Escribe Patricia Urones
Viraje de su política “ambientalista” en el contexto de la guerra arancelaria.
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La COP se encuentra en un proceso de vaciamiento avanzado. A principios de esta semana, la presidencia de la COP 30, ejercida este año por André Correa Do Lago, presentó el borrador de acuerdo para ser discutido y votado por las partes que componen la conferencia. En el último día de negociaciones, Alemania y Francia salieron a plantear que el borrador era imposible de firmar. La negativa fue acompañada por el secretario del clima de la UE Wopke Hoekstra, quien mencionó que un acuerdo que no contemple una hoja de ruta para salir de los combustibles fósiles era “inaceptable”. Clarín informó que “según un negociador que prefiere permanecer en el anonimato, China, India, Arabia Saudí, Nigeria y Rusia la han rechazado de plano” (21/11), refiriéndose a la hoja de ruta.
Desde la COP 21, realizada en París en 2015, cuando se fijó como objetivo ideal desarrollar políticas de mitigación que mantengan el calentamiento global por debajo de los 1,5º C y evitar que sobrepase los 2ºC, han pasado ya 10 años. La característica fundamental de las discusiones anuales de los Estados Parte de la convención contra el cambio climático ha sido desde ese entonces, evitar toda resolución que implique acciones concretas de desmantelamiento de la industria energética fósil. El hecho de que 2024 haya sido el primer año en más de 170, en que se superó el aumento de la temperatura promedio anual en más de 1,5º, y de que Guterrez haya reconocido el fracaso del Acuerdo de París, pudo haber alimentado las ansiedades de los países de Europa para presionar por esta hoja de ruta. Pero las ambigüedades de la misma UE en cuanto a sus políticas de mitigación hacen pensar que su actitud rupturista en el último día, responde a un viraje de su política, luego del retiro de Estados Unidos del acuerdo de París y en el marco de una guerra arancelaria. 00
Lo sustancioso del borrador se refiere a tres puntos sensibles, el problema del financiamiento de la mitigación y la adaptación; el problema de la mitigación y la lucha contra el calentamiento global; y el problema de las barreras arancelarias. Este último punto, de cosecha propia de Lula y los Brics es el que arroja luz sobre las verdaderas diferencias que dividen las aguas en esta COP.
1. Financiamiento
Respecto del primer punto, el borrador retoma las discusiones en las que quedó la COP 29 y que refieren al problema de quién paga los costos de la crisis climática. Tanto la infraestructura necesaria para la mitigación, como para la adaptación requieren de financiamiento. El texto propone “triplicar la financiación para la adaptación proveniente de fuentes públicas para 2030/2035 en comparación con los niveles de 2025” y, con este norte, “establecer un programa de trabajo de tres años en Belem”. Esto se suma a la financiación acordada en la COP 29 para la mitigación y que tiene como objetivo llegar a 1,3 billones de dólares para 2035, provenientes de fuente públicas y privadas.
Las diferencias entre los estados parte se profundizaron respecto de este punto. Los mandatarios de los países más pobres han reiterado su reclamo de que los países más ricos -haciendo referencia a Estados Unidos y Europa principalmente- son los responsables de la mayor parte de la emisión de gases de efecto invernadero y que deben hacerse responsables de los costos del pasivo ambiental. Por su lado, los países de la UE, reclaman que algunos países del “Sur Global” han cambiado de jerarquía, refiriéndose a China, y que están en condiciones de elevar sus aportes.
Lo cierto es que los países imperialistas, o han dejado de aportar a la lucha contra el cambio climático, o han reducido notablemente la financiación. Mientras Estados Unidos directamente se ha retirado del acuerdo de París y ha retirado cualquier aporte financiero, la UE se resiste a elevarlo. Solo por dar un ejemplo, el portal de noticias alemán DW, señalo que Alemania aportó en 2024, 6.000 millones de euros, mientras que el canciller Friedrich Merz dejó la COP la semana pasada sin aclarar cuál será el aporte de su país al fondo para la protección de bosques tropicales creado por esta conferencia. Lula mencionó en la apertura que “los hombres que van a la guerra”, en clara alusión a Trump, entenderían, de seguir siendo parte del acuerdo de París, “que es más barato invertir 1 billón de dólares en poner fin a la crisis climática, que invertir 2 billones en armas para ir a la guerra”. Por su parte, Petro, en la cumbre y unos días antes de la reunión de la CELAC en Santa Marta, afirmó que Europa no debía dejarse llevar por Trump y debía invertir en infraestructura de renovables en vez de seguir alentando la energía fósil, refiriéndose a la reorientación de la política energética europea, que, luego del comienzo de la guerra arancelaria de Trump, redujo sus gastos en la compra de tecnología renovable china y los aumentó en la compra de GNL a Estados Unidos. El aumento de los gastos en energía fósil, más cara, estadounidense de un lado, y el aumento de las inversiones en la industria armamentista, están en la base de las explicaciones del descenso de los aportes a la acción climática por parte de los dos financistas más importantes.
