Escribe Fede Fernández
Espionaje e infiltración.
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El 14 de marzo se inició en Comodoro Py el juicio a Américo Balbuena, ex agente de la Policía Federal acusado de “violación de los deberes de funcionario público” y “abuso de autoridad”. También se encuentran en el banquillo sus “ex jefes” Alejandro Sanchez y Adolfo Ustares. Todos deberán rendir cuentas sobre la denuncia de infiltración en la agencia periodística Rodolfo Walsh, en la que Balbuena se desempeñó como “periodista” por más de 10 años. La causa se encuentra a cargo del juez Daniel Rafecas y el fiscal Ariel Quety.
Entre 2002 y 2013, el agente de la policía federal formó parte de innumerables movilizaciones y actos políticos, siempre cubierto bajo el manto de periodista. Los testigos destacaron la asistencia perfecta del -luego descubierto- policía, en un rubro en el cual se desempeñaba como “ad honorem”. Muchísimas “entrevistas”, en realidad informes a sus superiores, jamás salían publicadas y las que sí, fueron utilizadas para el armado de causas contra manifestantes.
La mayoría de los testigos, militantes de partidos y organizaciones sociales, confirmaron la cotidianidad y confianza con la que Balbuena se manejaba en cuanta movilización hubiera. El espía se interesaba en particular por los casos de gatillo fácil y otros delitos asociados a la policía. Estuvo presente en todo el desarrollo de los juicios por la masacre de Cromagnon y el asesinato de Mariano Ferreyra.
El testimonio de Marcelo Sain, ex titular de la PSA y ex ministro de seguridad de Santa Fe, confirmó que esta estructura de inteligencia opera hace décadas en el pais. Su origen se relaciona con dos decretos específicos y secretos de la última dictadura militar. “Los plumas” es el nombre del cuerpo de informaciones al que pertenecía Balbuena. Esta estructura tiene como único objetivo la infiltración permanente en los movimientos y partidos. A pocos días de un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1976 se confirma que la estructura policial y represiva se ha mantenido incólume durante el trayecto “democrático”.
La “defensa” de Balbuena rozó lo absurdo cuando declaró que su trabajo en la agencia Walsh era como una “pasantía no remunerada”, “un hobby” y, para despejar dudas, que a nadie de los entrevistados “le pasó nada”. En su relato, la actividad de policía le dejaba tiempo libre para desarrollar su oficio en el periodismo, aunque no supo explicar en qué consistía su jornada laboral “oficial”.
Por su parte, los dos ex jefes también acusados “no recuerdan nada”. Ni el horario que debía cumplir Balbuena, ni qué hacía, ni siquiera quiénes eran sus coordinadores, aunque declararon que se reunían con ellos todas las mañanas. También negaron haberse enterado de la pasión periodística de Balbuena, que lo llevaba a dedicarle tiempo completo. Sí confirmaron que durante el 2001 y 2002 la agencia se encargaba de “controlar” las asambleas populares. Su actividad a posteriori pasó a “gestionar” situaciones en la calle, aunque sin dar precisiones de nada.
Un perito oficial confirmó que, antes del allanamiento al hogar de Balbuena, se borraron muchísimos archivos desde un software externo, además de declarar que uno de estos elementos fue directamente destruido. La infiltración de la policía tiene extensos antecedentes en la política de “seguridad democrática”, el “proyecto X” kirchnerista y la “gestapo sindical” macrista. La descomposición del Estado argentino continúa el ritmo de la aguda crisis social y política.
El martes 22 será el turno de los alegatos de cierre.