Escribe El Be
El convulsivo escenario electoral en una crisis de régimen.
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El 16 de noviembre se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Chile. El actual presidente, Gabriel Boric, cuyo cargo no permite presentarse a una reelección sucesiva, dejará La Moneda en marzo de 2026. Todos los sondeos de principios de año indicaban que Boric no pasaría la banda presidencial a un sucesor de su mismo espacio político, dado el bajo índice de aprobación de su gobierno, con un techo del 30 % en el mejor caso, dejando al ultraderechista José Antonio Kast (Partido Republicano) como el más probable presidenciable. Las encuestas reflejan hoy otra realidad, luego de que el bloque oficialista realizara sus elecciones internas y emergiera como candidata la comunista Jannette Jara (Partido Comunista), contrariando todas las encuestas. A cuatro meses de las elecciones, todos los medios hablan de una elección polarizada, tanto desde el punto de vista de la paridad electoral como de los extremos ideológicos que representan las dos principales figuras de los candidatos del sistema político chileno.
Las elecciones internas del bloque de partidos que gobierna actualmente (los únicos que definieron a su candidato presidencial con este método bajo un pacto denominado Unidad por Chile), que tuvieron lugar el 29 de junio pasado, enfrentaron a Gonzalo Winter (del Frente Amplio, apadrinado por Boric), Carolina Tohá (del Partido por la Democracia, favorita en las encuestas al inicio de la campaña y apoyada por el Partido Liberal, el Partido Radical, el Partido Socialista y la Democracia Cristiana), Jaime Mulet (de la Federación Regionalista Verde Social, definido como un partido regionalista y ecologista) y Jeannette Jara (del Partido Comunista y apoyada sólo por Acción Humanista).
Si bien los medios destacaron el carácter excepcional e inédito de que un miembro del PC encabezara la lista del bloque ´progresista´, considerando a este partido el de más extrema izquierda de la coalición y advirtiendo en los reparos de los otros partidos en apoyar a alguien de ese partido, la realidad es que Jara tiene un largo historial de integración al Estado y participación en diferentes gobiernos desde la democracia. Luego de presidir, en su juventud, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile, fue una de las caras visibles de la integración por primera vez en la historia del PC en un gobierno del bloque progresista durante la segunda presidencia de la socialista Michelle Bachelet (2014-2018), integrando ella misma, entre 2016 y 2018, la subsecretaría de Previsión Social. Su paso por la función pública continuó en 2022, cuando fue designada como ministra del Trabajo y Previsión Social por el actual presidente Boric, desde donde alcanzó aun mayor notoriedad pública. El PC en su conjunto ha dado sobradas muestras de garantía institucional en el gobierno actual; de hecho, los comunistas ocupan puestos muy relevantes con Camila Vallejo (portavoz), Nicolás Cataldo (Ministro de Educación) y Jaime Gajardo (Subsecretario de Justicia).
Los resultados de esta primaria (las únicas que tuvieron lugar en Chile) arrojaron varias conclusiones. En primer lugar, la victoria de Jara fue contundente, obteniendo un 60,5 %, seguida por Tohá con un 27,6 %. Otro hecho destacado es que Winter, el representante del Frente Amplio de Gabriel Boric, apenas alcanzó un 8,9 %. Los medios han coincidido en que estos resultados significan un duro golpe contra las fuerzas más “moderadas” de la coalición, que “quedan subyugadas nuevamente a los sectores radicales de la izquierda” (El País, 29/6). Jara, sin embargo, se ha encargado sistemáticamente de espantar cualquier temor a su supuesta radicalidad. Luego de que el presidente del PC, Lautaro Carmona, dijera que le gustaría “una nueva Constitución, sin ninguna duda, y espero que Jeannette Jara la empuje”, la ahora candidata presidencial no tardó en rechazar esta idea a través de su cuenta de X: “Quiero ser sumamente clara: no haremos compromisos que no podamos cumplir. Otro proceso constituyente no está en las 20 medidas programáticas propuestas para Chile”.
La elevación de una candidata del PC a la cumbre del bloque de fuerzas progresistas y, por ende, a una posible presidencia nacional está estrechamente vinculada a la imagen negativa de la actual gestión de Boric, por un lado, pero también a una debacle de carácter histórico de dos de los pilares del régimen en el campo progresista, como son la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Este último (el partido de Salvador Allende y de las dos veces presidenta Bachelet) obtuvo en las últimas elecciones municipales apenas el 6 % de los votos a nivel de concejales. La DC, que puso a los primeros dos presidentes del retorno de la democracia (Aylwin [1990–1994] y Frei [1994–2000]) en las últimas elecciones presidenciales de 2021 alcanzó apenas el 4 % de los votos. Aunque es el partido más renuente a hacerlo, es probable que la DC decida ir detrás de la candidata del PC, por una razón muy simple: de inscribir una lista propia, este partido estaría poniendo en juego su propia existencia política y legal. El derrumbe de los partidos del régimen que gobernaron desde la vuelta de la democracia explica la emergencia del PC como último recurso de contención.