2. Mitigación
El borrador retrocede respecto del acuerdo de 2023, firmado en los Emiratos Árabes Unidos, cuando finalmente se habló de un “alejamiento” de los combustibles fósiles, y no de un abandono, una diferencia semántica que obligó a la presidencia a extender varios días más la conferencia. El texto actual ni siquiera menciona el problema en términos de qué hacer con la producción de combustibles fósiles, sino que hace referencia al subsidio de los mismos: “Insta a las partes a que trabajen juntas para eliminar progresivamente, lo antes posible, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles…”. Esto, cuando de los informes preliminares de la tercera tanda de NDC entregadas hasta el momento, surge que no solo se mantiene una brecha importante entre las políticas planificadas por los Estados y las necesarias para mantener una trayectoria de reducción de GEI coherente con la mantención del calentamiento por debajo de los 1,5ºC, sino que esta brecha, va camino a aumentar en los próximos años.
Un bloque de países encabezado por Colombia, pero entre los que se encontraría la UE con Francia y Alemania a la cabeza, amenazaron con rechazar este acuerdo. La Ministra de Ambiente de Colombia, Irene Vélez, declaró que la omisión del “cierre de la frontera petrolera para 2040/2045 es un negacionismo climático”. La ministra tomó las palabras del mismísimo presidente de Brasil, Lula, cuando planteó al comienzo de la conferencia que esta “era la COP de la verdad”, oponiendo el estatus científico del concepto de calentamiento global generado por el hombre al negacionismo climático de Trump. Sin embargo, es esta misma presidencia de Brasil la que ha omitido en el texto una alusión tajante al problema de los combustibles fósiles. Lula mismo ha dicho que el no encuentra ninguna contradicción, en su trabajo por acelerar la transición energética siendo un estado petrolero. Plantea que los países en desarrollo tienen derecho a progresar y que, la riqueza petrolera debe servir para financiar la acción climática. Pero la renta petrolera, en el mundo, no se dirige a la inversión en energía renovable, sino a la especulación financiera.
El comisario del clima de la UE Wopke Hoekstra planteó que era inaceptable esta ausencia. Las posiciones irreductibles por parte de la UE, ¡la más moderada!, llaman la atención luego de 10 COPs sin una definición tajante respecto de la cuestión de los combustibles fósiles. También llama la atención proviniendo de un ex funcionario de la petrolera Shell. La UE ha retrocedido varios casilleros en la transición energética hacia tecnologías bajas en emisión de carbono. Primero, con la guerra en Ucrania y la destrucción del Nord Stream 2, se vio obligada a comprar GNL más caro a Estados Unidos y, ahora, con la guerra arancelaria de Trump, se ha visto obligada a cancelar la ruta de inversión en renovables chinas. La tesis de la seguridad energética y de sus cadenas de suministro, impuesta a fuerza de golpes por las barreras arancelarias del napoleón norteamericano, ha llevado a Europa a aumentar sus proyecciones de emisión de CO2 en su sector energético, para el futuro, luego de varios años consecutivos de inversión en la transformación de su matriz energética hacia las renovables.
Hoekstra había declarado el año pasado que el impasse de las negociaciones acerca de la financiación de la COP 29 se debían al “contexto geopolítico”. El funcionario de Von Der Leyen sabe perfectamente que la transición energética no se discute abstraída del escenario internacional. Su fundamentalismo anti-combustibles fósiles, busca torpedear al que aparece como el mayor impulsor en esta COP, Brasil, y por intermedio de este, a China y los BRICS. Pero también lo hace porque no quiere retroceder en otro casillero, en la competencia por los mercados de alimentos.
