Escribe Laila Araceli
Tiempo de lectura: 1 minuto
Víctor falleció mientras cumplía su horario laboral en la fábrica Rigolleau, cuando se le cayó una bolsa de arena encima. Sus compañeros cuentan que desde la fábrica ya salió sin vida, aunque la patronal quiso ocultarlo.
Sin la indumentaria necesaria -ni guantes ni botines y con overoles viejos- para trabajar con vidrio y sin ningún tipo de medidas de sanidad y seguridad -ni antes ni durante una pandemia- lo que le sucedió a Víctor no es más que el resultado del abandono patronal y del Estado a la clase trabajadora.
Varios de los obreros trabajan, aunque tengan enfermedades respiratorias, hernias o aún bajo el peligro de que una chapa dentro de la misma planta le corte la vena de la muñeca. La impunidad de esta patronal de añares es enorme.
El sindicato, dominado por la patota de Valdéz, sólo se encarga de amedrentar a cualquiera que levante la voz por sus derechos. Hace apenas dos días llegaron a los empujones a una asamblea al grito de "laburen, maricas" cuando se planteaba el cese de actividades por casos de coronavirus.
Rigolleau, que fabrica botellas para bebidas alcohólicas y copas, truchó certificados para llamarse "esencial" durante la pandemia. Ahora, los casos de coronavirus rondan la decena de trabajadores. En Cattorini -fábrica gemela situada en Quilmes- ya hay casos en siete sectores distintos y un trabajador en estado crítico.
La organización de los trabajadores por su vida es fundamental por el cese de actividades para cumplir la cuarentena y testeos para todos y sus familias con el sueldo al 100%, por medidas de seguridad e higiene, y para sortear todas las trabas de la patota de Valdéz a la organización obrera por sus derechos.
Justicia por Víctor.