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EL municipio de Colonia Santa Rosa está sacudido por una ola de reclamos obreros y populares y una feroz crisis política. Los obreros municipales ya superaron una semana en huelga. Reclaman el pago del aumento del 38% y la aplicación de cláusula gatillo, conquistadas en la paritaria 2019, y el cumplimiento de un protocolo obrero en el marco de la emergencia covid- 19. A la par, asambleas de más de 15 barrios obreros reclaman por la obra pública y la asistencia alimentaria y sanitaria. El repudio al intendente Mario Guerra, quien se encuentra desaparecido y no da respuestas a ninguno de los reclamos en curso, es total.
El miércoles 27, una movilización multitudinaria sobre el municipio, que comenzó por la mañana, dio lugar a una suerte de aguante y asamblea a cielo abierto entre vecinos y trabajadores. Un importante sector de los barrios propuso exigir la renuncia del intendente. Un sector de trabajadores municipales defendió que la cuestión principal era garantizar la satisfacción inmediata de todos los reclamos.
Al atardecer, y sin resolver una posición común, los manifestantes decidieron marchar hacia el Concejo Deliberante. Jaqueados, los concejales improvisaron la conformación de una comisión investigadora, pero los obreros y los vecinos apuntaban directamente contra la cabeza de Guerra. Como resultado, estos terminaron votando por unanimidad la “suspensión” del intendente y la conformación de una comisión auditora municipal con representantes de cada barrio en lucha y de los obreros municipales en huelga.
Guerra ninguneó durante meses el reclamo obrero, tildando de vagos a los trabajadores y de acaparar todo el presupuesto municipal para el pago de sueldos. Una vez decretado el paro, intentó quebrarlo contratando changarines, lo que fue derrotado con la ocupación de las dependencias municipales. Por su parte, los vecinos también fueron ninguneados sistemáticamente en sus reclamos de trabajo genuino, alimentos y asistencia social, iluminación, enripiado, acceso al agua, demarcación de calles, un plan de acción contra el dengue que devora a los niños en decenas de asentamientos y el reequipamiento del hospital vaciado.
El “doctor” Guerra llegó a la intendencia a finales del 2015, después de una intervención decretada por el entonces gobernador Urtubey para frenar una pueblada que se produjo al calor de los reclamos de obra pública en los barrios y la intervención de nuestro compañero, en ese entonces concejal, Ricardo Castellanos. Esa intervención buscó sin éxito imponer un ajuste, pero Guerra debutó con un impuestazo y un intento de reducir y precarizar la planta municipal. Las deudas salariales que hoy reclaman los municipales fueron conquistadas con una huelga en 2019, que fue respondida con nueve despidos que no se pudieron revertir y el incumplimiento de aquella paritaria. Ahora, bajo el agotamiento del gobierno de Guerra, los obreros y vecinos retoman su lucha con una gran experiencia recorrida, al punto tal de que los primeros reclaman la reincorporación de sus compañeros despedidos.
Al momento de escribir estas líneas no se había efectivizado la suspensión del intendente de Colonia y menos aún atendido el reclamo de los huelguistas y de las asambleas barriales. Por el contrario, la policía logró levantar la toma de la municipalidad en la madrugada del jueves 28 y cerrar el edificio.
El gobierno de Sáenz mandó a su secretario del interior, Mario Cuenca, a declarar que “con Guerra o sin Guerra, el municipio de Colonia Santa Rosa no puede seguir funcionando si no reduce la planta de empleados municipales” (El expreso de Salta, 28/05). Este funcionario atacó sistemáticamente el reclamo de los municipales desde su inicio y junto con el ministro de economía de la provincia, se negó a recibir a los obreros en defensa de Guerra.
Por otro lado, ninguno de los concejales entrevistados por los medios ha explicado que la comisión votada debe estar integrada por representantes de los barrios y obreros municipales en lucha, preanunciando nuevas maniobras.
La idea del cambio de gestor, que predominó en el rebelado pueblo trabajador de Colonia, choca con la realidad de un municipio quebrado. Los desmanejos financieros, la destrucción de miles de puestos de trabajo por el avance de la soja y la caña, y la política consciente para no cobrarles impuestos algunos a la Seaboard Co. (ex Tabacal), a las grandes quintas y terratenientes de la zona, están en la base de esta quiebra. Guerra tampoco exigió más presupuesto para no cuestionar el pago de la usuraria deuda pública provincial y nacional, que consumen el grueso de los recursos fiscales.
El nuevo desafío del pueblo trabajador en lucha de Colonia es evitar que la suspensión de Guerra sirva para no resolver de manera inmediata sus reclamos. Es necesario coordinar las luchas en curso y poner en pie un congreso de trabajadores en el municipio que pugne por una real apertura y control obrero y popular de las cuentas del municipio y el suelo del municipio y el departamento.
Comienzan a surgir otras luchas municipales y barriales en el resto de la provincia. Colonia es un laboratorio de lucha de clases que alumbrará las luchas venideras y se nutrirá con ellas.