Nota de tapa de Política Obrera N°106 edición impresa.
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El veto de Milei a la ley de financiamiento universitario fue suficiente para que el Congreso y los rectores se llamaran a cuarteles de invierno en vísperas del verano, como ya había ocurrido luego de la manifestación masiva de abril pasado.
Pero no ha ocurrido lo mismo con los estudiantes. El Censo de 2022 había mostrado que 600.000 universitarios se encontraban debajo del nivel de pobreza; con los Fernández primero y luego con la "motosierra" de Milei el número se debe haber cuadruplicado o quintuplicado. Cuando el liberticida declara que la Universidad seguirá siendo pública y sin aranceles, nos dice que seguirá la desfinanciación, el empobrecimiento de docentes y alumnos, la reducción relativa del número de graduados y la proletarización de los profesionales.
La rebelión de los estudiantes es, por lo tanto, una rebelión académica, una rebelión social y una rebelión política. Una rebelión, en primer lugar, contra el gobierno de Milei, pero también mucho más que eso: una rebelión contra el conjunto del régimen social y político. Objetivamente, claro, pero en creciente medida también subjetivamente.
La juventud estudiantil es como el canario en la boca de la mina, que anuncia un estallido.
Las tomas de facultades revelan asimismo una significativa perspicacia política. Ocurre que mientras el Gobierno y sus alcahuetes celebran la suba de la cotización de la deuda pública, tanto interna como extranjera, el default de Argentina sigue en pie. En los próximos dos años hay que amortizar billones de pesos de la primera y 50.000 millones de dólares de la segunda, con un Banco Central sin reservas. Sin billetes verdes, el superávit fiscal -en realidad, un dibujo- no sirve para nada. El estudiantado intuye -y también debe saber- que la violencia económica del Estado y del capital contra los trabajadores y la educación se va a profundizar.
Ya mismo, por de pronto, el financiamiento de la educación se vuelve a discutir en el Congreso por el Presupuesto 2025; la crisis está lejos de haberse cerrado. Los estudiantes se valen de la toma de universidades como palco de una gran agitación política dirigida a todo el país. Preparan de este modo marchas más multitudinarias, algo que siempre y en todo lugar es una de las premisas de la rebelión popular.
Llamamos a la clase obrera a recoger la experiencia de esta rebelión de la juventud para impulsar la premisa históricamente más importante de toda rebelión contra el hambre, la explotación y la miseria social, que es la huelga política de masas.