Escribe Aldana González
Tiempo de lectura: 3 minutos
Más de 3200 trabajadores de Boeing en Misuri e Illinois se declararon en huelga el lunes 4 en reclamo de salario, la jornada laboral y el fondo de pensiones que fue eliminado. La huelga -que está entrando en su segunda semana- ha paralizado la producción en tres fábricas de la zona de San Luis que fabrican los aviones imprescindibles para la maquinaria bélica del imperialismo estadounidense. La huelga atenta contra los planes del gobierno de Trump y se erige contra la empresa y contra la burocracia sindical -la Asociación Internacional de Maquinistas (IAM)- que respaldó la propuesta patronal y fue derrotada por 2 a 1 en la votación sobre la aceptación o rechazo de la misma. El 27 de julio los trabajadores ya habían rechazado una propuesta previa, por lo que la burocracia se vio obligada a ir a la huelga por primera vez en estas plantas en 30 años. El año pasado Boeing fue a huelga por siete semanas, pero en las plantas que producen aviones de pasajeros -30.000 operarios de la costa del Pacífico. Los establecimientos que ahora están en huelga son de defensa.
Los trabajadores denuncian que el 20% de aumento ofrecido sólo alcanza a algunos trabajadores y apenas cubre lo perdido por la inflación. Denuncian que un alquiler, por ejemplo, pasó de 2.500 a 3.000 dólares. La inflación es clave ya que la disparada que sufrió a partir de la pandemia se aceleró con los aranceles de Trump, que están actuando como un impuesto directo a los trabajadores y que le sirven para cubrir parte del rojo al descubierto por la baja de impuestos a los bienes personales que beneficia a los capitalistas. Con este nivel de inflación, el acuerdo -que es una propuesta a cuatro años- es inviable, porque además estipula un congelamiento para el segundo y tercer año. Los trabajadores también rechazaron el Horario de Trabajo Alternativo (HTA, siglas en inglés) propuesto por Boeing, que habría impuesto cuatro turnos consecutivos de 10 horas o tres turnos consecutivos de 12 horas y daría por eliminadas las horas extras y el plus por trabajar el domingo.
La huelga tiene un alcance político porque ataca el complejo militar-industrial estadounidense. Las plantas de San Luis se están reequipando para la producción del F-47, que el presidente Donald Trump ha designado como el "caza de superioridad aérea de próxima generación". La Fuerza Aérea ya tiene pedidos 98 cazas F-15EX, y Boeing pretendía acelerar la producción para la creciente escalada armamentística. Estas fábricas también producen armas para Israel, que está llevando a cabo un ataque genocida contra la población de Gaza y escala su intervención bélica en Medio Oriente. Fox News advirtió que una huelga prolongada podría interrumpir los plazos de producción de armas "cruciales para las futuras capacidades de combate aéreo". La empresa planificó un funcionamiento mínimo con carneros, pero no estaría afectando a la medida.
Esta huelga se da cuando Estados Unidos se pertrecha para la guerra mundial mientras -a conciencia de no saberse con la ventaja suficiente- pone paños fríos en sus conflictos proxy a fin de ganar tiempo sin perder municiones. Mientras aumenta un 5,7 %, su gasto militar -alcanzando los 997.000 millones de dólares-, y obliga a sus aliados a hacer lo propio, interviene poniendo en sala de espera cada uno de los conflictos en los que tiene metido la cola para hacerlos saltar en un futuro, en el momento oportuno. Es lo que pasó estos días en el Sudeste asiático cuando amenazó a Tailandia y a Camboya con aumentarles los aranceles si no cesaban en los ataques, y es lo que inútilmente viene intentando desde hace meses en Ucrania. Para financiar esta maquinaria de guerra, la administración Trump ha lanzado una batería de medidas contra la clase obrera: la motosierra contra Medicaid, los cupones de alimentos, la educación pública y la Seguridad Social. Para imponerlas se está valiendo de una campaña fascista extremadamente xenófoba.
Boeing es una empresa que tuvo problemas técnicos en sus aviones que causaron accidentes fatales con cientos de muertos -todos ocasionados por priorizar el lucro a la seguridad- y subsiste a fuerza de los subsidios del Estado. Se trata de una precarización que tiñe todos los aspectos de la producción y ahora arremete contra los trabajadores pulverizando la jornada de 8 horas. Desde 1998 a 2018, Boeing desembolsó 61.000 millones de dólares en recompras de acciones, lo que equivale a casi el 82 por ciento de sus ganancias, en gran parte obtenido con el ajuste en los estándares de seguridad.
Que la patronal y el Estado norteamericano no puedan garantizar un salario que mantenga la capacidad de compra de los trabajadores que tienen que mantener confidencialidad en una de las industrias claves del pertrechamiento bélico imperialista, habla de los flancos abiertos que deja esta política y del exceso de confianza que le tienen a la burocracia sindical para socavar a la clase obrera. A la huelga del año pasado, la IAM no solo logró encorsetarla y limitar sus alcances, sino que dejó pasar 17.000 despidos a modo de escarmiento. Por eso no es suficiente con obligarla a ir a la huelga, es necesario superar a la burocracia sindical.