Escribe Camilo Márquez - Partido de los Trabajadores (Uruguay)
Lo esencial es invisible a los ojos.
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La conversación entre Trump y Putin se convirtió en la más larga en la historia de las llamadas entre presidentes. Duró aproximadamente dos horas y media. Vladimir Putin aceptó una propuesta del presidente estadounidense, para que Rusia y Ucrania dejen de atacar las infraestructuras energéticas respectivas durante 30 días, en reemplazo de una tregua integral plagada de contradicciones. Se refiere al cese del ataque a centrales eléctricas y sistemas de distribución de Ucrania y a refinerías, centros de tránsito de petróleo y gas, oleoductos y plantas de almacenamiento de combustible, de Rusia. Trump sólo obtuvo un compromiso de tregua restringido. La cosecha de EE. UU. como mediador es magra.
El acuerdo, sin embargo, incorpora un dato estratégico, pues establece el comienzo de negociaciones respecto al mar Negro, de un lado, y al mar Rojo, en el Medio Oriente, del otro. “Acordaron coordinar esfuerzos para estabilizar las zonas de crisis y fortalecer la cooperación en materia de no proliferación nuclear y seguridad global” (RT). Esto lo dice un vocero de Putin, no de Trump. Al meter en un paquete común estos dos frentes de guerra, habilita canjes y concesiones geopolíticas recíprocas Con referencia a Irán, por ejemplo, afirma que “nunca debería estar en condiciones de destruir a Israel”. Estamos ante una reclamación para que Irán ceda a las exigencias de Trump en materia nuclear y que desarme de las milicias del Yemen o las neutralice. Los términos del comunicado dejan ver aval de Putin para el caso de que se desate un furioso ataque contra este país desde los numerosos portaviones que ha enviado Trump al Mediterráneo. Es la primera vez que se hace pública una conexión entre la guerra de la OTAN en Ucrania, y las masacres y ocupaciones territoriales de Israel en sus países vecinos.
“Las conversaciones comenzarán de inmediato en Oriente Medio, indicó la Casa Blanca, sin especificar quién las liderará.” señala Bloomberg. Por lo pronto, se trata de una negociación bilateral de la que no participan Zelensky ni la Unión Europea, donde Alemania y Francia, especialmente, y el Reino Unido están dispuestos a iniciar un despliegue militar para defender su lugar en el reparto y la explotación de Ucrania. Putin exige, en cambio, el cese completo de la ayuda militar extranjera y el suministro de información de inteligencia a Kiev.
El abismo que existe para alcanzar un acuerdo acerca de Ucrania confronta con la política de Trump de alejar a la UE de esa esfera geopolítica y de descargar sobre ella la crisis económica, mediante una guerra comercial y financiera. Las cuestiones técnicas de supervisión del cese del fuego son secundarias, cuando se toma en cuenta el gigantesco impasse internacional y el crecimiento de la guerra imperialista.
“La idea es buena, pero no factible”, resumió Putin, en relación a la factibilidad de una tregua. El Kremlin la supedita a un acuerdo estratégico sobre el futuro de Ucrania y a la oposición de la UE a un arreglo. Esta posición ultimatista es, sin embargo, manifiestamente inconsistente, pues supone marchar directamente a un conflicto atómico, cuando a Rusia le ha llevado tres años ocupar una parte de las regiones costeras del mar Negro. Trump ha impuesto un status de negociaciones, bajo su batuta, mientras bombardea Yemen, respalda la nueva ola de masacres de Netanyahu, copa el canal de Panamá y apoya un acuerdo en el Cáucaso, entre Armenia y Azerbaidjan, que favorece el aislamiento de Irán. Las diferencias abismales entre Washington y el Kremlin podrían determinar una mayor escalamiento de la guerra en Ucrania y crear un terreno más propicio a un acuerdo o, como difunden los ‘neocom’ de la guerra global, a una alianza parcial de Trump y Putin, a costa de la Unión Europea (los ex “aliados”). La clase obrera internacional debe rechazar en forma completa las voces apaciguadoras que vienen desconociendo el desarrollo de una guerra mundial, y movilizarse para derrotar la guerra y convertirla en una tumba del imperialismo.