Musk apunta la motosierra contra Trump

Escribe Rafael Fernández

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La salida de Elon Musk de su cargo de “asesor” del gobierno en “eficiencia” -léase: destrucción de la educación, la salud y la asistencia social- se produjo luego de 130 días de vigencia de su contrato, cuando en la sala oval de la Casa Blanca, Trump se deshizo en elogios al magnate sudafricano y le hizo entrega de una enorme llave dorada. Los dos hombres “más poderosos del mundo” se alabaron a sí mismos y mutuamente, y se despidieron como grandes amigos, una escenificación totalmente falsa que se desmoronó a las pocas horas.

Poco antes de la despedida Musk ya había adelantado su decepción ante la ley fiscal del gobierno (autobautizada como “Big Beautiful Bill”, un “Proyecto de Ley Hermosamente Grande””). Aseguraba que aumentaría el déficit fiscal y el endeudamiento de Estados Unidos y echaría por tierra los avances de DOGE -la oficina de eficiencia gubernamental que él dirigía. Pero a medida que pasaban las horas, el dueño de Tesla, X y Space X pasó de la decepción a una campaña pública furibunda contra el mismo Trump.

El tuit que comenzó la campaña fue lanzado a la una de la madrugada del 3 de junio pasado: “Lo siento, pero ya no lo soporto más. Este proyecto de ley de gastos del Congreso, masivo, escandaloso y lleno de gastos superfluos, es una abominación repugnante. ¡Qué vergüenza para quienes votaron por ello! Saben que hicieron mal. Lo saben”. Fue apenas el principio. Tres horas después publicó una amenaza directa contra los congresistas que aprobaran la ley: “En noviembre del próximo año (elecciones de medio término) despediremos a todos los políticos que traicionaron al pueblo estadounidense”. Desde entonces, Musk no ha parado: “Kill Bill” (“matemos el proyecto de ley) fue una de las publicaciones más ingeniosas, por su alusión a una famosa película de bandoleros. En las últimas horas ha pasado a preguntarse: “Donde está ahora ese hombre” (en reacciones a publicaciones que hacían sus seguidores con capturas de tuits de Trump, de años atráa, contra el aumento del techo de deuda) e incluso convocó a una encuesta sobre la siguiente consulta: “¿Es hora de crear un nuevo partido político en Estados Unidos que realmente represente al 80 % del centro?” (X.com, 5/6).

Según los defensores de la ley trumpista, el giro de Musk obedecería a que el proyecto fiscal incluye la eliminación de beneficios impositivos a los vehículos eléctricos. El distanciamiento del dueño de Tesla se viene profundizando sin embargo hace ya varios meses. Los aranceles establecidos contra China y otros países (aunque muchos quedaron en suspenso) también habían generado reacciones negativas por parte de Musk, al punto de generar enfrentamientos públicos con Peter Navarro -el asesor de Trump sobre la cuestión comercial y principal impulsor de la guerra arancelaria. Las ventas de autos y las acciones de Tesla se han desplomado -no solamente dentro de Estados Unidos, sino a nivel global- como consecuencia del rol asumido por su principal accionista y CEO, tanto por sus ataques al gasto social y los despidos de funcionarios federales, como por su apoyo público a partidos y candidatos abiertamente fascistas como la neonazi AfD de Alemania, mientras hace el saludo romano del nazismo. El enojo del magnate parece indicar que se siente traicionado por Trump.

La ley fiscal

El proyecto de ley fue aprobado por la Cámara de Representantes por apenas un voto (215 a 214), y debe ser tratado en el Senado donde tendrá aún más dificultades. Si sufre enmiendas deberá volver a la Cámara baja.

El proyecto recorta el gasto social, especialmente en los programas de Salud (Medicaid) y de Alimentación (SNAP), que perjudicará a millones de personas. El recorte de Medicaid afectaría a 11 millones de beneficiarios de este seguro de salud. También recorta créditos fiscales a la “energía limpia” (como por ejemplo los subsidios a vehículos eléctricos). Por el lado de los ingresos, establece mayores deducciones de impuestos, especialmente con rebajas a las grandes fortunas. A su vez, establece un aumento del gasto militar (150.000 millones de dólares adicionales), y otro tipo de normativas que no tienen que ver con ingresos y egresos, por ejemplo, nada menos que establecer limitaciones a los tribunales federales para que puedan declarar en desacato a los jerarcas y funcionarios federales (algo que sucede a cada rato por la abierta violación gubernamental a los mandatos de los jueces). El proyecto tiene alrededor de mil páginas, por lo que es una “ley ómnibus” donde se mete todo tipo de cuestión, muchas veces de contrabando. Tras la aprobación, dos representantes republicanos reconocieron que habían votado algunos artículos sin leerlos. Uno de ellos confesó que no sabía que había votado la restricción a la declaración de desacato de los funcionarios, y otra representante -la ultra reaccionaria Marjorie Taylor Greene- declaró algo similar respecto a dos páginas enteras referidas a la imposibilidad de los Estados de regular la Inteligencia Artificial durante los próximos 10 años. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso, el endeudamiento crecería en 2.4 billones de dólares. Por más que el gobierno intenta desvirtuar estos cálculos y pretende que la fijación de aranceles provocaría un incremento de los ingresos fiscales, el discurso de la “eficiencia gubernamental” y el achique del gasto se ha ido por el drenaje. Todo esto en el marco de un proyecto de ley que aumenta el gasto del Pentágono, recorta asistencia social, rebaja los impuestos a los magnates, y contrabandea normas para fortalecer al gobierno en su choque con los tribunales de justicia.

Empantanamiento

La fractura expuesta con Musk cae cuando Trump enfrenta el pantano de la guerra de Ucrania, el repudio creciente en todo el mundo al genocidio en Gaza, los cuestionamientos judiciales a los aranceles “recíprocos” contra casi todos los países, y la caída de la producción en el último mes, que algunos atribuyen a que no se ha registrado el aumento de los inventarios.

La tumultuosa salida de Musk del gobierno delata una crisis en la oligarquía capitalista que ha llevado a Trump a la Casa Blanca –Sillicon Valley y una parte de Wall Street-.

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