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Lo que todas las organizaciones que integran el PSC consideraron sin pudor “como una extraordinaria jornada nacional de lucha” ha devenido en una escandalosa pelea faccional, con denuncias cruzadas de todos sus integrantes.
Las respuestas cruzadas entre el aparato del PO, Izquierda Socialista, el MST y el PTS ha puesto de manifiesto que la convocatoria a la marcha a Plaza de Mayo, que finalmente devino en una conferencia de prensa, en el marco de una autopretendida jornada de lucha, arrastraba una crisis política desde su propia convocatoria. El MST denuncia ahora que las diferencias también existieron previamente, cuando el PSC había disfrazado un supuesto plenario presencial frente al Ministerio, en una radio abierta.
El PSC tiene una falla estratégica de origen, que consiste en pretender que es un eje o referencia para la clase obrera, por la única razón de considerarse a sí mismos “combativos”. A esto hay que añadir que se trata de una coalición oportunista, en primer lugar, porque sus integrantes emparchan sus diferencias en lugar de proponerlas al debate, y en segundo lugar porque esas diferencias no las conoce nadie, como consecuencia de su inconsistencia; tampoco han pasado la prueba de los hechos. El PSC no ha reclutado nuevas fuerzas, a pesar de la crisis enorme que ha atravesado Argentina desde la creación de ese conglomerado, hace más de dos años, sino que retrocede ostensiblemente. Antes de la pandemia convocaba al movimiento social del Polo Obrero a las manifestaciones, para disimular las esmirriadas filas de militantes y activistas que lograba reunir. El PSC ha sido conservado en formol, como una colateral electoral del FIT-U, aunque sin la participación de quien es exhibido como ´líder´ - el PTS. Lo que hoy es la tendencia del PO advirtió contra esta deformación, cuando propuso en su lugar una campaña por coordinadoras y congresos de bases – empezando por los sindicatos y activos sindicales en los que tiene participación la izquierda. Las movilizaciones minoritarias y auto referenciales son un método inefectivo de lucha de clases, y sirven como paraguas de sellos electorales que hacen obrerismo democratizante. No es esto lo que critican los críticos de las convocatorias reconvertidas en charlas con periodistas.
El PO, créase o no, acusa ahora al MST de “insensibles al pulso de nuestra clase”, una verdad que se convierte en mentira cuando la lanza el que adolece de lo mismo. Para el aparato del PO el pulso de la clase obrera no se recupera desde hace mucho tiempo, por eso ha hablado, junto al PTS, de “planchazo” - ahora encimado por la cuarentena. Para concluir este juego de paradojas y contradicciones, el PSC quedará barrido a la primera ola de luchas obreras generalizadas, de las que no podrá ser fuerza motriz.
La brutal pelea faccional que se ha desatado muestra que cada organización utiliza el PSC con beneficio de inventario. El MST, al poco tiempo de ingresar al FIT-U, ya ha entrado en un cortocircuito que se reproduce en la mayoría de los frentes donde milita. No sería extraño que su experiencia con el FITU dure lo que con Proyecto Sur de Pino Solanas o el ‘proyecto progresista’ con Luís Juez. La ‘movida’ del MST frente a la UIA, paralelizando la fallida marcha a Plaza de Mayo, fue autorreferencial; la izquierda democratizante tiene un déficit de auto estima. Los participantes del PSC no llevan mandatos de asambleas, plenarios o congresos, no involucran a la clase – la única forma de tomarle el pulso -.
La lucha faccional desatada debido al fracaso de la acción del 16 de junio debería advertir a los dirigentes obreros del PSC de que la previa deliberación de los trabajadores que dicen representar es una condición necesaria para avanzar en la lucha y la organización.
El PSC se ha transformado en un campo de rencillas cuando hay una vastísima inquietud en los lugares de trabajo debido al fracaso de la cuarentena y al concurso de acreedores en que ha entrado la totalidad de la clase capitalista. Argentina funciona bajo el esteroide de la emisión monetaria.
Los militantes de los diversos partidos de izquierda tendrán razón si consideran esta crítica como destructiva – se equivocan, en cambio, si la entienden como liquidacionista. Liquidacionista es pretender sustituir con sellos, coaligados o no, la acción de las masas agrupadas en los sindicatos en cada lugar de trabajo, y la de las no sindicalizadas que necesitan y buscan un camino de organización.
Hoy mismo tenemos desafíos concretos: una intervención de masas en todo el territorio que va de Villa Constitución a Reconquista, en Santa Fe, pasando por San Lorenzo y Rafaela, por la crisis de conjunto que plantea la quiebra de Vicentin. Está abierta una gran lucha contra los pulpos cerealeros y los bancos que los financian, y una lucha política contra el intento del gobierno, que ofrece una salida a los capitalistas atrapados por la crisis, y quiere arrastrar a los sindicatos a servirle de furgón de cola. No es una política para este combate lo que está discutiendo el PSC.
El otro desafío tremendo, el primero de todos, es la lucha de los trabajadores de la salud, que más allá de Sanidad, cómplice de las patronales, tienen numerosos cuerpos de delegados y sindicatos que enfrentan una situación catastrófica en una cuestión neurálgica. En este terreno hay una situación de vida o muerte - la cuarentena de los Fernández y de los Larreta los tiene en cuenta para precarizarlos más.
Los litigios del PSC exponen el estado actual ideológico y político de la izquierda democratizante, y la distancia entre sus intereses políticos electorales y las necesidades políticas de combate de las masas.