacres contra el pueblo y el golpismo, y a propiciadores abiertos de una invasión del Comando Sur del Pentágono contra su propio país. En definitiva, la crisis venezolana es internacional y se encuentra al borde de una guerra civil, que podría extenderse más allá de sus fronteras.
La crisis había alineado tres bloques internacionales. Uno de derecha, bajo la batuta de Trump (en la que reviste obviamente Milei) que exige el repudio al fraude y el reconocimiento de la victoria de la derecha. En definitiva, el derrocamiento del gobierno oficial. En el otro polo, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Honduras saludan el triunfo de Maduro y defienden el status quo con el respaldo de Rusia, China e Irán. El tercer bloque, bajo el manto de un reclamo engañoso -que se exhiban las actas de la votación- han buscado una partida ‘pacífica’ del gobierno. Ayer, en una reunión de la OEA, este último bloque se ha roto, en principio. La derecha se escondió detrás del reclamo de exhibir las actas para obligar a López Obrador, Lula y Petro a votar junto con ella; EE.UU. se plegó a la maniobra. Quedó expuesto que el pedido de que se muestren las actas era una contraseña para negociar con el régimen, o sea que obligaba a la oposición supuestamente ganadora a poner en paréntesis su victoria. Después de la reunión de la OEA la crisis se ha agravado y el trío de la salida ‘pacífica’ perdió su red de seguridad y la precaria alianza con Estados Unidos.
El kirchnerismo y sus aliados demoraron en fijar una posición para no quedar atrapados en el callejón sin salida del bloque ‘bolivariano’ y en el juego ficticio de la negociación, que tenía entre sus miembros a los norteamericanos. Dentro del kirchnerismo los choques son abiertos; tomó conciencia de que el asunto no es democracia vs. dictadura, ni tampoco patria o muerte, sino una crisis para la que no tiene una salida. Sergio Massa se tomó tres días para romper lanzas con el kirchnerismo y denunciar las “irregularidades” de Maduro –un paso hacia Milei. La Cámpora también está partida por el medio. La derecha del peronismo y la burocracia de la CGT ya están lanzados a aprovechar estos acontecimientos para poner fin a la era kirchnerista y ‘volver al peronismo de Perón’, incluso a un frente con Milei.
El FIT-U se ha plegado a la exigencia de ´transparencia´ electoral a Maduro. Es lo que ha venido haciendo desde la disolución de la URSS y la quiebra de Yugoslavia, al apoyar a todos los movimientos armados por el imperialismo norteamericano y europeo, que impulsaban, con las consignas de la democracia formal, la recolonización capitalista de todo el ex espacio dominado por la burocracia de la URSS. El PTS, como es habitual en los conversos, se enganchó con el tema de la democracia con entusiasmo: “Somos solidarios con las movilizaciones y comprendemos plenamente la rabia expresada con la demanda de que se cumpla la voluntad expresada por la mayoría del pueblo en los votos. Exigimos que cese el fraude, que el gobierno dé acceso como debe ser a todos los datos, actas y vías de auditoría”. O sea, que gobierne la Milei venezolana. El PTS comete la torpeza de cargarse encima los fraudes y violencias del madurismo para justificar un alineamiento ultraderechista. Es lo que hace también en Ucrania. Caracteriza las crisis por las etiquetas que le pone el imperialismo a esas crisis y para ello hace abstracción de la crisis mundial, de la lucha de clases y de la guerra entre potencias imperialistas y opresoras. El PTS promueve la ´transparencia electoral´ de la mano del imperialismo, a pesar de que califica a la derecha de golpista y la acusa de no presentar un programa muy diferente al de Maduro. El PTS suena fuerte en los ‘considerandos’, pero su posición real está en la resolución. Una resolución política cuartainternacionalista debe caracterizar a la crisis como lo que es: una explotación del derrumbe del régimen por parte del imperialismo; al fraude electoral como una acción desesperada de un régimen capitalista y anti-obrero moribundo, que arrastra a los trabajadores a una catástrofe mayor; la necesidad de unir a las fuerzas obreras para movilizarse contra la ultraderecha y contra la guerra civil que planea sobre Venezuela desde hace tiempo; y la convocatoria a renovar los esfuerzos por organizar al proletariado en forma independiente.
En el caso del MST e IS, dos furiosas corrientes ex chavistas, que han abrazado la causa bolivariana, ahora abrazan la de la democracia, ignorando que las elecciones recientes han sido el fruto de un pacto entre Maduro y Biden -el acuerdo de Barbados- y no una conquista de la lucha independiente de las masas. Para Marea Socialista (MST): “A partir del reclamo con el que sale hoy el pueblo a la calle, por las libertades democráticas y el respeto a su voto, sigamos acumulando fuerzas en la lucha por nuestros derechos, con unidad, conciencia e independencia de clase”. La movilización que impulsa y organiza la derecha, con su propio programa ‘libertario’, es presentada como una transición a una acción histórica independiente, algo así como una revolución de febrero (de 1917) que lleva, con una política justa, a una revolución de octubre. Es increíble que una organización de izquierda venezolana no haya advertido el fenomenal retroceso de conciencia, organización e independencia de los trabajadores de su país. El MST viene repitiendo esta liturgia desde hace más de medio siglo. El MST venezolano propone “acumular fuerzas” bajo las faldas de Machado. Para IS: “En rueda de prensa realizada ayer martes, María Corina Machado y Edmundo González no llamaron a profundizar la movilización, apenas mencionaron las protestas que se están produciendo en el país (...) Solo con la movilización amplia y unitaria (UNITARIA CON MACHADO) se podrá derrotar al gobierno de Maduro y el fraude que intenta imponer para perpetuarse en el poder y seguir aplicando su ajuste capitalista en connivencia con importantes sectores empresariales y transnacionales, escondiéndose detrás de un falso discurso socialista”.
Por último, el comité ejecutivo del aparato del Partido Obrero fijó posición con una declaración oficial conocida el día miércoles. Es un caso abusivo de “SI-JORGISMO”, a cinco años de la expulsión de la Tendencia del Partido Obrero. Escriben los si-jorgistas: ”Su denuncia del colapso del Acuerdo de Barbados, la ´dolarizacón endógena´ promovida por Maduro, el carácter golpista de la oposición, las tentativas de golpes y autogolpes como salida a la crisis, entre otros” (Prensa Obrera, 31/7), son un plagio LITERAL de artículos de Altamira escritos el 29 y 30 de julio. Pero como todo plagio, siempre se trata de una versión desmejorada del original, en cuanto señala que “por el momento (sic) ninguno de ambos bandos [Maduro y Machado-González] han presentado la totalidad de las actas para acreditar realmente un resultado”. Al final, era una cuestión de actas -haberlo dicho de entrada. El aparato del PO es una versión empobrecida del FITU.
Venezuela: se rompieron todos los acuerdos Por Comité Editorial, 29/07/2024.