Escribe Comité Editorial
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Javier Milei subió al podio de la Asamblea de las Naciones Unidas para acompañar una situación internacional catastrófica con un discurso catastrofista. Expuso una variante de los diversos discursos fascistas que tienen circulación a nivel internacional. Anunció un ”fin de ciclo”, la necesidad de acabar con la existencia de organizaciones supranacionales, como la ONU misma, y propuso una cruzada internacional para imponer la agenda de ‘la libertad’ contra el socialismo y el colectivismo. La oportunidad política del planteo es cuando se desarrolla una guerra mundial en Europa y Medio Oriente, que demuestra, precisamente, que la función mediadora de las Naciones Unidos se encuentra completamente agotada, si es que alguna vez tuvo vigencia. El argentino convocó sencillamente a la victoria de la OTAN en Ucrania y del sionismo en Palestina. Celebró a esa misma ONU en sus primeros setenta años, que calificó como un período de crecimiento económico y paz mundial, cuando las poltronas del Consejo de Seguridad eran ocupadas, además de los miembros de la OTAN por el stalinismo ruso y el maoísmo chino, y se desarrollaron centenares de guerras imperialistas.
En un caso de ignorancia colosal, que los asistentes a la asamblea no tenían condiciones de advertir, proclamó el fin del neutralismo histórico de Argentina. Ningún asesor le dijo que ese neutralismo histórico fue un invento de la misma oligarquía que él reivindica, para oponerse a la doctrina Monroe, que proclamaba la hegemonía norteamericana en América Latina, en defensa de la dependencia de Argentina de Gran Bretaña. La neutralidad oligárquica fue mantenida rigurosamente hasta la llegada de la Libertadora y las sucesivas dictaduras militares, que ataron a Argentina al imperialismo yanqui y al Pentágono, y luego por Menem, que convirtió al país en miembro extra OTAN. Milei escupe contra sus próceres preferidos (Alberdi, Avellaneda, Roca) y pretende ir más lejos que los Onganía, Videla y Menem, pero por de pronto se ha cuidado de no cancelar los swaps con China, porque de hacerlo se hubiera echado encima a los sojeros y hubiera debido declarar el default. La abolición del neutralismo histórico significa que Milei pretende convertir a Argentina en una rueda auxiliar de la maquinaria económica y militar del imperialismo.
En conformidad con el credo ‘liberticida’ Milei condenó, sin mencionarlos por su nombre, a “los organismos de crédito internacionales”, mientras atesora los préstamos para obras públicas que otorgaron el BID y del Banco Mundial, para usarlos en el año electoral (Burgueño en Perfil). Caputo, a su turno, mendiga desesperado una ampliación de la deuda con el FMI. Cuando decanten las aguas de la Asamblea, todo el mundo se dará cuenta que el ‘liberticida’ argentino es un farsante.
Un aspecto absolutamente central del discurso de Milei es la defensa que hizo de la política de puertas abiertas y de contagio espontáneo con el Covid, para que la pandemia no afecte la libertad económica y social del capital contra la vida de los trabajadores. El estallido de una pandemia para la cual el capitalismo no preparó la atención de salud ni la pronta capacidad de producción de vacunas, a pesar de las advertencias, o precisamente por eso, para explotar económicamente el flagelo, provocó un derrumbe financiero del nivel de la crisis de 2007/8, que atemorizó a todos los círculos capitalistas. En el podio de la ONU Milei advirtió que las próximas pandemias que provocará inevitablemente la crisis climática, deben ser abordadas desde la defensa de lo que llama “la propiedad privada” y no de la vida. De ahí su fanática oposición a todo lo relativo a una agenda pública para atenuar la destrucción del clima, y para encararla desde el punto de vista del capital, no desde la vida de los seres humanos y la bíodiversidad.
Esta cuestión expone la otra: la ‘libertad’ que proclama Milei es la del capital sobre el trabajo, de las elites sobre las masas, del explotador contra el explotado. Este régimen social reproduce al individuo conforme a esa dominación, lo priva de su albedrío y lo somete al del capital. Milei, en la ONU, sostuvo lo contrario, mientras destruye jubilaciones y salarios y valoriza las acciones de las compañías y a los titulares de bonos de deuda extranjera. El capitalismo es el sistema más perfeccionado de “ingeniería del individuo’, porque oculta ese mecanismo en relaciones de mercado interdependientes, con el poder supletorio del Estado, de la represión estatal y del monopolio estatal de la violencia. El socialismo es la abolición de esta sujeción alienada a poderes ajenos a cada individuo. La libertad de cada uno, concluyó Carlos Marx, es la medida de la libertad de todos. Hablamos de socialismo, no de “la comunidad organizada”, un planteo fascista.
Como este periódico previó hace menos de tres días, Milei iba a la ONU a defender las guerras de la OTAN y las masacres del sionismo, y a ordenar al conjunto de la sociedad argentina detrás de la guerra mundial que propicia la OTAN.