Por aumento de salarios y jubilaciones del 100 %; reincorporación de despedidos, reconocimiento compulsivo de los derechos de los seis millones de trabajadores ‘informales’. Nota de tapa de Política Obrera N°132, edición impresa.
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La “discusión” se ha puesto de moda.
La oposición dialoguista y, por sobre todo, el kirchnerismo y la burocracia de la CGT se avienen a ‘discutir’. La UOM (rama siderúrgica) viene ‘discutiendo’ un convenio vencido desde hace dos años.
‘Tutti quanti’ quieren ‘discutir’ la ‘reforma laboral’.
Se quiere ‘discutir’ algo que la lucha de clases ya ha resuelto hace doscientos años: las patronales quieren intensificar y alargar el tiempo de explotación de la fuerza de trabajo; la clase obrera, disminuirla.
La existencia de seis millones de trabajadores fuera de convenio no prueba que el convenio laboral se haya oxidado, sino que las patronales han impuesto un régimen ilegal con la complicidad del Estado, gobiernos, poderes judiciales y sobre todo la burocracia de los sindicatos.
La ‘reforma’ patronal no quiere elevar la condición de los no registrados, sino bajar la condición de los que lo están.
Las patronales quieren reducir en forma absoluta los llamados “costos laborales”, los obreros buscan reducir, pero sólo relativamente, las abultadas y crecientes ganancias patronales. La crisis del capital no la provoca ningún obrero, sino el capital mismo. Las patronales han aumentado en 13 puntos su participación en el Ingreso Nacional (al 63 por ciento). El ingreso del trabajo se ha hundido al 37 por ciento.
La mitad de la fuerza laboral sufre una súperexplotación que crece, mediante la ‘flexibilización’ de los tiempos de trabajo y la tercerización; la otra mitad, mediante el desconocimiento de toda norma laboral. Las patronales, el FMI y Bessent quieren emparejar hacia abajo. La ‘reforma’ quiere poner fin al convenio de trabajo por rama, para reemplazarlo por contratos por empresa e incluso por trabajador. Sin decirlo, declara la muerte de la organización obrera de fábrica, que debe velar por esos derechos. ¿Qué es lo que hay que discutir?
Es indudable que la negociación colectiva se ha convertido en obsoleta, pero como consecuencia de las razones contrarias a las que esgrime la patronal. La productividad del trabajo ha crecido en forma descomunal, como resultado de las innovaciones tecnológicas, pero la clase obrera no ha recibido ningún beneficio de ellas. La mayor productividad, sin embargo, desvaloriza, a término, el producto del trabajo: una contradicción que es inherente al modo de producción capitalista. Lo que abunda en términos materiales, escasea en términos de valor. Esta contradicción es insuperable, no la arregla una ‘reforma laboral’, sino la reapropiación, de parte de los obreros, del fruto de su trabajo. En sentido contrario, impulsa la tendencia a la súperexplotación. Este choque de planetas no se resuelve mediante la ‘discusión’, sino mediante la lucha. El desarrollo de estas fuerzas productivas habilita a la clase obrera a ir más allá de la negociación de salarios y condiciones de trabajo: plantea que se haga cargo de la dirección de la producción y de una economía planificada.
Nos enfrentamos a una lucha e-xis-ten-cial. No podemos renunciar a nuestros medios de defensa, incluso después de muchos retrocesos. Es una lucha por la vida. Abajo las ‘discusiones’ de kirchneristas y burócratas, o incluso de izquierdistas que ofrecen ‘contrapropuestas’. Hay que aplastar la ‘reforma laboral’ en cualquiera de sus variantes, mediante la lucha. Una lucha por un salario mínimo de dos millones de pesos: por un aumento de salarios y jubilaciones del ciento por ciento; por la jornada de ocho horas; por la organización obrera en los lugares de trabajo, o sea, con delegados electos y asambleas; por la igualación de los salarios entre ‘permanentes’ y tercerizados. Una lucha que sirva para desarrollar una dirección auténtica de la clase obrera, es decir, socialista y revolucionaria.
