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Es frecuente presentar el ascenso de Milei al gobierno como la expresión de un “final de época”. El mismo concepto de un “un final de ciclo” lo comparte la corriente de Kicillof y quienes desde los márgenes quieren actualizarse e incluso ‘renovar’ al peronismo. Dos años después, esa ‘novedad’ pinta prematuramente caduca, como lo prueba la necesidad de los respiradores aportados por Trump y el FMI, y sus escasos resultados. En plena campaña electoral, no sólo se ha instalado una crisis financiera, sino una recesión espectacular. El semiciclo político iniciado en el derrumbe de 2001 no ha concluido: todavía está en la búsqueda de una salida. La magnitud de las contradicciones acumuladas no encontrará esa salida en el proceso electoral. Las listas que se presentan este domingo han sido reclutadas entre las “castas”, sean judiciales, sindicales o mafiosas. Es peor que “más de lo mismo”.
Aunque se ha escrito que Milei “se ha fagocitado al PRO”, lo importante es que ha entregado su lista a diferentes camarillas asociadas a la guerra imperialista internacional, para convertir a Argentina en cadete de la OTAN en América Latina. La cabeza de la lista de diputados porteños corresponderá a Alejandro Fargosi, un antiguo personero de la banda de jueces y fiscales que abogan por la liquidación del derecho laboral, el alineamiento con el clero y la instauración de un régimen de tutela judicial sobre la democracia política (“ficha limpia”). Escoltan a Fargosi dos representantes del sionismo: Patricia Holzman, de la fundación asociada al rabino Sergio Bergman; y Sabrina Amechjet, la encargada, en Diputados, de defender el genocidio palestino. Un economista y director del Jockey Club, Agustín Monteverde, completa los primeros cargos. En la provincia de Buenos Aires, ha sido confirmado José Luis Espert, un transeúnte entre las finanzas y el lumpenismo político, incluso asociado al narcotráfico.
Del otro lado, los aspirantes a rescatistas del derrumbe –“me van a llamar cuando todo se hunda” (CFK)- han rearmado su viejísima foto electoral. Los desplantes de Juan Grabois, amenazando con instalar una lista aparte del pejotismo han terminado en una farsa. Grabois ha quedado en tercer lugar en la provincia y, a la cabeza de la lista porteña, ha colocado a Itai Hagman. En el mismo cajón de manzanas se ha acomodado la burocracia del inmovilismo salarial del 1 % mensual -la judicial SIley, Moyano hijo, Palazzo, y el inefable Víctor Santa María, del sindicato de encargados de edificios (porteros) de la Ciudad. Sergio Massa optó por retirar su candidatura, aunque ha acomodado a varios de sus personeros en la lista bonaerense. En la cabeza de las listas, la “unidad” peronista ha colocado a figuras de segundo orden, un recurso para evitar la división. La tracción electoral de este rejunte es precaria.
El FITU ha decidido incorporarse al campo “testimonial”, tirando a la basura a la “renovación”, de todas las “generaciones”. Se ha engolosinado con la política de “las maniobras tácticas”, que lo han llevado a formar el Interbloque Frente de Izquierda Nacional y Popular. Nicolás del Caño y Romina del Plá se suman a una larga lista de candidatos testimoniales, en especial la casta de los intendentes bonaerenses. En un punto, este conglomerado es consecuente, porque para una campaña autorreferencial, carente de programa y estrategia política, no hay nada mejor que las candidaturas testimoniales.
Las elecciones de medio término han quedado retratadas en sus postulantes, un compilado de los responsables -históricos y presentes- de la descomposición económica y social que pagan las masas.