Escribe Rafael Fernández
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Las redadas del ICE (servicio de inmigración) han provocado protestas en gran parte de los Estados Unidos. El ICE ha sido reforzado por tropas de otros servicios, incluidos 1.800 de HSI (seguridad interior), 2.000 del FBI y US Marshals del departamento de Justicia, e incluso 250 agentes de la IRS (servicio fiscal). Las redadas se producen con agentes enmascarados, en vehículos sin identificación, y “cazando” a personas al barrer -sin orden de arresto ni saber con certeza si son indocumentados o no- básicamente por su apariencia latina.
A la ya militarizada ICE se le ha agregado ahora la fuerza propiamente militar de la Guardia Nacional y de los marines. Además del despliegue de ya 4.000 tropas de la G.N. y de 700 marines en L.A., se suma ahora el de 5.000 soldados de la G.N. por parte del ultra reaccionario Gobernador Abbott del Estado de Texas -destinadas a reprimir las protestas que ya se realizan en su territorio, y para reforzar la tarea del ICE. La decisión de Abbott muestra que la militarización y el reforzamiento de la represión contra los inmigrantes y las protestas es parte de una tentativa de carácter fascista, que busca modificar el régimen politico estadounidense. Como señalara una periodista de MSNBC, hoy hay más tropas desplegadas a Los Ángeles que las presentes en Siria e Irak (sumadas).
Frente a la ofensiva anti-migrantes y la represión a los manifestantes, se ha extendido un movimiento de solidaridad por todo Estados Unidos. Las protestas se han mantenido en Los Ángeles, y también en otras ciudades de California (San Francisco, Santa Ana) contagiando además a ciudades en otros Estados, por ejemplo, Seattle, Portland, Spokane, Denver, Las Vegas, Tucson, Dallas, Austin, San Antonio, Atlanta, Milwakee, Chicago, Indianápolis, St Louis, Raleigh, Boston, Nueva York, Filadelfia y Washington DC.
Trump viene impulsando una depuración en el ejército y en las fuerzas de seguridad desde su asunción, reforzando su poder personal y la fidelidad de los mandos. Ahora se ha dado directamente a la agitación fascista entre las tropas, como se comprobó en su discurso en Fort Bragg, donde no solamente realizó un discurso abiertamente político contra el Partido Demócrata -particularmente contra el ex presidente Biden y contra el gobernador de California Gavin Newsom- sino que prácticamente hizo un llamado a la guerra civil en nombre de combatir una “invasión extranjera”. Basta señalar que el nombre de la base militar en donde realizó su discurso tiene por origen al general Braxton Bragg del ejército confederado (es decir, defensor del esclavismo en la guerra civil del siglo XIX); en 2023, el Departamento de Defensa había cambiado la denominación de nueve bases militares, entre ellas el Fort Bragg que pasó a llamarse “Fort Liberty”. El cambio de nombre obedecía a un mandato del Congreso de EE.UU. (bajo el gobierno de Trump y con votos bipartidistas) que ordenaba al Pentágono eliminar los nombres de los generales del Sur (confederados) en las bases militares, una ley que Trump intentó vetar. Durante el actual gobierno, el secretario de Defensa Pete Hegseth restableció el nombre de la unidad militar a través de una burda maniobra: dijo que homenajeaba al soldado Roland Bragg (condecorado por su participación en la II Guerra Mundial). El acto realizado por Trump en esta base militar (la más grande en territorio estadounidense) se trató de un salto en calidad en su campaña de control y agitación en el ejército en torno a su programa racista y fascista. Hay que recordar que, en su torpe intentona golpista de enero de 2020, Trump fracasó en lograr el apoyo de los mandos militares. En este nuevo mandato, comenzó descabezando a las jerarquías del pentágono y las distintas fuerzas militares, buscando asegurarse la fidelidad de las FF.AA.
En su discurso ante las tropas (la prensa asegura que los soldados fueron especialmente elegidos para que fueran proclives al presidente y no tuviera sobrepeso), Trump arengó: “No permitiremos que una ciudad estadounidense sea invadida y conquistada por un enemigo extranjero” (El País, 10/6). “Generaciones de héroes del ejército no derramaron su sangre en costas lejanas sólo para ver cómo nuestro país era destruido por la invasión y la anarquía del tercer mundo aquí en casa, como está sucediendo en California”. Los soldados abuchearon cuando se hizo mención a Biden y Newsom, y festejaron a las risas las ofensivas calificaciones del presidente contra sus opositores y los migrantes. Trump afirmó a los soldados que se trata de “alborotadores profesionales, no son aficionados” (los que enfrentan la represión en Los Ángeles), “Lo que están presenciando en California es un ataque en toda regla contra la paz, el orden público y la soberanía nacional llevado a cabo por alborotadores que enarbolan banderas extranjeras con el objetivo de continuar la invasión extranjera de nuestro país” (ídem). El presidente repitió todas sus mentiras racistas: “Los trajeron aquí. Venían de prisiones. Venían de cárceles de todo el mundo. Venían de instituciones mentales. Eran líderes de pandillas. Eran capos de la droga. Se les permitió entrar en nuestro país. Sus países los echaron. Sus países los llevaron en autobús o en coche hasta nuestra frontera y les dijeron: ‘Entra y si vuelves, te mataremos’”. Trump está expulsando a inmigrantes sin papeles que en muchos casos están hace 20 o más años trabajando en los Estados Unidos, con la excusa de los “pandilleros”.
