Escribe Mariano Hermida
Tiempo de lectura: 2 minutos
La huelga que convocó la CTERA este martes tuvo una adhesión baja en todo el país, excepto en Provincia de Buenos Aires. El último paro nacional docente ocurrió el 5 de marzo, hace más de siete meses. El kirchnerismo que conduce el principal sindicato docente del país dejó pasar todo el año de ajuste y ataque a las condiciones salariales y laborales.
En Buenos Aires y hasta cierto punto en CABA, el paro fue importante. SUTEBA lo instrumentó como un lavado de cara, luego de boicotear las huelgas convocadas por las seccionales opositoras y apoyar los descuentos y aprietes de Kicillof contra los docentes. En el resto del país, en cambio, tuvo un acatamiento dispar o directamente pasó desapercibido. En Santa Fe, algunos diarios se animaron a titular “clases normales”. En Salta también fue baja la adhesión, pero en este caso porque la docencia no quería apoyar a la burocracia de ADP, que no convocó a ningún paro contra Sáenz ni reclamó contra los descuentos y faltas injustificadas por los paros autoconvocados de julio. En Santa Cruz, donde la docencia sufrió el aislamiento de CTERA en su lucha de todo el año, la huelga fue dividida.
El paro fue de aparato. No estuvo precedido por ninguna asamblea, ni tampoco hubo reuniones de delegados para construirlo. La convocatoria vino de arriba hacia abajo. La consigna central fue “La escuela enseña y construye esperanza”, un oxímoron para no atacar al gobierno más antiobrero desde la dictadura a esta parte. Se trató de una medida aislada y sin proyección, con inocultable tufillo electoral.
En las provincias prácticamente no existieron manifestaciones. Todo se redujo a una movilización central de Congreso al Palacio Pizzurno, en Capital Federal, a la que concurrieron delegaciones de los sindicatos. De entrada, la lista Celeste ocultó la convocatoria a las bases de las escuelas, sin publicar horario ni carácter de la actividad. Luego informó que los micros estaban a disposición solamente para sus afiliados (?). La movilización transcurrió sin cortar totalmente la calle, adaptándose al protocolo represivo de Patricia Bullrich.
El acto en dónde tomó la palabra Sonia Alesso, la Secretaria General, duró treinta minutos, himno incluido. En su breve discurso, señaló que “no vamos a permitir que se siga avanzando sobre la escuela pública y los salarios de las y los docentes”, pero no indicó que medidas piensan tomar. Los reclamos de “devolución del FONID”, “reapertura de la paritaria”, “mayor presupuesto para educación” y hasta una nueva “ley de financiamiento educativo”, fueron por lo tanto abstractos.
Nuestra corriente participó de la actividad colocando el reclamo de un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar ($2.00.000) por cargo. Denunciamos el ajuste nacional y el que replican los gobernadores en cada una de las provincias. Denunciamos el pacto colonial entre Milei y Trump, que pone al imperialismo al mano de la política económica de la Argentina, que vendrá acompañada de nuevos golpes hacia los trabajadores. Marcamos la necesidad de autoconvocarnos para poner en pie una huelga general que derrote el ajuste de los liberticidas y sus socios en el Congreso.
La burocracia sindical kirchnerista decidió cerrar el año con un paro aislado sin programa y sin perspectiva de lucha. Quedó nuevamente expuesta la necesidad de superar a esta dirección agotada políticamente para que la docencia se abra paso con sus propios reclamos y métodos.
