Escribe Aldana González
Tiempo de lectura: 2 minutos
La mayor parte de las consultoras privadas que relevan precios minoristas anticipan un salto en la dinámica inflacionaria cercana al 3 % para diciembre, y advierten un 118 % para todo 2024, un porcentaje desmedido para un escenario recesivo de casi el 4 % anual. Se espera una suba por el aumento de la carne y las subas estacionales como las fiestas y el turismo.
En las encuestas, la principal preocupación es “no poder llegar a fin de mes”. Como ya hemos explicado, el INDEC utiliza para medir la inflación una canasta desactualizada, que no promedia correctamente la mayor parte de los gastos de servicios en el hogar (gas, luz, alquileres, expensas, impuestos inmobiliarios), salud (atención médica y remedios) y hasta transporte. Un cálculo adecuado daría una suba mensual de la canasta familiar de arriba del 5 %. La inflación es promovida por la liberación de precios y tarifas en servicios que están cartelizados y por los tarifazos que salen por decreto.
El Gobierno también alimenta la inflación con la emisión monetaria -el crecimiento de la base monetaria (billetes, depósitos en cuentas corrientes y ahorro, y en plazo fijo) alcanzó un 166 % interanual en términos nominales-. Esta base no incluye el aumento de la deuda del Tesoro a corto plazo, que el Gobierno utiliza para pagar gastos corrientes.
Las compras de dólares por parte del Banco Central explicaron la mayor parte del aumento de la base monetaria, con $18,3 billones en los últimos 12 meses y $1,5 billones en noviembre. (Infobae, 15/12). El Central contrarresta esta emisión mediante la venta de los dólares comprados, con el propósito de bajar la cotización de los dólares paralelos. Esta maniobra aumenta la venta privada de divisas, vuelve a generar emisión y sigue la rueda vendiendo lo que se ha comprado. Es una operación especulativa financiada por esa escoria que es el Estado de acuerdo a Milei. Como se ve, el cese de los llamados “adelantos transitorios” del Central al Tesoro no ha frenado la emisión de moneda. La emisión de moneda es una consecuencia inevitable del aumento del crédito y de la acumulación de capital. La novedad es que ese potencial de emisión es reprimido por el aumento estrafalario de la deuda pública, que ya supera el ciento por ciento del PBI mundial. El incremento cada vez mayor de los gastos militares para financiar la guerra mundial asegura una combinación de inflación, por una parte, y ajuste, por la otra. La política económica del Gobierno ataca a la fuerza de trabajo por todos los flancos: salarios, gastos sociales, incremento del ritmo de producción y alargamiento de la jornada de trabajo.
Como el Gobierno interviene para bajar el dólar artificialmente, la inflación en dólares duplica la del peso, haciendo que los bienes y servicios en la Argentina sean de los más caros del mundo. La amenaza de que esta valorización del peso lleve a la quiebra a empresas medianas y pequeñas ha alarmado al mandamás de Techint, quien teme por la supervivencia de las 1.200 tercerizadas que trabajan a costo menor para ese pulpo de la siderurgia. O, en otro caso, para las que sirven a las grandes compañías en Vaca Muerta.
Otra punta de la inflación son los aumentos impositivos estipulados por las provincias, que muy pronto se acomodaron a la motosierra y reemplazaron a las transferencias del Estado nacional. Se viene una onda de creación de impuestos provinciales a diferentes fases del consumo popular.
El Gobierno que se dice enemigo del Estado está utilizando todos los instrumentos de este para intervenir y seguir enriqueciendo a una burguesía planera, que sólo con la manipulación en los mercados de dólares triplicó el valor de sus tenencias de acciones y bonos.