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Los medios de comunicación vienen debatiendo hace varios días acerca de la caída de la natalidad. La discusión se generó por las afirmaciones de Milei en la AmCham, cuando dijo que esta caída debía imputarse al movimiento de lucha por los derechos reproductivos, fundamentalmente, el derecho al aborto. Específicamente dijo que a este movimiento se le había ido la mano “en atacar a la familia, a las dos vidas, y ahora estamos pagándolo con caídas en la tasa de natalidad. Ahora el miedo es que el mundo se quede sin gente.” El presidente esbozó una explicación de la recesión económica mundial a partir de este hecho cuando se refirió a que el aumento de la población estaba relacionado al desarrollo, es decir, al enriquecimiento de una sociedad. Estas declaraciones, se produjeron en el contexto de una publicación de la Universidad Austral, que investiga las modificaciones en la estructura demográfica de la sociedad argentina. El liberticida se sirvió groseramente de estos informes para atacar el desarrollo político del movimiento de la mujer trabajadora.
Según el informe, la natalidad en Argentina ha disminuido significativamente a partir del año 2014. La caída es de más del 40% en menos de una década y “da cuenta de una reducción notable en la cantidad de hijos por familia, que afecta la estructura y dinámica familiar, pero también a la proyección futura de la sociedad argentina” (1). Este fenómeno, produjo importantes cambios en la composición de los hogares. Aquellos que están compuestos por un solo miembro en 2022 duplican a los habidos en el censo 1991, lo que denota un crecimiento constante de hogares singulares en los últimos 30 años (INDEC). Por su parte la cantidad promedio de miembros por hogar ha disminuido, pasando de 3,6 (1991) a 2,9 (2022). Las bajas en la natalidad, también se reflejan en las estructuras de hogares con presencia de menores de 18 años. A nivel nacional, se ha llegado al 1,4 de promedio de hijos por mujer, observándose un descenso del promedio de hijos a medida que se avanza en años censales argentinos y un aumento de mujeres sin hijos (INDEC, 2024). También sucede que las mujeres son madres a edades cada vez más adultas, en la franja de edad entre 30 y 34 años, las mujeres con hijos nacidos vivos crecieron 10 puntos porcentuales entre 2001 y 2022. Mientras que la misma proporción disminuyó en las mujeres entre 20 y 24 años (INDEC). Otro dato no menor, es el incremento de las mujeres jefas de hogar: mientras en 1991 el 22% de las jefaturas era femenina, en 2022 este porcentaje fue del 49%. Las jóvenes generaciones son quienes motorizan este proceso, mujeres de entre 25 y 44 años. En los centros urbanos esta tendencia es sostenida en los últimos 9 años.
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Caída de la natalidad, fuente, Universidad Austral.
Por último, el informe refiere que ha aumentado la proporción de la población más envejecida. El índice de envejecimiento (cantidad de personas de 65 años y más por cada 100 personas de entre 0 y 14 años) en 2022 fue de 53, mostrado un incremento a lo largo de las décadas. Hoy este índice es de 60,55 (RENAPER, 2025). En este contexto, la participación relativa de las personas mayores llegó a 11,8%, 9,9 puntos porcentuales por encima de la de 1895. Así también, el índice de sobreenvejecimiento que en 1991 era de 6,6 en 2022 llegó a 10,4 con una marcada tendencia de feminización en este grupo poblacional (228 mujeres por cada 100 varones).
