Elecciones presidenciales en Chile: acosadas por el espectro del levantamiento popular de 2019

Escribe Joaquín Antúnez

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La campaña electoral en el marco de las elecciones presidenciales y parlamentarias chilenas tiene a cuatro candidatos de derecha y extrema derecha que se reparten cerca del 70 % de la intención de voto. La candidata oficialista, aunque el mote la incomode, a pesar de su condición de exminstra de Trabajo, es la dirigente del PC Jeannette Jara, que se ubicaría cercana al 30 % de los votos, que las encuestas indican como su techo electoral. Los demás candidatos no reúnen más del 5 %. Jara anunció que en caso de ganar las elecciones abandonaría su condición de militante del PC.

Los principales candidatos de la derecha (Evelyn Matthei, Chile Grande y Unido, José Antonio Kast, del Partido Republicano, y Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario) se disputan abiertamente el pase al balotaje. En las últimas semanas, las encuestas mostraban un ascenso de Kaiser, acercándose a Matthei y a su ex mentor Kast. En el plano parlamentario, Kast y Kaiser han presentado una lista común para el Congreso. Si bien ninguno de los tres candidatos supera claramente el 20 % de la intención de voto, en un balotaje se descuenta un vuelco masivo de los votantes al candidato opositor que surja para enfrentar a Jara. Es, por cierto, muy probable, pero no inevitable.

Los postulantes -ocho en total- se vieron las caras por última vez en el debate presidencial del lunes 11 de noviembre, que estuvo precedido por otros de formato similar. En el mismo, la palabra más utilizada fue “orden”, seguida de “emergencia”, “delincuencia” y “recortes”. Completaba el lugar de las más utilizadas la palabra “fracaso” -por Gabriel Boric-. Las elecciones chilenas del próximo domingo 16 de noviembre serán las primeras con voto obligatorio. Algunos especialistas vaticinan que el caudal de votantes se verá aumentado en 6 millones de personas, con relación a 2022. Diversos institutos sitúan la participación electoral entre el 85 % y un 95 % del padrón (un total de 15,7 millones de ciudadanos). También votarán 800 mil inmigrantes residentes, en su mayoría venezolanos. Según los mismos organismos, el 85 % ya habría definido su voto para la primera vuelta – que ganaría Jara- .

El ascenso de los candidatos de la extrema derecha, Kast y Kaiser, es mirado con recelo por las principales figuras del establishment político y económico chileno. Más de 100 exconcertistas (por la Concertación, la fuerza que hegemonizó la restauración democrática) han respaldado la candidatura de Matthei. Entre ellos, figuran exministros de Michelle Bachelet. La Democracia Cristiana integra la coalición oficialista de Jara.

La campaña de Matthei ha estado centrada en un “retorno a la normalidad política”, luego de la rebelión popular de octubre de 2019. En términos de propuestas concretas, reclama la “mano dura contra el terrorismo”, “recortes públicos” y reconstruir los acuerdos políticos que permitieron el retorno a la democracia. Matthei es hija de un reconocido general del gobierno de facto de Pinochet.

En cuanto a la extrema derecha, José Antonio Kast ha ido ‘aggiornando’ su discurso sobre el matrimonio igualitario, el aborto legal y la pastilla del día después. Su contrincante, Johannes Kaiser defiende los valores de la Iglesia. Kast sitúa su plan de ajuste en 6.000 millones de dólares a ser ejecutados en 18 meses. Por su parte, Kaiser asegura que en el mismo plazo puede “ahorrar” 12.000 millones de dólares. Los dos abogan por despidos masivos de empleados estatales, privatizaciones más profundas, rienda suelta a la destrucción ambiental en materia de minería y pesca. En materia de seguridad, las propuestas se acercan a una dictadura policiaco militar. En lo esencial, las candidaturas de la extrema derecha siguen el libreto de Trump, Bolsonaro y Milei.

Matthei denuncia el narcoterrorismo del “Tren de Aragua”, para ganar votantes venezolanos exiliados. Kast ha llegado a proponer construir un muro y una fosa kilométrica en la frontera, para prevenir la inmigración.

Esta derechización no ha dejado afuera a la candidata “comunista”. Ha cedido en numerosos puntos ante la derecha, centralmente, en materia de seguridad. Propone “atacar la ruta del dinero ilegal”, en sintonía con Lula. En un punto crucial, el sistema de jubilaciones privadas de los fondos de capitalización (las odiadas AFP), defiende la política que impulsó como ministra de Trabajo y Previsión: una defensa férrea del actual sistema privado, con leves mejoras en la contribución estatal a los trabajadores precarizados y las mujeres. Ha señalado, de nuevo, que planea abandonar su militancia comunista de cara al balotaje. Reconoce que su pertenencia al Partido Comunista de Chile ha despertado “incomodidad” en el electorado.

La prensa chilena no ha perdido el tiempo para agitar ´la llegada del comunismo´ a la Casa de la Moneda si Jara se impone en las elecciones. Las encuestas desmienten esta posibilidad o la reconocen como súbitamente remota. Lo que se encuentra ausente es la conclusión política del ciclo político abierto en octubre de 2019 y el fracaso de la centroizquierda en el gobierno. Oculta la traición a todas las reivindicaciones populares levantadas por las masas en el proceso revolucionario.

La derechización del escenario político chileno tiene sus particularidades. Todos los candidatos entienden que el propósito debe ser el cierre del ciclo abierto por el levantamiento popular de octubre de 2019, pero se dividen al extremo a la hora de cómo hacerlo. Ninguno cree que se pueda volver al período que lo precedió, a riesgo de reencenderlo. Las condiciones económicas no son auspiciosas, y menos cuando se toma en cuenta la guerra arancelaria y financiera internacional –incluido el ataque militar de Trump contra Venezuela-. La modificación de todas las plataformas políticas tradicionales rs un reflejo de este impasse. El balotaje consagrará presidente al que obtenga más del 50 % de los votos, pero entre candidatos que promedian el 30. Tanto Kast como Kaiser han anunciado “gobiernos de emergencia” –el escenario parlamentario, que se elige en el primer turno, será desfavorable para todos– desde la contrarrevolución de derecha como de ‘izquierda’. La gran burguesía financiera de Chile reclama un gobierno de coalición entre Kaiser y Kast.

La domesticación del ciclo revolucionario ha sido un proceso político complejo y cargado de contradicciones. Lo encabezó la izquierda al ofrecerle a la derecha el salvavidas de una Constituyente, condenada, por eso mismo, al fracaso. Sobre las ruinas de este proceso, incluido un plebiscito constitucional, se montó el gobierno contrarrevolucionario de la “nueva izquierda” y el partido comunista, de Boric y Jara; Jara se va ahora del PC. La política del que fuera un gran partido de la clase obrera, para salir del ostracismo al que lo confinó el pinochetismo y el centroizquierda en las décadas ‘democráticas’, lo ha llevado al pedestal que buscaba, pero en beneficio directo del gran capital y el imperialismo. Nada imprevisible.

América Latina mira con interés las elecciones del domingo, porque son parte de un volcán. Ofrecerán un registro deformado de la influencia de las fuerzas en presencia, pero no son parte de una salida, sino de un impasse de mayor envergadura.

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Chile: a cuatro meses de las elecciones presidenciales El convulsivo escenario electoral en una crisis de régimen. Por El Be, 01/08/2025.

Revista EDM