George Floyd, Los Ángeles 92, y la posibilidad de que ya nada sea igual

Escribe Hernán Moreno (Sociólogo UBA)

Tiempo de lectura: 3 minutos

El asesinato de George Floyd, a manos de la policía de Minneapolis, el pasado 26 de mayo, está provocando un levantamiento generalizado no solo en esa ciudad, sino en los principales bastiones de la comunidad negra en los barrios donde es mayoría.

Suele existir una tendencia a intentar comparar, y establecer puntos en común y diferencias con otros levantamientos de la población negra norteamericana, ante hechos de brutalidad policial.

Es importante no caer en una linealidad simple del conflicto, pero sí encontrar los elementos comunes que permiten comprender de manera más acabada a este último ascenso de revueltas, y así visualizar los elementos que pueden posicionar a la clase obrera norteamericana, contra la estructura de dominación burguesa y su estado imperialista.

En los últimos treinta años existen en la historia de la conflictividad racial norteamericana, hitos específicos de la protesta de neto corte de clase/raza.

Los Ángeles de 1992 es, hasta hoy, el máximo estertor en la lucha abierta de sectores de la comunidad negra contra la policía Angelina, que, tras dos días, se vio sobrepasada, y el Estado tuvo que recurrir a la Guardia Nacional ante la conmoción interna y la propagación del conflicto.

“L.A. Riots”, como se lo conoce, pueden ser analizado desde el presente, pues muestra no solo lucha y protesta defensiva (en respuesta hacia una amenaza previa de las fuerzas policiales), sino que implicó un control territorial específico de la ciudad, expulsando a la policía.

Solo luego de varias jornadas de violencia (59 muertes oficiales, y más de 2.000 heridos), y con la represión de la Guardia Nacional, se logró recuperar una zona geográfica específica donde los sectores más radicalizados de la comunidad negra (jóvenes, desocupados), en una alianza táctica novedosa con parte de la comunidad latina obrera de la ciudad, controlaron la situación.

Las enormes movilizaciones de los años 2014 al 2016, la consolidación del movimiento “Black Lives Matter”, luego de las revueltas en Fergusson, Baltimore, represión brutal mediante, y detención de cientos de jóvenes, sin embargo, no llegaron al nivel de control geográfico de territorio, como sí lo fue Los Ángeles del 92.

El contexto en que se desenvuelven hoy los levantamientos, si bien conserva el carácter de lucha abierta de miles de jóvenes de la comunidad negra en sus fracciones más oprimidas, vuelve a recrear en parte la alianza táctica con grupos sociales de comunidades también foco de la estigmatización, la violencia y la segregación. Latinos, y un sector de la comunidad asiática, confluyen con vastas capas sociales en muchas ciudades, pudiendo imprimir un tinte diferente, que rompa la lucha defensiva histórica, y actúe ofensivamente, agrupando a sectores duramente golpeados por el contexto de descalabro social y económico, dentro de la terrible pandemia del Covid19. Una crisis económica en ascenso, índices de desocupación solo comparables a la recesión del 29, millones solicitando seguros de paro (desempleo), y una crisis sanitaria y social sin precedentes en el país imperialista son factores que actúan mostrando en muchos habitantes del país la incompatibilidad de un sistema social agotado que no puede resolver las demandas más esenciales de su población, como son la salud, el empleo.

Quienes hoy chocan con la policía en las principales ciudades de los EEUU, encuentran un medio social de descontento creciente, hambre, miseria y la imposibilidad de asegurar sus condiciones de vida.

Condiciones donde la solidaridad obrera es un elemento que diferencia la muerte de George Floyd, con las revueltas de L.A.

En Nueva York el sindicato del transporte de pasajeros se negó a llevar detenidos en las protestas, y a transportar efectivos policiales. Una acción que recuerda la solidaridad de los chóferes de micros en el área de la Panamericana, negándose a llevar gendarmes y policías luego de las represiones a los obreros de la fábrica Lear.

El reclamo por la segregación racial y de clase, empalma con una tendencia creciente en grandes sectores de la clase obrera no blanca y acomodada, al hartazgo con el gobierno de Donald Trump, principal causa de miles de muertes en esta pandemia, muertes que golpean desigualmente a los sectores más precarizados, pobres y excluidos de la sociedad.

Desde la incipiente alianza entre distintos sectores (quienes sufren históricamente la violencia policial y la segregación racial, muchos de ellos parte activa de la clase obrera de EEUU) , puede romperse el freno y el cerco también histórico que ante estas manifestaciones, aglutina a una franja social amplia, de mayoría blanca, que se opone y recurre al establishment político, Partido Republicano, o el factor de contención política de la comunidad negra y las minorías, el Partido Demócrata, y así avanzar en la organización independiente de la clase obrera norteamericana, que rompa los canales que actuaron como válvulas de institucionalización e integración del conflicto, y choque contra todo ese sistema de opresión y explotación que normaliza y torna en estadística fría a quienes como Floyd cayeron a manos de la violencia policial.

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