Escribe Joaquín Antúnez
El gobierno de Boric y la “nueva izquierda” confirma su derrumbe al perder por casi 20 puntos.
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En una elección con una participación cercana al 90 % del padrón electoral, el ultraderechista José Antonio Kast se ha impuesto sobre la candidata oficialista Jeannette Jara, del Partido Comunista, por casi 2 millones de votos. En la primera vuelta, Jara había logrado la primera ubicación sobre ocho candidatos sin alcanzar más de un 27 % de los votos. Kast, por su parte, había orillado un 23 %, su salto electoral está atado al “préstamo” de votos gracias al apoyo completo de los candidatos de la derecha, Evelyn Matthei y Johannes Kaiser. El llamado a votar nulo o blanco de Franco Parisi, quien sumó 2,5 millones de votos en la primera vuelta, fueron a parar mayoritariamente a la derecha, el voto blanco y el nulo se ubicaron en el 7 %.
El último tramo de la campaña electoral estuvo atravesado por la intensificación de toda la agenda colocada por la derecha en la primera vuelta. Jara, quien se había comprometido a renunciar a su militancia en el PC si ganaba las elecciones, fue cediendo terreno ante todos los embates reaccionarios de su contrincante. El balotaje, lejos de exponer la creciente tensión y polarización social que se grafica en cada reportaje que le realizan a un trabajador en los medios de comunicación, fue una concentración del discurso más reaccionario de cada candidato. Jara cerró su campaña exigiendo la caída del gobierno de Maduro. Que haya rechazado la invasión estadounidense es un sinsentido, puesto que la caída del gobierno será obra de dicha intervención.
Chile atraviesa una crisis migratoria muy aguda, que la derecha ha explotado por su ángulo represivo. Kast en cada intervención recuerda los días que faltan para su asunción, el 11 de marzo próximo, día en el que, promete, comenzará a deportar inmigrantes sin papeles. Se calculan que unas 300.000 personas viven de manera irregular en el país, pero lejos de ofrecer garantías a su derecho de asilo -la enorme mayoría son venezolanos que huyen de las condiciones paupérrimas de existencia en su país- el gobierno de Boric ha prometido organizar un recuento de los inmigrantes y dejar una decisión final al próximo gobierno. Kast ha propuesto tipificar como delito la inmigración sin papeles, simplemente para reforzar su campaña fascista. Se ha apoyado en la percepción de un aumento de la inseguridad y la actividad de bandas asociadas sin pruebas al narcotráfico, que han generado un estado de crispación en los territorios del norte del país donde se encuentra la frontera terrestre con Perú.
En los días previos a la elección, las oficinas de migración constataron un aumento significativo de las salidas del país. Perú, bajo un gobierno fuertemente represivo, ha decretado la emergencia en la frontera y busca impedir el traslado de migrantes venezolanos a su país. Se ha creado un escenario de crisis humanitaria en la frontera de Chile-Perú. El ultraderechista Kast no pierde oportunidad para asegurar que el día de su asunción comenzarán las deportaciones, en una clara violación de los derechos humanos más elementales.
Detrás del problema migratorio y la inseguridad, el gobierno de Kast ha planteado un fuerte ajuste fiscal, un recorte cercano a los 6000 millones de dólares del presupuesto público. En los últimos días de campaña, un senador electo por su fuerza política llegó a declarar que si presentan el plan de gobierno antes del 11 de marzo, no los vota nadie, confesando la idea de un plan reaccionario y antipopular: despidos de trabajadores estatales, “optimización” de recursos públicos, privatización más profunda de la educación, la salud y las jubilaciones. Otro punto central es la quita de impuestos a la clase capitalista, que solo puede ser absorbida con una sobrecarga de las clases medias y trabajadoras.
Esto plantea un fuerte choque con su propio electorado, las clases medias urbanas y rurales, que han votado ante el hastío de un gobierno “de izquierda” incapaz de imponer ninguna de las reivindicaciones de la rebelión popular de 2019.
Las entrevistas a votantes de Kast demuestran que su núcleo duro es muy limitado, la enorme mayoría de los votantes en la segunda vuelta se inclinó por “un mal menor”. Cuestionado por sus lazos familiares con el gobierno de Pinochet, donde su hermano mayor fue ministro de Finanzas, y la pertenencia de su padre al partido nazi y la Wehrmacht (ejército alemán) en la segunda guerra, Kast siempre fue presentado como un candidato difícil de digerir, incluso para el electorado derechista. Cobijado políticamente por la derecha tradicional, la Unión Democrática Independiente (UDI), logró en su tercer intento por llegar a la Casa de la Moneda (residencia presidencial) cosechar el apoyo de importantes figuras de la ex Concertación, la tradicional fuerza de centroizquierda, como el expresidente Eduardo Frei.
Al mismo tiempo, ha abandonado en su discurso cotidiano las cuestiones más reaccionarias de su programa y creencias personales, asociadas a las alas más conservadoras de la Iglesia. Ha prometido en campaña no anteponer restricciones al aborto legal de tres causales, respetar el matrimonio igualitario y otras legislaciones de los gobiernos “progresistas”. En la primera vuelta, estas posiciones fueron atacadas como una claudicación ante la cultura “woke” por el otro ultraderechista, Kaiser.
La población chilena, que mostró una gran preocupación política, ha castigado a una “nueva izquierda” incapaz de ofrecer una salida a las penurias cotidianas que viven los trabajadores. Los índices de desempleo se mantienen en niveles prepandemia, un 8 % de la población. Las jubilaciones mínimas, que son las que percibe el 85 % de los jubilados, son catalogadas como una miseria. El fracaso del proceso constituyente, la gran promesa de Boric, selló la suerte del gobierno, fundamentalmente, en su tentativa de rescatarlo con un pacto con la derecha.
La clase obrera chilena ha intervenido sin una fisonomía de clase, mientras sus partidos históricos se han confinado a las altas esferas gubernamentales. La Central Única de Trabajadores (CUT) se volcó a fondo por la campaña de Jara, pero sin desarrollar una movilización de trabajadores (asambleas, plenarios, agitaciones). No ha preparado el terreno de una lucha contra la ultraderecha; por el contrario, su entrega sistemática ha empujado a una buena parte de trabajadores a votar por Kast.
La victoria de Kast confirma un escenario de intervencionismo y alineamiento con el gobierno estadounidense de Donald Trump. El aislamiento político de Venezuela, Colombia y Cuba se ha vuelto más manifiesto. Este elemento fundamental tampoco fue colocado por la candidata ´comunista´. Refuerza la necesidad de una tenaz campaña y una lucha contra el imperialismo en todo el continente.
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