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La frustrada sesión de diputados para derogar los 'superpoderes' de Cafiero-Fernández dejó una señal de alarma para el gobierno FF. La oposición de JpC estuvo a sólo cinco bancas de alcanzar el quórum. No significa esto que los "superpoderes” mismos estuvieran en peligro – lo más probable es que se hubiera llegado a un acuerdo que tampoco habría resuelto nada. Tampoco hubiera pasado el Senado. El reproche del macrismo declinante es que los “superpoderes” hubieran salido por decreto y no por ley. Los Fernández le dan un espacio televisivo a Larreta cada quince días desde Olivos, pero les cierra 'la casa común' de rango constitucional.
La 'oposición' pretende convertirse en una caja única de reclamos, que obviamente 'selecciona' de acuerdo a los intereses de clase que representa. Los gerentes y directivos de las corporaciones capitalistas que demandan una “nueva normalidad” viven de los ATP que les asigna Cafiero. Los diarios ‘hegemónicos’ apenas dieron espacio a la bullanga. ¡Por qué habrían de morder la teta de la que maman! Los apoyos internacionales de esta ‘oposición’ no dieron señales de apoyar esta ‘movida’, cuando consiguen que el gobierno acerque posiciones acerca de la deuda con quien es visto como futuro secretario de Estado de un gobierno Biden, Larry Fink, el mandamás del fondo BlackRock, y operador en jefe de las operaciones de deuda de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Quórum de izquierda
Entre los 124 diputados presentes estuvieron los dos del Frente de Izquierda. Es probable que el FIT-U se haya hecho presente en función de no perderse nunca una sesión parlamentaria. En el pasado reciente ha servido en bandeja al gobierno varios quórums – uno para aprobar el presupuesto de Capitanich en Chaco y el otro para aprobar la reforma que exigía el FMI a los regímenes previsionales especiales. En un caso, la “emergencia alimentaria” que señalizó el pacto de transición entre el FdT y JpC, votó a favor, en forma dividida. En esta ocasión, la agenda contra los ‘superpoderes’ que se autoadjudicó el gobierno debía servir, mediante la denuncia de esa facultad absolutista del Ejecutivo, para atacar la alianza, formal y de hecho, entre oposición y oficialismo para subsidiar al capital, bajar las jubilaciones, autorizar rebajas salariales y disponerse a firmar un canje de deuda externa que reforzará aún más el sometimiento nacional. JpC habría podido seguir adelante con esa “sesión especial” que no consiguió quórum, para proceder a un debate político sin posibilidad de voto, pero no lo hizo en función de evitar un agrietamiento del frente de la cuarentena que mantiene con el gobierno, bajo el pretexto de la cuarentena.
En lo que a nosotros, el PO (T), respecta, habríamos aprovechado la mancada sesión especial para insistir en que el movimiento obrero imponga sus protocolos y métodos en la cuarentena, en los lugares de trabajo y los barrios; que se nacionalicen sin indemnización las industrias que son esenciales para una producción al servicio de la salud y el sistema sanitario (grandes empresas metalúrgicas); la nacionalización del sistema de salud; y la inmediata convocatoria de las paritarias con delegados elegidos en asamblea. Habríamos denunciado el carácter usurario de los acuerdos que el oficialismo se apresta a firmar con los fondos internacionales, acompañado por la oposición. El repudio de la deuda externa debe ser acompañado por un programa, bajo la dirección de la clase obrera El parlamentario de izquierda no se dirige al parlamento -ese foro no es su audiencia-, sino a las masas – es la esencia de la táctica política del socialismo revolucionario.
El derribamiento del régimen que habilita superpoderes (no sólo ‘para Cafiero’) habría sido un hecho positivo para el desarrollo del programa arriba planteado. Pero esa no era la intención del macrismo, que se reservó una cuota porcentual de superpoderes cuando gobernó, y todo el tiempo en la Ciudad de Buenos Aires, donde el porcentaje de arbitrariedades presupuestarias es ¡constitucional! Lo hubiéramos denunciado en la sesión ‘opositora’; un gobierno socialista sería un gobierno que concentraría los poderes, pero en manos de la Asamblea del pueblo – a la vez deliberativa y ejecutiva; lo que se vota, se hace, sin que necesite el certificado de legitimidad de un poder judicial elegido por nadie e inamovible.
La izquierda revolucionaria no se embarca en ninguno de los campos capitalistas: como opositores consecuentes a todo poder y superpoder burgués, habríamos votado contra el proyecto del macrismo, que no deroga los superpoderes, sino que los “reglamenta” o “regula”. En momentos de confrontación excepcional y extraparlamentaria entre fuerzas capitalistas, en el marco de una crisis excepcional, dirigiríamos sus fuerzas principalmente contra aquel que representa los mayores peligros inmediatos para las masas, sin apoyar, ni por un instante, al resto de los campos capitalistas en pugna. Así hemos actuado en todos los golpes de estado en Argentina y en América Latina, incluso cuando pretendían revestir un carácter ‘parlamentario’; en todas las declaraciones de estado de sitio.
El hundimiento de los parlamentos, bajo la presión de la crisis gigantesca que la pandemia ha reforzado en gran escala, no es motivo para pedir que se le asigne un respirador en un hospital de campaña. Debe servir, por el contrario, para señalar que esa institución no es una salida para los trabajadores en la crisis presente; no vehiculiza las necesidades de los trabajadores porque no son construcciones políticas de los trabajadores mismos. En el marco de una crisis vertebral de la sociedad capitalista, la exposición de una alternativa socialista y de los métodos para alcanzarla, es más imperiosa que nunca.