El acuerdo no visto con el FMI desata un debate en la burguesía sobre la catástrofe que se avecina

Escribe Jorge Altamira

Un régimen “encepado”.

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A medida que pasan los días, pareciera que el decreto de necesidad y urgencia para que el Congreso refrende un acuerdo con el FMI que todavía no se conoce, pretende forzar la mano del Fondo para que no demore la aprobación de algo que está todavía sujeto a discusiones. Abonan esta impresión los debates que ha hecho circular Clarín acerca de la conveniencia de que “el cepo” sea o no levantado; o de si habría que hacerlo en forma gradual. Ricardo Arriazu, un economista libertario anticipado, ha advertido, en una conferencia ante dueños y jefes de empresas, que la supresión del “cepo” provocaría “una explosión social”– ni más ni menos. El mensaje está dirigido al FMI, para quien el stock negativo de reservas del Banco Central hace inviable sostener el tipo de cambio actual, no importa cuán grande sea la suma que se aporte para sostenerlo. Por otro lado, agregar más deuda de 45 mil millones de dólares que se deben al FMI, con una tasa de interés elevada del 6.2% anual, acabaría creando una crisis de liquidez (de fondos) al FMI, que lo incapacitaría para ejercer su función de rescatista financiero internacional. El otro gran deudor del Fondo, Ucrania, enfrenta una crisis presupuestaria enorme, sin que la cuestión de la guerra haya sido superada. Todo lo contrario. Donald Trump, por último, le hace ascos a tener que rescatar al mismo FMI con aportes adicionales de dinero. Él mismo estaría pronto, o al menos dispuesto, a repudiar la deuda pública de Estados Unidos, de 35 billones de dólares, al declararla “perpetua”, lo cual significa que no devuelve el capital y se limita al pago de los intereses. Sería un default contra los acreedores norteamericanos, por supuesto, pero esencialmente contra China, Japón y Alemania– los enemigos declarados del magnate y su camarilla. El planteo de Trump, un libertario, crearía una masiva clase capitalista que viviría de la renta del Estado.

Para zafar de este impasse, una devaluación del peso favorecería una mayor acumulación de reservas y pondría fin a la maniobra caputiana de despilfarrar dólares para mantener la cotización actual. El pronóstico ‘catastrofista’ de Arriazu hay que tomarlo con pinzas, esto porque hay un arsenal de herramientas para controlar un impacto desmedido en los precios internos, entre ellas ‘moderar’ la devaluación. El temor de Arriazu es que la devaluación que acompañaría a la devaluación del peso ponga fin al negociado del “carry trade” (tomar préstamos internacionales baratos para comprar deuda argentina con rendimiento superior), y provoque pérdidas sustanciales a los acreedores de la deuda doméstica. Ésta es la catástrofe que teme Arriazu; por eso prefiere un cepo “perpetuo”, aunque perjudique a las compañías que quieren remitir ganancias al exterior, que permita seguir con el “carry trade”. Lo sugestivo es que, según coinciden diversas informaciones, Milei sería partidario de liquidar el cepo y Caputo tendría una posición intermedia entre Milei y Arriazu. O sea que habría una crisis de gobierno, mientras en el Congreso flota el espectro de un cheque en blanco bajo la forma de un DNU.

Lo que ha alterado los ánimos, sin embargo, ha sido la corrida hacia el dólar el viernes pasado –alrededor al equivalente de 1400 millones de dólares. Algunos medios la atribuyen a “un desarme” de deuda doméstica (venta de títulos) que otros niegan. En este último caso, la pregunta es de dónde salieron los pesos para ir al mercado paralelo, cuando Caputo asegura que esos pesos no alcanzan para ese tipo de operaciones.

El desconocido acuerdo con el FMI tiene una peculiaridad: no es un préstamo al Banco Central, sino al Tesoro. Para poder ser usado en el mercado de cambios se ha recurrido a una manipulación que no es solamente contable. Se ha inventado una deuda del Tesoro con el Banco Central, para que pueda utilizar el dinero sin convertirse en deudor del FMI. El Tesoro rescatará “letras intransferibles” (o sea que no tienen mercado ni valor de mercado) por alrededor de 20 mil millones de dólares, que serán malgastados mediante la venta de esos dólares por pesos. Esas letras, anotadas en el Central por 69 mil millones de dólares, ya fueron amortizadas por inflaciones del 200% anuales, que barrieron con el valor del peso nacional. La “recapitalización” del Central, como se llama a esta operación, oculta una descapitalización del Tesoro, que deberá sumar esos 20 mil millones a los 45 mil millones de deuda con el FMI, que no puede pagar. Pero el aumento de esa deuda será el pretexto para aumentar el superávit del Tesoro, mediante el uso implacable de la motosierra a todos los derechos sociales. El colmo de la estafa es el propósito de usar fondos del Banco Interamericano y del Banco Mundial, que deben ser usados obligatoriamente para financiar obra y servicios públicos, para traficar con los especuladores en el mercado de cambios. Como lo advirtió un reputado economista liberal, a principios de los 80 del siglo pasado, la cuestión vuelve a ser la siguiente: “Si se devalúa, quiebra media Argentina; si no se devalúa, quiebra la otra mitad” (Economic Survey, diciembre de 1980, Rodolfo Katz). Dos años después quebraron las dos mitades por entero, y Domingo Cavallo debutó mediante su estatización.

Se concluye de todo esto que es hora de ‘jubilar’ la deuda pública, no de aprobar el DNU como lo harán los agentes parlamentarios de la burguesía– un decreto que es de lesa democracia y de lesa humanidad. Seguir dopando al capitalismo sólo conduce a mayor miseria social y a fomentar la guerra mundial.

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