3. Las barreras arancelarias
El último punto de discusión ha sido la novedad de esta conferencia, y en el radica el núcleo de las diferencias de la misma. En su última carilla, el borrador del acuerdo plantea una serie de opciones a elegir respecto de la relación entre “clima y comercio”. En una de estas opciones, plantea que “las medidas adoptadas para combatir el cambio climático, incluidas las unilaterales, no deben constituir un medio de discriminación arbitraria o injustificable ni una restricción encubierta del comercio internacional”. El punto alude a los aranceles al carbono impuestos por la UE a los productos alimenticios provenientes de actividades agrícolas realizadas sobre suelos cuyo uso ha sido modificado (deforestación). En realidad, la inmensa mayoría de las actividades agrícolas se realiza sobre otroras ecosistemas naturales que tenían otra función hace 30, 50, 100 o 500 años. La UE ha prorrogado los permisos para la utilización de agrotóxicos en sus campos por diez años. Los aranceles al carbono de la UE, buscan levantar una barrera a los alimentos importados desde América Latina, que tienen precios mucho más competitivos que los producidos por las granjas europeas. La barrera busca proteger la producción local, algo que va en contra de la mentada “libertad de comercio” tan vociferada por la ONU. Esta barrera se pone levantando la bandera de la defensa del Amazonas.
Lula llamó a no ver al Amazonas como “una entidad abstracta”. Llamó a observar los desafíos sociales y económicos de sus 50 millones de habitantes y a tener en cuenta esta realidad a la hora de pensar en una adaptación justa. Es una forma de justificar su lucha contra los aranceles europeos, detrás de la bandera de las “particularidades” de las naciones a la hora de enfrentar el cambio climático. El presidente de Brasil oculta que no son las comunidades ancestrales ni tradicionales las que talan el Amazonas, sino los grandes ganaderos y productores de soja y las grandes empresas forestales y mineras. Las “particularidades” solo podrían ser tenidas en cuenta a la hora de la lucha por el cambio climático, si la propiedad de los campos de soja, de ganado o los campos petroleros en actividad, fuera controlada por los trabajadores, y no por el capital, que solo querrá expandir esa producción a costa de la renta producida.
El punto de las barreras arancelarias no solo ha dado en el corazón de la política europea, cuyo acuerdo de comercio con America Latina está frenado desde hace 10 años por este problema. Ha dado también en el corazón de la mismísima política mundial, dirigida por el imperialismo norteamericano, cuando Trump ha pegado el volantazo hacia la guerra arancelaria contra China en el último año. La guerra arancelaria y la guerra militar son gemelas, y la primera irá marcando los tiempos de la segunda. Es llamativo que Lula pusiera este punto en los borradores del acuerdo, porque, esto si, es inaceptable de ser firmado por la UE, que es aliada de Estados Unidos en su cruzada contra China. En realidad, Lula ha hablado en nombre de los BRICS. Los BRICS, un intento de China de reagrupar detrás de sí a un conjunto de países emergentes muy importantes del “sur global”, se han declarado contra la guerra arancelaria y por la “libertad de comercio”. La libertad de comercio, en la era del capital financiero, es imposible, y China lo sabe, porque ella misma es una economía altamente concentrada en un grupo de pulpos subsidiados por el Estado.
La aparición del problema de la guerra arancelaria en el borrador del acuerdo ha venido a mostrar que las contradicciones capitalistas han llegado a un punto explosivo, de manera tal que no solo no hay acuerdos ni posibilidad de “transacciones” sino que cada iniciativa de un lado, lleva a la ruptura del otro lado. Hace un año, desde estas páginas, dijimos que “De un modo general la falta de acuerdos en materia de “gobernanza” o “las peleas” están expresando que la política capitalista cerró su etapa de “diálogo”, como mostró la cumbre del G20, y muestra signos de ensimismamiento. El régimen político europeo tiende a un repliegue, de la misma manera que lo hace el norteamericano… El vaciamiento progresivo de las discusiones al respecto y de la misma conferencia, revela que la política burguesa comienza a recorrer otros caminos y “lenguajes” aún no totalmente definidos, pero que tienden a una resolución de la crisis capitalista por la fuerza. La discusión sobre el cuidado ambiental no tiene cabida cuando se comienza a dibujar en la cabeza de “los líderes” este horizonte.”
La actitud rupturista de la UE, la más impulsora de todas de la cumbre climática, muestra las contradicciones irreconciliables del régimen social capitalista con el cuidado del medioambiente, porque él mismo, lleva en sus entrañas, la pulsión destructiva de la naturaleza y de la humanidad.
Continuará...
COP 30 y sus contradicciones insalvables Por Lucas Giannetti, 19/11/2025.