El informe de la Universidad Austral solo es un incipiente avance sobre las particularidades que tiene en Argentina un fenómeno que es global y que viene avanzando desde hace décadas. La Dirección Nacional de Población ya había afirmado en el año 2021, que esta caída de la natalidad se viene manifestando con saltos muy pronunciados desde 1980. En el balance del capítulo sobre natalidad del informe de marras, las autoras refieren que el cambio de comportamiento en la cantidad de nacimientos, comenzó a manifestarse a partir del censo de 1947. Hace años que la ONU, en sus diferentes variantes, viene estudiando este fenómeno. A partir de la década de 1960, el ritmo de nacimientos por mujer comenzó a desacelerarse, cuando la tasa de fecundidad pasó de su pico, 5,3 a 2,2 en la actualidad. América Latina es la región que ha registrado la mayor caída de la fecundidad a nivel mundial entre 1950 y 2024: un 68,4%. Por su parte, en Asia, el continente que le sigue, cayó un 66,2%, mientras que el promedio mundial llegó al 52,6%, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
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Índice de Fertilidad Global (Nacimiento de hijos por mujer)
La gran mayoría de los estudios en esta temática se han centrado en explicar la conquista de derechos reproductivos como un factor incidente en este fenómeno. Tanto el progresismo como la corriente de derecha explican la conquista de derechos reproductivos como la causa de la caída de la natalidad, solo que uno y otro consideran con distinta mirada este proceso. Del lado del progresismo, se afirma que la caída en la natalidad es un síntoma de desarrollo de la sociedad, en la medida en que denota la inclusión de la mujer en el mundo laboral (Página12, 27/05). Las mujeres, tendrían más posibilidades para planificar sus proyectos individuales: ser mamás de varios hijos, ser mamás de uno solo, o no serlo, definiendo simultáneamente si estudiar una carrera universitaria o desarrollar una carrera laboral. Para la corriente derechista, la caída de la tasa de natalidad es un síntoma negativo y culpa al movimiento de la mujer trabajadora por los derechos reproductivos, por la recesión económica. Esto porque la desaceleración del crecimiento poblacional, amenazaría el crecimiento constante del mercado de consumo. La caída del consumo mundial, se explicaría entonces, porque las mujeres trabajadoras, conquistaron el derecho al aborto, este es el planteo en el que ha hecho punta últimamente la ultraderecha y su versión criolla, Milei.
En su discurso en la AmCham, el presidente dedico 10 largos minutos a la cuestión “demográfica”, para decir que “...la Agenda 2030” era la responsable de la caída de la natalidad, en la medida en que “el rol de la población es fundamental en el crecimiento económico”, pues esta es la destinataria última de las mercancías. Entiende que el aumento del mercado de consumo “facilita la división del trabajo” porque el desarrollo de la productividad lleva al aumento de la escala de producción, y una escala en constante crecimiento solo podría encontrar mercado en una población en constante crecimiento. La agenda 2030 a la que asocia el movimiento por los derechos reproductivos, sería la responsable del cambio de una dinámica poblacional que se inició en el siglo XIX con las revoluciones industriales.
Milei “esbozó” una explicación histórica, afirmando que el aumento de la población vino primero, y el desarrollo después y que este aumento se habría producido por los avances en el área sanitaria y educativa, la cual sería superior a hace mil años atrás. Creyó anotarse un poroto al mencionar que es por este motivo que su gobierno daba tanta importancia al desarrollo de lo que entiende como “capital humano”. Pero la privatización de la salud y la educación, no son un beneficio sino una conculcación de derechos. Cabe recordar al liberticida, que el carácter público de ambos, es una conquista que llegó luego de las tenaces luchas del movimiento obrero de mediados del siglo XIX hasta esta parte. El Cartismo inglés, fue la vanguardia de este movimiento, cuando luchó por la enseñanza escolar a los niños de 6 años que eran barbarizados por las extenuantes jornadas en las hilanderías de Inglaterra, bien retratadas por Engels en su obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra”. Tampoco es correcto plantear que el crecimiento de la población permitió el desarrollo del capitalismo, este es un razonamiento mecanicista que delata al pensamiento mediocre, muy inferior a la explicación de la realidad por medio del razonamiento dialéctico, defendido como método de pensamiento por el marxismo. La dinámica de crecimiento de las poblaciones siempre ha estado asociada a la forma en la que estas organizaron su subsistencia y se organizaron políticamente. Así, la revolución que significó la domesticación de las plantas (agricultura), implicó el surgimiento de las primeras divisiones de clase, las sociedades con organización estatal y un salto poblacional respecto de la etapa anterior. Lo mismo valió para las sociedades esclavistas o para la sociedad feudal. Cada uno de estos cambios en la forma de producir y de organizarse socialmente, a lo que el marxismo ha llamado modos de producción, ha ido acompañado de saltos y estancamientos poblacionales, cuando no retrocesos. Las modificaciones demográficas deben observarse a la luz de los cambios de una sociedad dada, y de las transiciones que pueden estar indicándonos hacia otras. No se trata de que el crecimiento demográfico sea positivo o negativo, se trata de analizar qué nos está diciendo del régimen social en el que se da.
