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El desenlace provisorio del caso del senador Kueider ha desatado una crisis política de alcance abierto. Pocas horas antes de la sesión que signó el destino de Kueider, las posiciones de los diferentes bloques anticipaban un impasse: el kirchnerismo impulsaba una expulsión que le permitiría sumar a una senadora de la Cámpora, pero no contaba con los votos necesarios; el macrismo y los radicales, por su parte, irían por una suspensión que el kirchnerismo tampoco iba a acompañar. Así, la banca de Kueider quedaría indemne, y el senador valijero podía reclamar que sólo se tratara su “pedido de licencia”.
Quien quebró este empantanamiento fue la jueza Sandra Arroyo Salgado, una conspicua integrante de la derecha judicial, que aceleró los pasos para disponer una orden de captura -y el consiguiente desafuero- contra Kueider apenas unas horas antes de la sesión. En esas condiciones, dejar indemne a Kueider abría las puertas a un escándalo político y a una caja de Pandora que los senadores oficialistas, macristas y radicales buscaron evitar. La decisión de todos ellos de votar la iniciativa de los K a favor de la expulsión fue después atacada por Macri y por Milei, mostrando un nivel de extraordinaria desintegración política en el gobierno libertario y sus aliados. Milei acusó a Villarruel de haber habilitado el camino al contubernio que votó la destitución de Kueider. La Nación, sin embargo, presenta otra versión: la vicepresidenta convocó a los opositores para tratar de dilatar o postergar la sesión, pero los jefes de bloque, o rechazaron su pedido o directamente la ignoraron. Los senadores, sencillamente, salieron a rescatar su pellejo, a pesar de las “recomendaciones” de sus jefes.
Aunque los senadores votaron por la expulsión para evitar el escalamiento de los hechos, la crisis podría terminar agravándose, precisamente como resultado de lo ocurrido en el Senado. Con Kueider arrojado al basurero, nadie sabe qué carpetazos podría rebolear el exsenador en represalia contra los que lo expulsaron. Ese escenario, en parte, ya está servido, porque Ritondo -figura clave de los acuerdos que permitieron habilitar los vetos y decretazos libertarios- acaba de ser asociado a un damero de empresas off shore en el exterior. Las causas de enriquecimiento ilícito, según informan los diarios, envolverían a los dos tercios de los senadores. El régimen que aprobó la Ley Bases y bendijo los DNUs de Milei se encuentra flojo de papeles.
Conciente de ello, Milei ha salido a cuestionar por ilegítima a la sesión del Senado, con la excusa de que Villarruel no debió encabezarla cuando le correspondía estar a cargo de la presidencia. Santiago Caputo, el “padrino” de Kueider -o mejor dicho, de los dólares de su mochila- adelantó esta impugnación a la sesión a través de X. Aunque los voceros oficiales aclararon que no impugnarán judicialmente la sesión, le han aportado a Kueider un valioso argumento para impugnarla, como ya anunció que lo haría. Al descalificar su destitución, Milei y el nene Caputo han dejado ver que sostienen el acuerdo con los Kueider, y por esa vía, con todo el entramado de corruptelas que se ha tejido para ratificar los vetos y decretazos oficiales.
El culebrón del Senado estuvo acompañado por la caída de las sesiones extraordinarias. En esas sesiones, Milei esperaba derogar las primarias obligatorias, para empujar a Macri y al PRO a ingresar “de a uno” en las listas libertarias o, en su defecto, correr por separado. Pero Macri se le ha adelantado y acaba de anunciar, entre reproches diversos, que el PRO presentará sus propias listas. Por sobre todas las cosas, la defunción de los extraordinarias implica la prolongación del presupuesto -ya prolongado- de 2024, y el entierro de todas las “peticiones de fondos” de gobernadores y de la oposición “dialoguista”. La pérdida de la mayoría circunstancial en el Senado, por un lado, y el distanciamiento con Macri, por el otro, empuja a Milei y los Caputo al gobierno por decreto, y a convertir a las elecciones de 2025 en plebiscitaria. Pero la “fuerza del cielo”, como acaba de revelarse en el Senado, es un rejunte de Kueiders y Esperts -imputado en su momento por vínculos con narcolavadores para el financiamiento de sus gastos electorales-. Como fuerza “propia”, La Libertad Avanza es un conglomerado de lúmpenes y carreristas. La gran burguesía los sostiene en mérito a la confiscación social inédita que ha perpetrado en sólo un año, y a la operación financiera especulativa que ha triplicado el valor de la deuda pública contra el Estado. Pero las alarmas están prendidas.
Un columnista político se lamentaba en estas horas que el gobierno vaya “de un tropiezo político a otro” en momentos en que “la economía marcha en alfombra roja” (Clarín 14/12). El comentarista, sin embargo, no se hace cargo de la contradicción explosiva que él mismo expone. Es que la incapacidad del gobierno libertario en consolidar un régimen político pone de manifiesto el carácter ficticio de la “estabilización económica” que celebra. A nadie escapa, y en primer lugar a sus propios beneficiarios, que el tándem Milei-Caputo no ha hecho más que agravar en forma exponencial la hipoteca de la deuda pública, a costa de una depresión económica fantástica y de una crisis social sin antecedentes. Nada de esto le ha permitido conseguir el socorro financiero por el que viene peregrinando desde hace un año, por parte del FMI o de fondos privados, y tiene por delante gravosos vencimientos de deuda.
Hace un cuarto de siglo, cuando estalló la Banelco original -con la renuncia de Chacho Alvarez a la vicepresidencia- el "establishment" lamentaba que el “ruido político” afectara las tentativas de estabilización económica que el gobierno de la Alianza ensayaba en esas horas, con Sturzenegger y Cavallo. "No la vieron”, porque aquella crisis del Senado era la antesala del estallido de la bancarrota económica y la rebelión popular del 2001. Hoy, el régimen libertario vive su propia antesala, pero en condiciones de hipotecamiento económico y de agravamiento de los antagonismos sociales muy superiores a las de entonces. Sin quererlo, los enterradores de la “casta” están guardando un lugar para sí mismos en la tumba que se pusieron a cavar. Sostienen su régimen gracias otros “Kueider” -los jefes de los sindicatos y centrales obreras, que han cerrado un pacto de hierro con el gobierno libertario-. La crisis vertebral del Senado ha mostrado el carácter precario y descompuesto del régimen de contrarrevolución social, del que dará cuenta la clase obrera con una acción histórica independiente.