Nota de tapa de Política Obrera edición impresa N°103.
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Milei representa el asalto al poder de las grandes corporaciones.
Fue lo que reconoció, no por primera vez, ante las grandes patronales de la Unión Industrial: el “achique del Estado” no es otra cosa que destruir el sistema jubilatorio, rifar las empresas públicas y poner un tope a los salarios, como enseguida lo anunció el gestor de fondos privados, Luis Caputo, ministro de Economía.
La catástrofe económica y social tiene un beneficiario – la clase capitalista y por sobre todo los bancos y fondos financieros acreedores de la deuda pública.
Para ejecutar esta sangría, Milei tiene los votos del Congreso, que sancionó la ley bases y mantiene vigente el mega DNU/70. El conflicto por las jubilaciones obedece a un aumento de 15 mil pesos por mes, equivalente a dos kilos de tapa de asado.
El escenario es muy claro: aumento descomunal del transporte; eliminación de las indemnizaciones por despido; vaciamiento del sistema universitario público y la educación estatal; encarecimiento extremo de los servicios de salud y comienzo de la destrucción del PAMI; cese de la construcción de viviendas populares y piedra libre a la suba de alquileres.
Esta es la salida del capital, no de los trabajadores: reducción del impuesto a los bienes personales y monumental subsidio a las inversiones en litio, cobre, gas.
Pero ¿es realmente una ‘salida’?
Según Domingo Cavallo y el FMI, no. Si el gestor Caputo no procede a la eliminación del cepo, dicen, para que las grandes empresas puedan llevar sus ganancias al exterior, y a una devaluación del peso, Argentina entraría inevitablemente en default, o sea a otro golpe de estado económico, que se sumaría al perpetrado en diciembre pasado.
Pero volver a devaluar el peso es también una ‘salida’ catastrófica.
El gobierno de Milei sigue en pie por la colaboración que le prestan todos los aparatos políticos del país – desde el Congreso y sus partidos, los medios de comunicación, la Iglesia y por sobre todo el aparato sindical. En un gobierno que se reivindica ‘libertario’, sus principales recursos de poder son las “conciliaciones obligatorias” que las burocracias aceptan como un rescate para ellas mismas, y la policía, el gas pimienta y el espionaje.
A través de la lucha, los trabajadores desenvuelven su experiencia acerca de este gobierno reaccionario y sus colaboradores ‘democráticos’ y se encaminan a superar la atomización política. Es necesario convertir a cada lucha en una palanca para desarrollar organizaciones de clase independientes, que darán sustento de masa a la consigna: Abajo el gobierno que llena “los bolsillos” de las grandes patronales.