El comportamiento demográfico actual, debe enmarcarse en la etapa de decadencia del régimen social capitalista. En su etapa de expansión, durante la primera y segunda revoluciones industriales, el capitalismo empujó el crecimiento poblacional, que dio su segundo gran salto, luego de un largo estancamiento, durante el período de preparación y desarrollo de las primera y segunda guerras mundiales. Este salto, se asentó sobre la base del nuevo ciclo de acumulación capitalista surgido a partir de la destrucción de las guerras y del crecimiento exponencial de la deuda mundial, es decir, del capital ficticio, y comenzó a mostrar signos de desaceleración ya durante la década del 60 y del 70. En 1973 la crisis del petróleo fue la campana del inicio del fin de la recuperación de posguerra. Mantuvo una inercia sobre la base de la explosión de la economía en China y ya observa hace años también en el país asiático, signos de desaceleración. La tendencia decreciente de la natalidad, en el período actual, no está más que mostrando la declinación del ciclo iniciado con las dos guerras mundiales. De algún modo también, retomo el camino de estancamiento de principios del siglo XX. Es el síntoma de la declinación del régimen social capitalista.
A a luz de esta realidad, imputar al movimiento por los derechos reproductivos la decadencia del régimen social capitalista, es un ejercicio propio de una corriente reaccionaria. Cuando esta corriente, promueve el exterminio del socialismo, que propugna la superación de la sociedad capitalista, no estamos más que ante un ataque de características fascistas.
En un interesante informe del canal DW sobre América Latina, puede vislumbrarse una respuesta a cómo ven los trabajadores las perspectivas del futuro, un elemento determinante a la hora de pensar en tener hijos. Para explicar por qué decidieron no ser papás, muchos de los entrevistados respondieron que sienten que “no son capaces de garantizar un techo” o “salud” a su futura descendencia. Varios respondieron también acerca de la destrucción medioambiental. Los trabajadores tienen conciencia de la decadencia integral del régimen social. Algunos afirmaron que la cantidad de horas de trabajo los obstaculiza para acompañar “emocionalmente” a sus hijos. Las respuestas grafican un cuadro de sobreexplotación y empobrecimiento de la clase obrera. En su informe, la Universidad Austral presta escasa atención a esta situación. Afirma que la pobreza estructural bajó y que la pobreza medida solo por ingresos, también lo hizo. Los métodos de medición de la pobreza estructural utilizados por el censo 2022 fueron cuestionados por no profundizar en las condiciones de la salud, la educación, la vivienda, del barrio y del entorno ambiental en el que desarrollan sus vidas las masas trabajadoras. Más seria aún, ha sido la crítica a las mediciones de la pobreza en base a los ingresos, utilizadas por el INDEC a fines del año pasado, por otorgar mayor incidencia en la canasta familiar a productos que no tienen peso en el consumo cotidiano de los trabajadores y quitar preponderancia a los que sí lo tienen, que son los que más aumento de precios han tenido. Tomando estos datos, el informe afirma que la pobreza por ingresos se ubica en torno del 38%, representando esto una caída respecto de semestres anteriores. Pero para el Observatorio de la Deuda Social de la UCA esta pobreza aumento, ubicándose en torno del 49,9%.
El aumento de la pobreza estructural en Argentina, es un fenómeno que ha venido creciendo a paso firme desde la última dictadura militar. El deterioro del sistema sanitario, educativo, urbanístico y ambiental, acompañan todos los días la rutina de los trabajadores, que pasan horas en las guardias esperando atención médica que no saben si tendrán. En varios hospitales han sido cerradas las guardias pediátricas. En las barriadas más pobres del conurbano bonaerense y del interior, se convive con el hedor de las zanjas y el peligro de las plagas, mientras se pasa frío en invierno y se sufren las olas de calor en verano. Las jornadas de 10, 12 o 14 horas a que están sometidos los jóvenes, que son quienes primero se encuentran ante la decisión de ser padres y madres, por salarios de 400 a 600 mil pesos, obstaculizan por doble vía la paternidad, porque, de un lado, es un salario que como bien han dicho los jóvenes trabajadores del informe televisivo, no permite garantizar salud, vivienda y educación, y, de otro lado, no permiten a papá y mamá ejercer la dirección moral y la contención emocional de sus hijos… porque están todo el día trabajando. No hablamos aquí siquiera de la posibilidad de que esos niños estén en un sistema de guarderías y colegios de doble escolaridad donde puedan socializar y desarrollarse, porque no existe tal estructura educativa y porque la que hay es privada e imposible de financiar con salarios de pobreza. Es esta vida de “mala sangre”, la que sopesan muchos trabajadores a la hora de decidir ser papás o no. La experiencia cotidiana obstaculiza ella misma la procreación.