El presidente anunció que continuará restableciendo la denominación de bases militares que homenajeaban a los generales confederados. Su gobierno ya lo había hecho con Bragg y Benning, con la artimaña de encontrar soldados con los mismos apellidos. Ahora se deja de sutilezas: “también vamos a restaurar los nombres de Fort Pickett, Fort Hood, Fort Gordon, Fort Rucker, Fort Polk, Fort A.P. Hill y Fort Robert E. Lee” (El País, 10/6). Se trata de todo un programa político, de carácter reaccionario y racista, y apunta a aplastar cualquier resistencia dentro de los mandos militares. La agitación fascista entre las tropas marca un rumbo claro hacia una guerra civil contra las masas.
Otro elemento en el mismo sentido fue el atropello realizado contra el senador demócrata Alex Padilla (hijo de inmigrantes mexicanos, senador por California que ingresó como suplente de Kamala Harris), quien intentó intervenir en una conferencia de prensa sobre la inmigración que estaba realizando la secretaria de seguridad nacional, Kristi Noem. El senador fue rodeado por guardias de seguridad y expulsado de la sala, tirado al piso y finalmente esposado por la espalda por un agente del FBI. “Si así responde esta Administración a un senador que hace una pregunta... imagínense cómo están tratando a los trabajadores del campo, a los cocineros, a los jornaleros de la comunidad de Los Ángeles, de toda California y de todo el país”, declaró Padilla tras los sucesos. La patoteada al senador se inscribe en el cuadro de amenazas de detenciones contra la alcaldesa de Los Ángeles y el gobernador de California, por parte del propio Trump. Hay que tener presente que una jueza de Milwaukee, Hannah Dugan, fue detenida y puede ser procesada por haber contribuido a la fuga de un inmigrante que iba a ser detenido por el ICE. “Un congresista republicano propuso arrestar a 100 jueces más que fallaron en contra del presidente Donald Trump.” (CNN, 12/6). El Departamento de Justicia trumpista viene impulsando una ofensiva contra opositores, por ejemplo “La acusación contra la representante LaMonica McIver” por un choque con agentes de seguridad cuando intentaba visitar una cárcel de detención de migrantes, un caso que “marca la última escalada dramática en el esfuerzo de la administración Trump por sofocar la oposición pública y política a la represión del presidente contra la inmigración ilegal.” (Político, 10/6).
Los demócratas han pavimentado el camino a la política de persecución de los inmigrantes en sus gobiernos anteriores (Obama, Biden). El “progre” Obama deportó unos 3 millones de personas en sus 8 años de gobierno, y era denominado como “Deporter in Chief” (Deportador en Jefe) por líderes y defensores de los migrantes; por otra parte, el récord anual de deportaciones lo tiene Biden en el año 2024. Trump ha dado un salto en calidad, ya que los anteriores gobiernos se concentraban en expulsar a los inmigrantes apenas ingresaban por la frontera (el 82% de los deportados por Obama tenían esa condición) en tanto el actual gobierno busca avanzar en todo el país, especialmente en las ciudades “santuario” (donde la policía no colabora con el ICE), luego de haber quitado a cientos de miles de personas su estatus de residencia legal.
El discurso de la alcaldesa de Los Ángeles y del gobernador de California, ambos del P. Demócrata, afirma que la policía del estado y la ciudad pueden hacerse cargo de la situación, es decir, de contener las protestas. La alcaldesa Karen Bass decretó el toque de queda nocturno en parte de la ciudad, y tanto ella como Newsom amenazan a los manifestantes “violentos” (los que simplemente se defienden frente a la brutalidad de la represión).
El sábado 14, Trump ha convocado a un desfile militar en Washington DC, precisamente el día de su cumpleaños (con el pretexto del aniversario del ejército), en una demostración de fuerza tanto nacional como internacional. La guerra imperialista va de la mano con la guerra civil y la represión cada vez más brutal y generalizada. “La celebración reunirá a más de 6.700 soldados, vehículos blindados, tanques M1A2 Abrams y helicópteros que surcarán el cielo durante el despliegue militar, siguiendo el cronograma de actividades públicas y espectáculos que enmarcan la parada militar más grande vista en décadas” (Infobae, 10/6). La demostración militar en la capital ha sido declarada “National Special Security Event”, lo que habilita a medidas especiales de seguridad y control de la circulación de personas. Naturalmente, está previsto un discurso de Donald Trump que seguramente escale incluso respecto a su andanada fascista en Fort Bragg.
El desfile mussoliniano de Trump es respondido por una convocatoria de distintas organizaciones (denominadas el movimiento 50501, por “50 protestas, 50 estados, 1 día”) que ya han convocado otras movilizaciones anteriores. El eje de esta convocatoria está planteado por la consigna “No Kings” (“sin rey” o “ningún rey”), es decir, el ataque al autoritarismo y el gobierno unipersonal de Trump. La coalición de organizaciones pone como eje la defensa de los migrantes y el cese de la represión y movilización militar. Participan también organizaciones de ex veteranos del ejército. Ya están confirmadas cerca de 1.900 ciudades donde se producirán protestas (Democracy Now, 10/6), exceptuando precisamente Washington DC para no coincidir con el desfile militar. Se estima que será la movilización más grande desde la asunción de Donald Trump, reuniendo a millones de personas en todo el país.
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