Las dificultades, sin embargo, son mayúsculas. La aplastante victoria de Jara en las internas arañó apenas 825.456 votos, sólo 132 mil votos más con los que Daniel Jadue, también del PC, perdió las primarias frente a Boric en 2021. Estas elecciones internas no sólo se trataron de la definición del candidato oficialista para noviembre, sino que fueron una prueba piloto de la capacidad de movilizar a un electorado a las urnas en unas elecciones no obligatorias. La participación general estuvo muy por abajo de la de 2021. A modo de comparación, en noviembre deberán votar 15 millones de chilenos. Así, según todos los analistas, las primarias oficialistas estuvieron marcadas por la bajísima participación. Para El País (29/6), “este nivel de participación, sin embargo, no alcanza para asustar ni de lejos a las derechas y, por el contrario, representa una señal de debilidad”.
Por fuera del oficialismo, el resto de los candidatos tienen hasta el mes de agosto para inscribir su postulación. Entre aquellos que confirmaron su participación están Evelyn Matthei, de Chile Vamos, considerada como la “derecha tradicional”; José Antonio Kast, del Partido Republicano, de la derecha emergente y conservadora al estilo Milei; Johannes Kaiser, del Partido Nacional Libertario, de extrema derecha; y Franco Parisi, del Partido de la Gente (PDG), definido como populista. Ni Kast ni Kaiser aceptaron ir a primarias, como los desafió Matthei en su momento. Las dos candidaturas más competitivas de la derecha son Kast y Mathei. Esta última, que aparecía como favorita hace algunos meses, vio su candidatura desinflarse de a poco, dejando a Kast como el que tiene más probabilidades para noviembre. Éste, a su vez, sumó el apoyo del Partido Social Cristiano, una formación ultraconservadora vinculada a las iglesias evangélicas. Previo a la emergencia de Jara, la idea de una segunda vuelta entre los dos principales candidatos de la derecha aparecía como el escenario más probable. Este panorama, incluso, todavía no está del todo desechado, aunque Jara aparece ahora como segunda en las encuestas, detrás de Kast.
A pesar de que todavía no se descarta la posibilidad de que se forje una alianza entre las candidaturas derechistas a nivel parlamentario (tienen tiempo hasta el 18 de agosto para presentar la candidatura), la tensión entre estos representantes de la extrema derecha ha escalado en el último tiempo. Matthei acusó Kast de llevar adelante una “guerra sucia y asquerosa” en redes y anunció que recurrirá a la justicia debido a la “campaña de desinformación” que Kast levantó en su contra a través de diversas cuentas en redes sociales anónimas donde se cuestionó su salud mental en videos que, dijo, fueron editados de manera intencional para perjudicarla. La candidata aludió a más de 70 cuentas bots que tienen en su perfil la foto de Kast.
La polvareda levantada por la interna de la derecha llevó a que 167 figuras del empresariado chileno, junto a seis exministros del Gobierno de Sebastián Piñera, publicaran una inserción en el diario El Mercurio, llamada “Carta abierta a José Antonio Kast, Evelyn Matthei y Johannes Kaiser y a los dirigentes y candidatos al Congreso de la oposición al gobierno”, donde hacían un llamado a “trabajar unidos por un programa y una lista parlamentaria”. “Chile necesita un cambio y si actuamos unidos tenemos la oportunidad histórica de ganar la Presidencia y el Congreso para lograr ese cambio. Si lo hacemos desunidos corremos el riesgo de perder ambos y profundizar la crisis que enfrenta Chile, con la presidencia a cargo de una militante del Partido Comunista y un Congreso afín a sus ideas”.
Según los sondeos, la principal preocupación del electorado chileno estaría centrada en el crecimiento de la inseguridad y el delito, que escaló en los últimos años y que algunos medios vinculan a pandillas de narcos llegadas desde Venezuela. Se trata de un escenario propicio para la campaña de la derecha. Kast promete emular al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y realiza una campaña xenófoba, prometiendo construir, a lo Trump, una barrera fronteriza contra los inmigrantes. El Financial Times tituló un artículo sosteniendo que “la extrema derecha chilena avanza mientras la violencia de pandillas transforma las elecciones” (20/7).
Pero, a pesar de liderar todas las encuestas, Kast, que ya perdió en la segunda vuelta contra Boric en 2021, todavía tiene un largo trayecto que recorrer hasta noviembre. Su partido todavía carga con haber sido el principal referente del segundo proceso para cambiar la Constitución que fue rechazado en 2023. La historia también juega en contra del oficialismo, ya que desde 2006 ningún presidente entrega el mando a un sucesor del mismo signo político.
En este escenario, además, ha irrumpido nuevamente el imbatible movimiento estudiantil chileno. Los secundarios de Santiago se encuentran movilizados y con tomas de colegios contra la política represiva del alcalde Mario Desbordes. Los estudiantes llevan más de una semana de procesos de asambleas y deliberación en un nivel que recuerda los mejores momentos de la lucha de los pingüinos. Mientras los candidatos del régimen tienen los ojos puestos en noviembre, el desarrollo de la lucha de clases aún no ha dicho su última palabra.
