Cuatro semanas: un informe crítico sobre la pandemia

Escribe Maxi S. Cortés

Tiempo de lectura: 2 minutos

La relación entre el progreso exponencial de los contagios y la situación de internacionales en el AMBA proyecta, en un plazo de un mes, un cuadro de colapso sanitario. Un examen de la situación de la CABA, hospital por hospital, da cuenta de ello.

En el Hospital Muñiz, la ocupación de camas ya alcanza el 60%, mientras que, en el Cemic, la ocupación es del 90%. Los hospitales Fernández y Argerich (dos de los cuatro más importantes) ya están a tope. En el Durand, los trabajadores piden más respiradores para la internación. En el Penna deben abrir una nueva sala: días atrás, una paciente proveniente del Hospital Moyano, con Covid-19, murió en un pasillo.

Según datos oficiales, en el Moyano hay más de 30 contagiados y otros tantos en el Borda. Todo el personal tercerizado del Moyano está afectado, mostrando la parte más cruel de la flexibilización laboral del Gobierno y de los sindicatos cómplices. Un brote de tres contagios en el Tobar García encendió luces de alarma para los trabajadores. En los hospitales de Salud Mental, las consecuencias pueden ser irreparables.

En la Maternidad Sardá, hay ocho contagios. En el Fernández, superan los 30, y según uno de los sindicatos, suman 60. Apenas por debajo se encuentra el Ramos Mejía, en situación de colapso. Completan este panorama unos 15 casos en el hospital Piñero.

La primera línea de trabajadores está sufriendo todas las consecuencias de este cuadro, sobre su salud y su vida. Murió otro compañero, esta vez en el Durand: Julio Gutiérrez, de 56 años de edad, enfermero perteneciente al grupo de riesgo. Tarde le llegó la licencia a Julio y a su esposa, también personal de salud, quien se encuentra en terapia intensiva por Covid-19. Rodríguez Larreta fue a visitar el hospital y tuvo que escapar cuando los trabajadores lo increparon. Ginés García, ministro de Salud, reconoció que se debió haber comenzado antes con los testeos. Recién ahora se está testeando en el Moyano y en el Argerich, pero ya hay servicios totalmente cerrados o con todo el personal en cuarentena. En este momento, una sola persona testea una enorme fila de gente en el Argerich. Los insumos siguen siendo escasos y de mala calidad en la mayoría de los hospitales: los trabajadores deben gastar sus magros sueldos para comprar equipos. Los trabajadores del Hospital Udaondo trabajan envueltos en bolsas de nylon, para no morir.

El tratamiento con plasma -es decir con sangre que contiene anticuerpos para los enfermos en peor estado- está disponible sólo en seis hospitales. Entramos en la fase crítica del pico ascendente y los insumos, las camas, los respiradores y los tratamientos no alcanzan para todos. No queremos protocolos para elegir a quien salvar. Queremos que se centralice todo el sistema de salud privado y público bajo tutela del estado. Queremos que los nuevos protocolos sean discutidos en comités integrados por trabajadores electos en asamblea de todos los servicios, porque, como se ha comprobado en la mayoría de los hospitales, todos los insumos fueron arrancados por el reclamo de los trabajadores, que no están dispuestos a resignar sus vidas y la de sus pacientes en aras de la miseria presupuestaria de los gobiernos.

Queremos los kits de alta seguridad para poder seguir atendiendo. Queremos aumento de salario ya y las licencias por grupo de riesgo.

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