Escribe El Be
Perdió una banca y alrededor de 400 mil votos.
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El domingo pasado, el FIT-U no logró renovar sus cuatro bancas en el Congreso Nacional; perdió una banca, la de Alejando Vilca (PTS), en la provincia de Jujuy. En la provincia de Buenos Aires, con el 5.2% de los votos, logró renovar las dos bancas de Del Caño y Romina Del Plá; en septiembre pasado, había perdido todos sus concejales. Ahora, obtuvo dos puntos menos del casi 7% que alcanzó en 2021 un retroceso de 600.000 votos en 2021 a 438.000 en la elección actual. En CABA aumentó su caudal de votos, al pasar del 7,75% en 2021 al 9,1%. Debido a la caída de la participación electoral, sin embargo, esa mejora se reduce a apenas unos 6.000 votos más -de 142.000 a 148.000 votos. Sin explicar estos números, el PTS la llamó “la mejor elección histórica del FITU en CABA”. Entre las elecciones de mediano término de 2021 y 2025, el FITU perdió unos 400 mil votos –de casi 1.3 millones a los recientes casi 900 mil. La “conquista de tres bancas” que festejó el FIT-U quiere decir la pérdida una, y la “mejor elección” (Jujuy) debe traducirse en una caída importante. La participación electoral en 2021 había sido de siete a ocho puntos superior a la actual.
Pasando de los números a las caracterizaciones, el FIT-U hizo, para el PTS, una “buena elección”, porque se produjo en “un clima conservador”. Esta conclusión es típica de un juicio sobre los hechos consumados. Un partido revolucionario se habría interrogado sobre su propio papel en la formación de ese supuesto “clima conservador”. Argentina atraviesa una suerte de ‘clima conservador’ en forma de serrucho, desde hace un período prolongado, lo cual no impidió que los resultados electorales nacionales de la izquierda fueran en ascenso desde 2011 a 2015. Como si se tratara de una peregrinación a lo largo del país, desde 2013, en Neuquén, Córdoba, Mendoza y Salta, luego en Jujuy, y más tarde en provincia de Buenos Aires, se conquistaron numerosas bancas en todos los niveles del Estado, que se fueron perdiendo una tras otra, confirmando aquello que “golondrina no hace verano”. El cretinismo parlamentario no servía a la penetración a fondo en la clase obrera, mientras el faccionalismo entraba en el SUTNA, la mayor conquista del clasismo en años. La fuerte definición clasista y socialista del FIT se convirtió en una mezcla inconsistente de ecologismo, feminismo e indigenismo, o sea identitarismo –que cruza a todas las clases sociales, por parte del FIT-U, como se llamó al acuerdo de aparatos con el MST ‘juecista’ (por el senador cordobés).
En septiembre pasado, la fenomenal derrota de Milei en provincia de Buenos Aires (que siguió a otras en Corrientes y Santa Fe) “el clima conservador’ no era invocado por nadie. Esas derrotas desataron la mayor corrida cambiaria desde el inicio del gobierno de LLA y la inminencia de una crisis financiera de gran porte. Parte de la oposición comenzó a cambiar de bando en las votaciones del Congreso y ganaban las luchas del Garrahan y las organizaciones de discapacitados. En este escenario, lo único conservador fue el FIT-U, que volvió a desplegar una campaña electoral ‘feminista’ (“tenemos el mayor número de candidatas”, insistía Bregman). En contraste, Trump y Bessent enfrentaron la crisis con una cruzada contrarrevolucionaria, que prometía el desangre político del país en el caso que fuera derrotado el liberticida; bajo esa bandera volvieron a las urnas un caudal de ausentistas conservadores en todos los rincones del país. Fueron unos cincuenta días de vértigo, en que había un solo equipo jugando fuerte –por una causa que la prensa del capital internacional ya daba por perdida. El balance pos electoral del FIT-U es incluso más conservador que toda su campaña autoencuadrada en “un clima conservador”.
Para el PTS, el mérito del FIT-U fue que “resistió en la polarización”. La cantinela de la “polarización” es el recurso que todos los partidos del FIT-U sacan a relucir en cada elección desde hace una década, y varias antes por parte de las cuatro corrientes morenistas, cuando los resultados no se condicen con las expectativas ni los pronósticos. Según el PTS, el FIT-U “tuvo que batallar contra enormes aparatos políticos que apostaron todo a presentar la elección como un balotaje”. Pero enseguida hacen esta ‘confesión’: la remontada del gobierno se basó en el fracaso de “la estrategia de pasivización y moderación del PJ y Fuerza Patria” (La Izquierda Diario, 27/10). El planteo no podría ser más claro: la responsabilidad por dar a las masas una salida al derrumbe económico le cabía al peronismo. Para el aparato del PO también, se trató de “una campaña [la del peronismo] marcada por una enorme inercia y pasividad políticas”, donde esa fuerza “entregó la elección de la provincia sin desarrollar ninguna campaña a fondo contra el gobierno” (Prensa Obrera, 27/10). La polarización, en definitiva, no fue tal, porque de un lado estaba la banca de Wall Street y el presidente del Pentágono y, del otro, una banda de haraganes tímidos. Durante la campaña, el FIT-U evitó desenmascarar al que, sin embargo, caracteriza como aparato poderoso, que hacía el juego a las huestes de Bessent y el JP Morgan.
Para el PTS, “una buena parte de la responsabilidad corre por cuenta de las cúpulas sindicales peronistas, la CGT y la CTA”, sin mencionar que son los partidos del FIT-U los que han hecho de furgón de cola de estas centrales. Para el PTS, “esa estrategia de pasivización y moderación, y en muchos casos de abierta traición, le hizo el juego a la derecha”. El FIT-U, sin embargo, tiene un acuerdo con el peronismo en Diputados, ¨el interbloque Frente de Izquierda Nacional y Popular¨, del cual el kirchnerismo quiere servirse para canjear la investigación de la estafa $Libra por un acuerdo acerca de la composición de la Corte Suprema.
Ha pasado suficiente tiempo como para que los militantes del FIT-U se indaguen acerca de esta experiencia en estado vegetativo, que tiene por finalidad presentarse a elecciones cada dos años para que, lo que ya se ha convertido en casta, consiga conservar sus puestos en el Congreso.
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