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El imperialismo está interviniendo en Asia oriental, buscando marcarle el terreno a China.
La contienda militar desatada entre Tailandia y Camboya tiene como excusa una discusión territorial que existe desde la época colonial, pero tiene implicancias geopolíticas. Es una pieza más en la preparación del escenario bélico mundial, como hace poco tiempo lo fue el conflicto entre la India y Pakistán. El Sudeste Asiático es hoy una zona estratégica, vital para las rutas comerciales, las cadenas de suministro globales y el equilibrio regional.
El conflicto hasta ahora ha dejado al menos 15 muertos del lado tailandés y más de 120.000 desplazados. Ambos países comparten una frontera de más de 800 kilómetros, mal demarcada por el lápiz europeo.
Ambos tienen vínculos con China y Estados Unidos. Camboya fue protectorado francés, desde 1863 hasta 1953, y es más cercano al gigante asiático -con quien realiza ejercicios militares conjuntos-, mientras Tailandia logró mantener su independencia formal, siempre bajo la influencia de Estados Unidos, con quien tiene acuerdos de colaboración militar. Sin embargo, Tailandia depende económicamente de China y también adquiere de este país armamento militar.
Hay denuncias cruzadas sobre quien empezó los ataques. El jueves pasado Tailandia empleó aviones de combate F-16 para atacar posiciones camboyanas, después de denunciar el uso de minas terrestres, mientras que Camboya respondió con salvas de cohetes de fabricación rusa que impactaron en territorio tailandés.
El primer ministro camboyano, Hun Manet, elevó una queja formal al Consejo de Seguridad de la ONU. Malasia -actual presidente de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN)- pidió un alto al fuego. Camboya aceptó la propuesta, pero Tailandia ha puesto condiciones para poner fin a los combates. Militarmente está mucho mejor pertrechada. Mientras tanto, las relaciones diplomáticas entre ambos países empeoran: Tailandia retiró a su embajador en Pnom Penh y ordenó el cierre de varios pasos fronterizos clave.
Los enfrentamientos también son producto de crisis políticas en ambos países, alimentadas por el deterioro de sus economías, empeoradas por los aranceles impuestos por Trump. Camboya, que destinó el 40 % de sus exportaciones totales a Estados Unidos en 2022, enfrenta un arancel general de Trump del 36 % a partir del 1 de agosto.
Aunque Tailandia no tiene un superávit comercial semejante, pese a su alineamiento con Estados Unidos sufre la misma tarifa, en un contexto de fuerte desaceleración económica y crisis política.
La primera ministra tailandesa, Paetongtarn Shinawatra, está suspendida de sus funciones desde el 1 de julio y los nacionalistas monárquicos están reclamando su dimisión, acusándola entre otras cosas de ser blanda con Camboya. Por lo tanto, la crisis política interna de Tailandia también empuja, de momento, a una escalada en el conflicto.
Hun Manet asumió el cargo de primer ministro en 2023 en Camboya, tras unas elecciones generales en las que el Partido del Pueblo Camboyano de Hun Sen, su padre, afirmó haber logrado una “victoria aplastante” después de una campaña de represión contra la oposición política que continúa.
Los enfrentamientos actuales son los peores en más de una década.
En el gobierno de Estados Unidos se debate internamente la intervención en una probable guerra de Taiwan.
En vísperas de la publicación de la nueva Estrategia Nacional de Defensa de Estados Unidos, algunos expertos -como Dan Caldwell, exasesor del secretario de Defensa Pete Hegseth- han propuesto en un informe que Washington retire por completo a los 500 instructores militares destacados actualmente en Taiwán.
Sin embargo, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, advirtió que la guerra en el estrecho de Taiwan “podría ser inminente” y Mark Cancian, experto en defensa del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales con sede en Washington, estipula que el secretario de Defensa prioriza la defensa de Taiwán de una posible invasión china.
El Senado norteamericano votó la invitación a las fuerzas navales taiwanesas al ejercicio Rim of the Pacific (RIMPAC), que se celebra cada dos años y es el evento militar marítimo internacional más grande del mundo.
Este debate sobre la injerencia militar en Taiwan se produce al mismo tiempo que en la Isla se implementó una nueva edición del ejercicio militar Han Kuang, desde el 9 hasta el 19 de julio. Se trata del mayor ejercicio de movilización de la reserva en toda su historia. Parte de los entrenamientos tuvieron lugar en espacios públicos, como escuelas, templos, puentes y carreteras, incluso el metro de la capital, impregnándolo todo de una psicosis bélica.
Los ejercicios con fuego real, de 10 días de duración, son los más largos hasta el momento. Incluyeron simulacros de guerra híbrida, pruebas en la cadena de suministros y siguen a la entrega de una serie de nuevas armas, desde tanques hasta drones acuáticos no tripulados. Por primera vez, también se hicieron con nuevos sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS) fabricados por Lockheed Martin, junto con misiles tierra-aire desarrollados en Taiwán.
El presidente Lai Ching-te está aprovechando toda la demagogia bélica para manipular a la opinión pública e intentó revocar el mandato de 24 diputados de la oposición, algo que hasta ahora no está logrando.
El gobierno Trump presiona constantemente a Taiwan para que destine más recursos a Defensa. Actualmente, destina a ello el 2,5 % de su PIB y planea aumentar esa cifra a más del 3 %. Trump ha pedido que se eleve hasta el 10 %, muy superior al 5 % que Estados Unidos ha pedido a sus aliados de la OTAN.
Trascendió que el Pentágono está presionando a Japón y a Australia para que expliciten de qué manera intervendrían en una posible guerra entre China y Taiwan, lo que evidencia, también, la expectativa norteamericana por amplificar el conflicto.
En junio de este año, un buque patrullero británico navegó por el estrecho de Taiwán, que China reclama como parte de sus aguas territoriales, en un gesto de provocación que así fue leído por el gobierno de Xi Jinping. El gobierno taiwanés agradeció el gesto británico de apoyo. China también acrecentó los ejercicios militares en la zona.
La posición más fuerte dentro del trumpismo es la idea de replegarse al continente americano y descargar todas las responsabilidades de la guerra mundial sobre sus “aliados”, en miras de prepararse para un futuro bélico de mayor escala, mientras, a través de conflictos ‘proxy’ cada vez más cercanos a China, busca debilitarla.
