Escribe Olga Cristóbal
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La maquinaria mortífera del sionismo no se detiene. El miércoles a la noche, eran audibles los gritos de los chicos y sus madres que pedían auxilio bajo los escombros de la escuela Khaled bin Al-Walid, en el campamento de refugiados de Nuseirat, en el centro de la Franja de Gaza. El ejército israelí no dejó pasar a los equipos de rescatistas.
Esa noche, decenas fueron asesinados también en un segundo ataque, alrededor de la medianoche en Jabaliya, en el norte. Más de un centenar, muchas mujeres y niños, fueron asesinados en un bombardeo a un edificio residencial de Beit Lahia. El personal del hospital Kamal Adwan sacó los heridos y los cadáveres que pudo con sus manos. Solo les brindará primeros auxilios, no hay cirujanos ni antibióticos ni analgésicos. El día antes Israel bombardeó por enésima vez al hospital, incluidos la sala de medicamentos y el área de oxígeno, además de secuestrar a unos 50 médicos y pacientes. Hay fotos de los prisioneros, desnudos y con los ojos vendados, siendo subidos a los camiones de “la única democracia de Medio Oriente”
La Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el ex ministro de Defensa, Yoav Gallant, por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. La CPI sostiene que habían "privado intencional y conscientemente a la población civil de Gaza de objetos indispensables para su supervivencia, incluidos alimentos, agua, medicinas y suministros médicos, así como combustible y electricidad".
Efectivamente, el gobierno de Netanyahu continúa literalmente matando de inanición a los habitantes del Norte de Gaza. No los deja salir y tampoco dejan que entren alimentos ni medicación. Todo con el visto bueno de los Estados Unidos y los “demócratas” de la Unión Europea. Los mismos que confundieron a las hordas del Maccabi de Tel Aviv con víctimas de un pogromo en Ámsterdam cuando los holandeses le pararon en carro. Ni pestañean ante la utilización de la hambruna como arma de guerra. Cuando se calcule el número de asesinados por hambre, serán decenas de miles, dice Naciones Unidas que, sin embargo, no ha expulsado al estado de Israel.
Asesinado por hambre no es una exageración: hasta octubre del año pasado, a pesar del bloqueo, de los cortes de luz y agua decididos desde Tel Aviv, a pesar de los puestos del ejército que dificultaban el acceso a los hospitales, en la Franja de Gaza los niveles de desnutrición aguda eran inferiores al 1% y la mortalidad general era sólo una cuarta parte de las tasas habituales en países como Somalia y Sudán del Sur.
“Producto del bloqueo, muchos niños tenían carencias de micronutrientes, pero pocos tenían un peso inferior al normal. Después del 7 de octubre, los indicadores de crisis alimentaria aguda se precipitaron por un precipicio, con una rapidez sin precedentes”, afirma el blog Euronics.
En las últimas semanas a la prohibición del ingreso de la ayuda humanitaria se suma la irrupción cada vez más frecuente de bandas armadas que, cuando los camiones logran pasar, les cobran peaje a los conductores para que puedan avanzar. O directamente asaltan los camiones.
Este fin de semana hombres enmascarados asaltaron un convoy de más de 100 camiones, el mayor robo hasta la fecha, según informó la agencia de la ONU para los refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés).
Hay fuertes indicios de que los delincuentes actúan con el aval de Israel: el convoy asaltado debía entrar a Gaza el domingo, pero el ejército le ordenó salir en la mañana del sábado, con poca antelación y a través de una ruta desconocida, según detalló el portavoz del secretario general de la ONU, Stéphane Dujarric.
El ataque ocurrió apenas los 109 camiones entraron en el sur de Gaza. 97 vehículos fueron detenidos por los delincuentes y los conductores -muchos están desaparecidos- fueron forzados a descargar la ayuda. Solo 11 camiones llegaron a destino.
Los medios occidentales describieron estos sucesos como “una situación caótica” y “la ruptura de toda autoridad” en la Franja.
Sin embargo, el Ministerio del Interior de Gaza, controlado por Hamás, informó que su personal de seguridad mató a más de 20 integrantes de las bandas implicadas en el saqueo, según Reuters. La operación se llevó a cabo en colaboración con "comités tribales", la misma red de clanes familiares tradicionales que infructuosamente los sionistas han tratado de cooptar.
En marzo, Israel intentó debilitar el ascendiente de Hamas sobre la población gazatí arrebatándole la custodia de los camiones, cuyo contenido distribuía la UNRWA. Para ello Israel asesinó a choferes y custodios e intentó transferir la distribución de alimentos a clanes tribales gazatíes. La maniobra fracasó porque los clanes no se plegaron a colaborar con los genocidas.
Otra intentona fue armar una distribución bajo su control en detrimento de la UNRWA. Para eso apelaron a permitir el ingreso de un cordón humanitario que partía desde Chipre e ingresaba a Gaza por el mar.
La estratagema se vio frustrada porque en abril ellos mismos mataron “inadvertidamente” a siete voluntarios de World Central Kitchen (WCK) bombardeando un convoy claramente identificado. "El equipo de WCK viajaba en una zona desescalada, con autorización del ejército, en dos vehículos blindados con el logo", precisó un comunicado de la organización. Tras el ataque, varios barcos con ayuda humanitaria internacional decidieron alejarse de la zona.
El surgimiento de estas bandas capaces de ejecutar grandes saqueos “plantea dudas sobre la actuación y las intenciones del ejército israelí, que a efectos prácticos controla todo el territorio” -puntualiza el diario El País-.
La zona en la que actúan, en el sudeste de la Franja, se encuentra “cerca de puntos con presencia de tropas israelíes, que en el último año se han mostrado mucho más contundentes a la hora de atacar a agentes del orden público que a frenar bandas criminales”. Israel les ofrece una zona liberada.
“Permítanme poner la situación del pueblo palestino, tal y como es ahora, en nuestras mentes. En Gaza, durante 401 días, hemos visto cómo los constantes bombardeos, disparos y fuego de artillería de Israel no perdonan nada ni a nadie. La guerra ha mostrado su cara más despiadada. Bombardeos indiscriminados a gran escala; el uso de sistemas de selección de objetivos basados en inteligencia artificial; la vigilancia constante de drones no tripulados; francotiradores que disparan a la gente mientras compran en los mercados, recogen agua, buscan ayuda médica o incluso mientras duermen en tiendas de campaña; soldados acantonados en tanques que atacan a civiles desarmados. Quemados vivos; abandonados a una muerte agonizante y lenta bajo los escombros; generaciones enteras de familias, hacinadas en hogares que son bombardeados y arrasados en un solo instante; hospitales y campos de refugiados convertidos ahora en cementerios, llenos de periodistas, estudiantes, médicos, enfermeras, personas con discapacidad, que una vez habitaron estas tierras ahora diezmadas».
La descripción es de Francesca Albanese, una jurista de renombre internacional y relatora de derechos humanos de Naciones Unidas. Israel ha prohibido su entrada a los territorios ocupados y reclamó que se le prohíba ingresar a los campus universitarios de Estados Unidos y Europa.