La Corte Suprema confirmó la condena contra el espía Américo Balbuena

Escribe Lucas Giannetti

La Corte Suprema confirmó la condena contra el espía Américo Balbuena

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Hace dos años atrás, el ya jubilado exjuez de la Corte Suprema, Daniel Rafecas, condenó a dos años de prisión a Américo Balbuena, un espía que se hacía pasar por periodista. La semana pasada los cortesanos Rosatti, Rosenkrantz, Lorenzetti y el designado por decreto presidencial, García Mansilla, dejaron firme la condena.

El “Pelado” Balbuena durante años se infiltró en las marchas, en las que entablaba relación con militantes, activistas y trabajadores. Como señala el diario Página 12, el modus operandi de Balbuena era propio de un infiltrado, ya que “tenía lo que a otros militantes les faltaba: tiempo y plata” (Página/12, 29/03). Agente de la Policía Federal e integrante del Cuerpo de Informaciones de la fuerza, durante más de 10 años estuvo infiltrado en la agencia de noticias Rodolfo Walsh.

En la década del 90 el “Pelado” estudió periodismo, recibiéndose en el instituto Santo Tomás de Aquino y años después quiso ingresar a la radio comunitaria FM La Tribu, como corresponsal, pero no fue admitido en la emisora. Fue Rodolfo Grinberg, docente, que fundó la Agencia Walsh, quien lo incorporó como movilero, que tenía como objetivo la difusión de las luchas sociales. Según María del Carmen Verdú (CORREPI), Balbuena “siempre estaba interesado en las medidas de seguridad que ella tomaba. Le preguntaba con insistencia sobre el caso Cromañón o el asesinato de Mariano Ferreyra” (Página/12 29/03).

La inteligencia de la PFA comenzó a conformar su estructura durante el primer peronismo. En 1963, el Congreso de la Nación aprobó la Ley Orgánica del Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal. En la Ley Orgánica se explicita que el Cuerpo debe regirse por el secreto y que sus agentes pueden incluso tener un empleo en una repartición de la administración pública para ser usado como pantalla y no pueden blanquear, bajo ninguna situación, que son espías de la Federal. Entre los agentes más conocidos se encuentra José “Iosi” Pérez, quien estuvo infiltrado en la comunidad judía. Miembros del Cuerpo de Informaciones fueron participes de los centros clandestinos de detención durante la última dictadura. Y es al final del gobierno dictatorial que Balbuena ingresa en el Grupo de Informaciones, luego de un malogrado paso por la UBA en la carrera de Ingeniería. A través de un conocido de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF), ingresó al Cuerpo.

El panorama de Balbuena comienza a cambiar cuando “Iosi” les brinda testimonio a Mirian Lewin y Horacio Lutzky, en el que, además de revelarles su infiltración en la comunidad judía y “su temor de haber aportado información que hubiera servido para los atentados contra la embajada de Israel y la sede de la AMIA” (Ídem), también les advirtió de Balbuena y su “trabajo” en la Agencia Walsh.

En 2023, diez años después de que se presentara la denuncia contra Balbuena, el juez federal Daniel Rafecas sentenció al “Pelado” y a sus superiores, Alfonso Ustares y Alejandro Sánchez. Durante el juicio, Balbuena declaró que él “no estaba infiltrado en la Agencia Walsh, sino que estaba haciendo una ´pasantía´ para ganar experiencia para cuando se retirara de la PFA y pudiera ejercer el periodismo” (ídem). Rafecas lo encontró culpable no solo de espiar a sus “compañeros” de la Agencia Walsh, sino que su rol en la misma le permitió llevar un espionaje hacia dentro de otras organizaciones, todo a pedido de sus superiores. En la sentencia del juez federal se puede leer que “la actividad principal de Américo Alejandro Balbuena no se desarrollaba dentro de la dependencia policial a la que pertenecía, sino que era aquella que desempeñaba como movilero de la Agencia Rodolfo Walsh, a la que le dedicaba exclusividad y absoluta disponibilidad, y que claro está, era evidentemente avalada por sus superiores en la fuerza a la que pertenecía.”

Según el equipo de abogados que acusaron a Balbuena, integrado por Myrian Bregman, Matías Aufieri y Liliana Mazea, la condena a Balbuena sienta jurisprudencia sobre la infiltración de agentes del Estado realizando inteligencia en organizaciones sociales.

La condena a Balbuena y a sus superiores se da en un momento en el que el gobierno liberticida destina cuantiosas sumas de presupuestos y gastos reservados a las tareas de espionaje, a cargo de Santiago Caputo, con la finalidad de la puesta en pie de un Estado policial, que les garantice hacer pasar el plan de guerra libertario contra los trabajadores, violando las más elementales libertades democráticas.

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