El retroceso en las condiciones sociales de existencia de las masas trabajadoras, en Argentina y en el mundo, están detrás de la caída de la natalidad y son el síntoma del agotamiento de un régimen social que no puede garantizar la subsistencia de la población. Esta no es la responsabilidad de un individuo que “no puede proveer”, se trata de una responsabilidad política, la de la clase que dirige la sociedad. Desde el DNU 70, pasando por la Ley Bases y el recorte presupuestario para el pago de la deuda, que ha llevado a la cuasi parálisis al sistema de la obra pública, pero también a la educación y a la salud, el gobierno liberticida ha empujado esta subsistencia a los límites existenciales. Pero el ataque a la política de bienestar social no es un libreto original de Milei, los golpes a todas estas áreas y, la más codiciada de todas, la previsión social, han sido propinados por todos los partidos patronales, incluyendo los nacionales y populares. En el mundo, esta política tiene una larga trayectoria desde los gobiernos de Reagan y Thatcher, y la guerra actual la ha llevado a fondo. El Secretario General de la OTAN, Mark Ruthe ha dicho que para “garantizar la paz” (lo que ellos llaman hacer la guerra) los estados deben invertir en defensa, y esa inversión depende “de que todas las áreas pongan un poco: salud, educación, etc.”. El imperialismo propone vaciar todavía más la política social para comprar más armas y pagar más ejércitos… que a su vez serán utilizados en la guerra, que causará más muertes. A esta corriente de pensamiento se adscriben los Milei, que dicen defender la vida.
Lo cierto es que un gobierno que, de un lado, promueve el empobrecimiento y la desdicha de las masas en favor de un grupo ultra reducido de intereses especulativos; y de otro, se alinea a nivel internacional con los Trump, Netanyahu, la guerra y el genocidio, no está a favor de la vida. El objetivo del discurso de Milei, en la AmCham, ha sido atacar al desarrollo político de la mujer trabajadora, que se ha expresado en los últimos años en la lucha por los derechos reproductivos y de las disidencias sexuales. El gobierno intenta crear una falsa división entre este movimiento de lucha y una abstracta “familia” a la cual ataca sistemáticamente, él, con una política criminal de recortes en el gasto social.
La respuesta por parte de la corriente feminista no ha ido al núcleo de esta política criminal; afirma que la mujer trabajadora ahora “está integrada”. La conquista de los derechos reproductivos, a no engañarse, no ha solucionado las profundas desigualdades de clase, que aún persiste, y que se han agudizado. La inclusión no llegó para la mujer que decide ser mamá de varios, de uno, ni de ningún hijo. Todas ellas, por su condición de trabajadoras, enfrentan los mismos agravios, la pobreza. Aquella que ha “decidido” no sufrir la explotación del hogar, sufre la explotación del régimen social, que la obliga a largas jornadas por míseros salarios, y se ve obligada a abandonar sus estudios por falta de tiempo. Para las madres, las espera otro flagelo, la de entrar en un período de guerras, que no tardará en separarlas, en muchas partes del mundo, de sus hijos. La emancipación de la mujer debe ser correctamente balanceada a la luz de la realidad concreta, sin concesiones.
Para que el futuro realmente luzca prometedor, la realidad debe ser cambiada de raíz hoy. Las socialistas luchamos por una sociedad donde la vida merezca ser vivida y esto implica un régimen social que promueva el saber y la superación de los individuos, que cuide y valore la vejez, la salud y el medioambiente en su total integridad. Hoy esa lucha, que es dura, consiste en construir el partido del socialismo, de la revolución y desechar un régimen social que de tan vetusto ha perdido hasta el futuro.