Escribe José Barraza
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El masivo contagio de trabajadores y pacientes del Hospital Italiano, un centro de salud privado, no solamente ha agravado la situación provincial sobre la pandemia. Puso en evidencia el precario plan de salud que pomposamente había aclamado Juan Schiaretti, el gobernador de la provincia de Córdoba, por todos los medios y redes sociales. Son 96 personas: 33 corresponden a personal de salud, 21 son pacientes que se encontraban internados allí, seis son pacientes ambulatorios y 31, contactos de los casos confirmados previamente.
A la vez, el caso desmintió el acuerdo que había alcanzado el gobierno provincial con el ministro de Salud nacional Ginés González García, con la entrega de 11 respiradores y test sanitarios. Esa cantidad de respiradores no alcanzan ni siquiera a cubrir la cantidad de trabajadores de un solo hospital. En cuanto a los test e hisopados, se están realizando sobre el personal solamente cuando existe sospecha y no como una política sistemática.
Argentina se encuentra entre los países con más personal de salud contagiado por el COVID19. En el caso de Córdoba, los trabajadores deben rotar entre dos o tres hospitales para garantizar un sueldo. Incluso el policía contagiado en el Mercado Norte -donde hay 43 contagiados y se concentra una parte importante del trabajo informal y el consumo de las barriadas cordobesas- hacía adicionales en el Hospital Italiano.
Trabajadores de la salud en varios hospitales provinciales se han organizado en asamblea para reclamar al Estado provincial el aumento del presupuesto de salud, nombramientos a planta permanente de monotributistas (un 70% en algunas dependencias hospitalarias) e insumos como barbijos, alcohol y provisión de vacunas. En el caso del Hospital Italiano, como en el conjunto de las clínicas privadas, sus dueños se habían negado en un comienzo a proveer de estas demandas, incluyendo la capacitación para el uso de los trajes, lo cual fue la principal causa de los contagios. Con respecto al uso de los trajes, no solamente implica la aplicación de un protocolo específico, sino que su peso genera un desgaste en los trabajadores. Para ello, se recomienda un uso acompañado de una jornada de 6 horas y no en una guardia de 24 horas como ocurre en la gran mayoría de los establecimientos sanitarios. Es decir, plantea la incorporación de más personal para el conjunto de las dependencias hospitalarias.
Además, los trabajadores denuncian que los hisopados debieran ser realizados en el lugar de origen y no por lugar de trabajo. También exigen que los test sobre el personal se efectúen con la frecuencia necesaria que corresponde a un trabajador de alto riesgo y no ante una sospecha o tanteo por parte de los funcionarios de la cartera de salud.
Las patronales privadas, como el Hospital Italiano y la Clínica Oulton, plantean el recorte de un 10-12% de los salarios para anotarse a los subsidios que está otorgando el gobierno nacional luego del acuerdo junto a las cámaras patronales y la CGT. Tanto la Asociación de Trabajadores de la Salud Argentina (ATSA), como las ramas de salud de los sindicatos de empleados públicos (SEP) y la asociación de los trabajadores del estado (ATE) son también responsables de esta situación que afronta el personal de la salud y que se ha trasladado al conjunto de la población.
Estamos en presencia de un gobierno que prefiere mantener el esquema de subsidios a los capitalistas y el pago de la deuda provincial que colocar los recursos para enfrentar la actual crisis sanitaria. La reciente reforma jubilatoria que afecta a un sector de los trabajadores estatales es la muestra cabal de un gobierno que va por el conjunto de las conquistas obreras.
Los trabajadores de la salud deben tomar en sus manos el reclamo por la provisión de insumos, la elaboración de los protocolos sanitarios, la defensa del salario y condiciones de trabajo. Es importante dotar a las asambleas de un programa donde no solamente se discutan las reivindicaciones sino la necesidad de impulsar la coordinación por abajo entre los trabajadores privados y públicos (municipales y estatales) que supere los obstáculos y la inmovilidad de la burocracia sindical alineada al gobierno y las patronales de la salud.
Es indispensable la elaboración de un programa a partir de la formación de comités sanitarios donde el personal de la salud va a jugar un papel fundamental en la centralización de los recursos del conjunto de los hospitales bajo un comando único.
Esto coloca sobre la mesa la disyuntiva entre la salud y el trabajo frente a la deuda y el capital.