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Jorge Julio López, de 76 años, albañil, vecino del barrio Los Hornos, ciudad de La Plata, había ansiado la llegada de aquel día. El 18 de septiembre de 2006 se escucharían los alegatos en el juicio contra el ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz, uno de los más connotados represores de la dictadura militar. “Un asesino serial”, lo había calificado López durante su testimonio. Había estado secuestrado a su merced entre el 27 de octubre de 1976 -cuando fue desaparecido junto a otros militantes peronistas de la Unidad Básica “Juan Pablo Maestre”- y el 4 de abril de 1977, cuando fue ´blanqueado´ a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Pasaría otros dos años preso en la Unidad 9 de La Plata. Recién recobraría su libertad el 25 de junio de 1979.
La memoria de aquel calvario y el de sus compañeros había cimentado un fuerte compromiso: contar lo que había ocurrido, ponerle nombre y apellido a víctimas y victimarios, relatar el horror que había vivido en el llamado “Circuito Camps”. Lo hizo por primera vez en 1999, durante los llamados Juicios por la Verdad, luego en la llamada “Causa de la Comisaría 5ta” y, finalmente, frente a los tribunales, cara a cara con el genocida Etchecolatz, el 28 de junio de 2006. Su testimonio fue de una precisión escalofriante. Durante años había pasado dibujando croquis y reconstruyendo cada espacio donde había estado secuestrado. Pasó por los campos de concentración conocidos como “Cuatrerismo”, “Pozo de Arana”, “Comisaría Quinta” y “Comisaría Octava”. Relató los asesinatos de Norberto Rodas, Patricia Dell’ Orto y su esposo Ambrosio De Marco, en el “Pozo de Arana”. Señaló a Etchecolatz como el homicida de sus compañeros de cautiverio. “Patricia le gritaba ‘¡No me maten, llévenme a una cárcel, pero no me maten, quiero criar a mi nenita, mi hija!’, y ellos no, la sacaron. Y van a ver ustedes si algún día encuentran el cadáver o la cabeza, que tiene el tiro metido de acá y le sale por acá. Buum, otro tiro”, contó ante los jueces.
El día anterior a los alegatos, había hecho los arreglos para concurrir al juicio. También había preparado su camioneta cargada con herramientas de trabajo. Sin embargo, temprano, en la mañana del 18 de septiembre de 2006, salió de su casa a pie, caminó unas cuadras y su rastro se perdió desde entonces. Se produjo un impasse en el tribunal. El testigo Jorge Julio López había desaparecido por segunda vez. Nunca más se supo de él.
Al día siguiente de su desaparición, referentes de las organizaciones de Derechos Humanos de La Plata se entrevistaron con el gobernador Felipe Solá y su ministro Raúl Arslanián. Les exigieron lo obvio: que la investigación indagara en la ´Bonaerense´, en cuyas filas muchos seguían reconociendo a Etchecolatz como uno de sus ´caudillos´. La respuesta de Solá fue categórica: “No podemos poner en peligro la gobernabilidad de la fuerza”. Esa frase marcó el derrotero de la pesquisa judicial, que puso en tela de juicio a los compañeros de López -por “no haberlo cuidado bien”- en lugar de a la policía del ´gatillo fácil´. La bonaerense no había conocido ninguna purga. Centenares de policías que habían transitado por la dictadura militar continuaban vistiendo el uniforme en ´democracia´. El inefable Aníbal Fernández, sugirió que López se había “extraviado” o quizás se encontraba “tomando el té con su tía”. El gobierno de los Kirchner sumió su nombre en el silencio. Hebe de Bonafini, ya entonces completamente asimilada al kirchnerismo, también se ocupó de defenestrar a López y hasta de vincularlo a la propia policía. El reclamo por la aparición con vida de Jorge Julio López fue enarbolado, con firmeza, por Adriana Calvo, la fallecida dirigente de Asociación Ex Detenidos Desaparecidos. Finalmente, Etchecolatz sería condenado a prisión perpetua por sus crímenes. Durante la lectura del juicio por su paso por “La Cacha” -otro campo de concentración- exhibió un papel donde había escrito a mano el nombre de “Jorge Julio López”, en una provocación contra el tribunal que lo había condenado, sus víctimas y los testigos.
La memoria de López, la lucha contra los crímenes de la dictadura, la reivindicación de su figura y, sobre todo, de su valiente testimonio, cobran mayor relevancia hoy, bajo el gobierno de los seguidores de Videla, Trump y Netanyahu, enemigos de la humanidad.
