Escribe Marcelo Ramal
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Los planes de ´estabilización´ del FMI en Argentina han seguido un hilo conductor. Llegaron para rescatar planes económicos fundidos, sin poder evitar, a término, un desenlace de bancarrotas sociales y políticas. Ocurrió con el megacanje de 2001, que financió la última salida de capitales antes del derrumbe de la convertibilidad; también con el préstamo de urgencia a Macri, que rescató parcialmente a los fondos internacionales que había atraído Caputo en 2016-17 y precedió, otra vez, a la debacle política del macrismo.
El nuevo préstamo que tramitan Milei y Caputo no desmiente ese derrotero, pero tiene una singularidad: los fondos del acuerdo en puertas llegarían tarde y no serían suficientes para afrontar las contradicciones acumuladas por el plan Caputo y las bancarrotas anteriores, que dejaron un endeudamiento del orden de los 500.000 millones de dólares que el gobierno liberticida engrosó con otros 100.000 millones. La percepción de que estamos a las puertas de un acuerdo “mezquino” se puso de manifiesto en las últimas horas, cuando los especuladores obligaron al Banco Central a liquidar reservas internacionales por un monto superior a los 700 millones de dólares y los dólares financieros y paralelos se disparaban, mientras el riesgo país volvía a trepar por encima de los 750 puntos. La suba de este indicador cancela la posibilidad de nuevos préstamos para reciclar la deuda pública en dólares.
La súbita demanda de dólares se explica por un “desarme de posiciones” por parte de quienes venían especulando con colocaciones financieras en pesos cuyo rendimiento duplicaba a la tasa oficial de devaluación de la moneda (carry trade). Como estas operaciones se financiaron tomando préstamos en dólares, los especuladores se apresuran a comprar divisas para cancelarlos, ante la presunción de que la devaluación del peso podría acelerarse o incluso precipitarse. La desconfianza del capital financiero fue alimentada también por el índice de inflación de febrero -2,4%- extraordinariamente alto en relación a la tasa de interés vigente y también a la devaluación oficial. Si el carry trade ha sido el principal instrumento del gobierno para sostener un cierto flujo de divisas, su defunción constituye un golpe letal a la seudoestabilidad cambiaria del plan Caputo.
Desde hace varios meses, el FMI colocó como condición para su nuevo préstamo una alteración de la política cambiaria, que el gobierno no quiere avalar por sus consecuencias inflacionarias explosivas. Más recientemente, Caputo había asegurado que el FMI no sostenía esa exigencia devaluatoria, y que el préstamo tendría como propósito central “recapitalizar” al Banco Central por la vía de facilitarle fondos al Tesoro para que rescate su deuda -las llamadas Letras Intransferibles- con el Banco. Hace un mes atrás, Caputo dijo que había cerrado con el FMI “montos y condiciones” del préstamo”. Pero en las últimas horas se desmintió, al afirmar que “el monto no está asegurado”. Sin embargo, la información sobre esos “montos y condiciones” abunda. El préstamo estaría compuesto por dos ítems: una parte, destinada a afrontar los vencimientos de deuda con el propio Fondo durante los próximos cuatro años, que ascienden a unos 14.000 millones de dólares. Es el “ida y vuelta” que ya existía bajo el acuerdo de Guzmán y los Fernández con el FMI, y que sólo implica, en los hechos, una prórroga de los vencimientos de deuda y un mero asiento contable. La otra parte del préstamo se destinaría a rescatar una parte de las Letras del Central y a contar con “dólares frescos” para enfrentar la demanda de divisas en curso. Pero si -como ha circulado reiteradamente- el préstamo total ascendiera a 20.000 millones, el monto que restaría del dinero destinado a reciclar la misma deuda con el Fondo -solamente 6.000 millones- apenas alcanza para cubrir el 30% de la deuda del Tesoro con el Central o, alternativamente, no más de veinte días de venta de dólares a los promedios diarios actuales. A esta altura, no se sabe si la presente corrida cambiaria se debe a la “incertidumbre” sobre el acuerdo con el Fondo o, por el contrario, a que ya han circulado sus limitadas posibilidades frente a la magnitud de la hipoteca nacional.
El FMI, en definitiva, no se movió de su posición devaluatoria, apenas cambió la forma de plantearla -ahora, por la vía de ofrecer un rescate restringido. Con ello, ha insertado al precario plan Caputo en el escenario convulsivo de la economía mundial, que Trump no ha hecho sino precipitar. La escalada de ventas de bonos del Tesoro de Estados Unidos, en medio de la guerra comercial declarada, elevó los rendimientos de esos bonos, encareciendo el financiamiento de los llamados países emergentes. El plan Caputo cruje entre las garras del “amigo americano”, y el FMI lo sabe mejor que nadie.
Caputo, en estas condiciones, admitió en las últimas horas la variante de la “flotación cambiaria”, que dice no temer porque no existirían “pesos suficientes” para provocar una corrida. Aduce, para ello, que la base monetaria -pesos en circulación más los pasivos bancarios- no superaría al 4% del producto bruto, cuando el promedio de los últimos treinta años ha sido el doble. Este cálculo, sin embargo, no toma en cuenta a la “base monetaria ampliada”, que incluye a la deuda en pesos del Tesoro que cuenta con garantía última del Banco Central. Esa deuda, que equivale a 130.000 millones de dólares, desataría una corrida definitiva en caso de que una parte significativa de ella no fuera renovada porque los acreedores decidieran pasarse al dólar. La necesidad de contener esta tendencia -y también de sostener al carry trade- obligará al gobierno a levantar la tasa de interés y, por esa vía, a reforzar las tendencias recesivas.
Milei y Caputo esperaban afrontar la campaña electoral con la rueda auxiliar del FMI. Pero en las actuales condiciones, el acuerdo irresuelto se ha convertido en una crisis financiera y política en ciernes. En las negociaciones en curso, comienza a terciar el escenario más general de la crisis política, o sea, las tendencias a la rebelión popular y la pérdida de autoridad política de los criptoestafadores. Patricia Bullrich no es la única rueda loca del gobierno liberticida -asistimos a una crisis de conjunto.
El acuerdo no visto con el FMI desata un debate en la burguesía sobre la catástrofe que se avecina Un régimen “encepado”. Por Jorge Altamira, 18/03/2025.