La mujer en este aniversario del #3J

Escribe Olga Cristóbal

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A 24 horas del quinto aniversario del 3 de junio, las trabajadoras discutimos -en pleno aislamiento por la pandemia, en pleno colapso social y sanitario- cómo intervenir planteando nuestras reivindicaciones y sobre todo, nuestros hartazgos: el coronavirus funciona como un gran espejo que refleja y magnifica las lacras del régimen social que nos oprime.

En estas horas, nuestras miradas se vuelven a los Estados Unidos, donde miles de hombres y mujeres de todos los colores desafían al fascista de Donald Trump y exigen justicia para el hermano caído, pero también exigen justicia para todas las injusticias: los millones de muertos del Covid -y sobre todo del gobierno yanky y de la medicina privada-, los millones de desocupados y hambrientos en el país más rico de la Tierra.

Las militantes del Plenario de Trabajadoras, en la Tendencia del Partido Obrero, sostenemos que el movimiento de mujeres ocupa un lugar principalísimo, como primera línea en la lucha no solo contra la pandemia sino contra la catástrofe social y sanitaria a la que un régimen social en descomposición nos arrastra. Enfermeras, médicas, docentes, trabajadoras de limpieza, trabajadoras del estado, de comercio, mujeres de las villas y barriadas se han plantado para defender el derecho de los explotados, de la familia obrera, a la vida, al alimento, a la atención médica, a la educación. Enfrentan a un gobierno que prometió “ponerles plata en los bolsillos” y terminó subsidiando al gran capital con los fondos de los jubilados.

Enfrentan a un gobierno que se apresta a firmar un acuerdo de deuda -impagable- que lleva a un ajuste brutal mientras se han perdido miles de puestos de trabajo y hasta las trabajadoras bajo convenio cobran salarios que no superan la línea de pobreza.

Ese enorme protagonismo de las trabajadoras, que se potencia en cada una de las grandes crisis, necesita de un programa de independencia política, sin un gramo de confianza en las variantes patronales, que sea capaz de unir la lucha de las mujeres con la del conjunto de la clase trabajadora, y ponerla en la perspectiva de la demolición de este régimen social.

Con ese propósito hemos impulsado actos por delegaciones con un programa independiente en las Plazas Políticas, pero entendiendo esos actos como un aspecto de un plan de lucha más amplio, que se propone abrir espacio al estado deliberativo que ya recorre a grandes sectores de trabajadoras.

Queremos discutir un pliego de reivindicaciones, sí, pero junto con una salida política propia.

Proponemos hacerlo en asambleas y movilizaciones a los municipios y en las barriadas donde tomen la voz las mujeres que luchan en las ollas populares, contra el hambre, contra la violencia, contra las redes de trata.

Proponemos hacerlo en asambleas y cartelazos en los lugares de trabajo de las actividades esenciales -como hizo el hospital Moyano el 28 de mayo- donde se pronuncien las trabajadoras de los call centers, de comercio, de la salud -primera línea en la lucha contra el coronavirus- que ven cómo se contagian sus compañeros porque las patronales privadas y las autoridades hospitalarias retacean los equipos de protección, porque los salarios miserables obligan al pluriempleo, porque las condiciones de trabajo las exponen a ellas y a los pacientes.

Proponemos un paro de pantallas que se convierta en asambleas virtuales de las mujeres licenciadas o en teletrabajo, que han perdido todas las reglas de sus convenios laborales y trabajan sin horario y sin franco mientras cuidan de sus familias. Y son amenazadas con descuentos salariales o directamente el despido.

Las direcciones de CTA y ATE se han opuesto con distintos subterfugios a estas medidas, intentando bloquear las iniciativas de delegadas antiburocráticas. La dirección “clasista” de AGD-UBA rechazó con argumentos administrativos llamar siquiera a una hora de paro en coincidencia con el horario del acto en Plaza de Mayo. Sin embargo, estas formas de lucha que ya se expresaron el 28 de mayo, han tomado nuevos bríos y alcanzan a numerosas trabajadoras de call center, de comercio, docentes, estatales, trabajadoras de la sanidad y de hospitales que ya recorrieron la experiencia de los paros de los otros 3J y no entienden cómo no hacer nada justo en éste.

Este año, las feministas kirchneristas -que suelen arrogarse la dirección del movimiento- brillan por su ausencia. Las dueñas del palco del 8 de marzo, las de los ultimátum a las trabajadoras clasistas, han pergeñado en soledad un breve documento en el que anuncian encuentros virtuales, subrayan que “no estarán en las calles” y repiten que se quieren libres, vivas y desendeudadas, una manera de declararse a favor del pago de la deuda porque cualquiera sabe que no hay otro modo de ser desendeudada que pagar las deudas. Muchas de sus intelectuales, artistas y funcionarias son signatarias de una inolvidable solicitada de respaldo a las negociaciones del gobierno de Alberto Fernández con los acreedores internacionales. En un momento donde las masas enfrentan la vida y la muerte por una catástrofe natural que el capitalismo agudiza, han dado la espalda al movimiento de mujeres.

Por otro lado, un bloque de organizaciones de izquierda -el FITU, el MAS y varias otras agrupaciones- convocó una “Asamblea de Mujeres y Disidencias” con la propuesta de movilizar a Plaza de Mayo. Nos sumamos a la asamblea y saludamos la iniciativa de dar el presente el 3 J en la calle, tomando todas las precauciones que exige la pandemia.

De esa Asamblea surgió un extenso documento que el PdT (T) resolvió firmar en defensa de un frente único de lucha y porque tenemos acuerdo con el pliego de reivindicaciones. Sin embargo, nos importa llamar la atención sobre algunos aspectos de ese documento que se distancian de una visión socialista de la liberación de la mujer.

El documento se dirige a las mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y no binaries es una triste concesión al feminismo identitario, que disuelve el colectivo de las mujeres y pone por delante de la pertenencia de clase a las diferencias de género, de etnia, de orientación sexual. La clase social, la identidad “trabajadora” es entonces una más de la infinidad de identidades que definen a un grupo social. Si las diferencias de género son lo mismo que las de clase, estamos a dos segundos de esconder al capitalismo y al régimen de clases detrás de los brumosos velos de una supuesta sociedad transhistórica patriarcal y el feminista “sexo contra sexo”. Encima, es una concesión a un fantasma, puesto que ni uno solo de los agrupamientos “identitarios”, en general rabiosamente filo k, se han sumado al acto de la asamblea.

No hay lucha consecuente por la liberación de las mujeres sin que esté colocada en el andarivel de la lucha de clases, en unidad con los hermanos de la clase y en la perspectiva del gobierno obrero.

Vamos por el aborto legal, contra el pago de la deuda y acuerdo con el Fondo, contra las suspensiones y despidos, contra los femicidios y la violencia, y vamos por todo eso, y por la construcción de un mundo que merezca ser vivido.

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