Alimentación: la burocracia dice “no al 1%”, pero “sí al 1,8%”

Escribe Pablo Busch

La paritaria de un aparato sindical vaciado y desmovilizado.

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Tardíamente, el jueves 12 de junio se firmó la paritaria del convenio principal de los trabajadores de la Alimentación. El acuerdo suscripto entre la Cámara Empresaria (Copal) y la Federación (FTIA) contempla un aumento salarial del 1,8 % acumulativos para los meses de mayo, junio y julio, además de una suma No Remunerativa de $85.000, repartida en tres cuotas. Al finalizar el acuerdo, en el mes de agosto, una parte de esas sumas -$25.000- pasan al salario, lo que representa un aumento del 2,4 %.

El significado del convenio es que se ha acordado entre las empresas y la burocracia una profundización todavía mayor de los salarios de los trabajadores de la industria de la Alimentación. El salario inicial de convenio no llega a $1.100.000, al finalizar la incorporación de todos los aumentos en el mes de agosto. Lejos de emprender una lucha por recuperar lo perdido durante el año 2024 y el primer cuatrimestre del 2025, la conducción de la Federación -a cargo de Rodolfo Daer y Héctor Morcillo- firmó un aumento a la baja, sin lucha y sin deliberación. Aun en estos términos de miseria, la paritaria de la Alimentación podría correr riesgo de no ser homologada, como ocurrió con la paritaria de Comercio. Actualmente, finalmente rige a pesar de no contar con el aval del Ministerio de Capital Humano.

Durante el inicio de las discusiones, el sindicato convocó a una movilización a las puertas de la Cámara Empresaria, de la cual participaron esencialmente los aparatos de las seccionales y algunos cuerpos de delegados. Las consignas de la movilización eran “Alimentación dice no al 1 %” y “Queremos llegar a fin de mes”: la conducción del sindicato terminó diciendo sí al 1,8 %, y los trabajadores cada vez menos llegan a fin de mes.

En medio de las negociaciones, el Gobierno publicó el decreto antihuelgas, convirtiendo a toda la rama de la industria alimenticia en esencial, prohibiendo que las huelgas afecten más de un 50 % a la producción. El decreto le sirvió a la Federación de excusa para no convocar ni a un paro de 2 horas que lograra forzar una conciliación obligatoria y prolongar todavía más las negociaciones. “No podemos convocar a paros”, decían los dirigentes del STIA en sus pocas apariciones en las fábricas. El fallo que suspende el decreto antihuelgas de la jueza Fullana y la confirmación de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo, de todos modos, no modificaron la parálisis de la Federación y los sindicatos seccionales: con derecho a huelga reconocido o sin él, el STIA no convocó a luchar.

El convenio firmado agudiza todavía más la crisis sindical, que no es sólo de los trabajadores de la Alimentación, pero que en el STIA tiene una expresión generalizada. Los trabajadores, para llegar a fin de mes, deben matarse haciendo horas extras, algo que tiende a escasear por la recesión. El capital se come la cola, la crisis presente está en sus genes. Donde no hay extras, los trabajadores recurren al doble o triple empleo sea en changas, aplicaciones, montando negocios en sus propias casas o vendiendo en ferias ultraprecarizadas. En la ex Terrabusi hay un conflicto en puerta porque en el vestuario de la fábrica se había montado en los hechos una feria, como las que se reproducen en todas las estaciones de trenes del país.

Si ya existia una tendencia a la desafiliación del sindicato, ahora los trabajadores ven que desafiliándose consiguen un aumento del 2 % en sus salarios, todavía mayor que el conseguido por el sindicato en la paritaria. Es una situación potencialmente explosiva, porque las próximas iniciativas de lucha partirán del repudio generalizado a una burocracia sindical anquilosada. El sindicato está recorrido por procesos de lucha, despidos, atrasos en los pagos, ´procedimientos preventivos de crisis´, etc. Cada fábrica es una olla a punto de explotar. En todos ellos, el rol del sindicato está fuertemente cuestionado.

Si el sindicato no convocó a asambleas en las fábricas para aprobar o desaprobar la propuesta salarial, no es solo porque por principios no se someten a la democracia sindical, sino porque es claro que la aprobación iba a ser derrotada. El vacío de deliberación y lucha que dejan debe ser ocupado por el activismo, impulsando asambleas en los lugares de trabajo, votando pliegos de reclamos, coordinando acciones con otras fábricas cercanas.

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