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Wirecard es una de las principales empresas financieras de Alemania. Se dedica a procesar los pagos con tarjeta de créditos (Visa, Mastercard) y los pagos en línea de cadenas de supermercados (Aldi, Lidi); varias aerolíneas y hasta sitios de pornografía en línea. Diariamente procesa decenas de miles de millones de dólares. Compró un banco y se convirtió en una empresa integral de servicios de cobro para sus clientes. Su rápido éxito la llevó a ser considerada una empresa ejemplar en tecnología financiera y fue ubicada como miembro del índice de mayores empresas de la bolsa alemana (Indice DAX).
Los alemanes podían presumir de una empresa líder en tecnología financiera que compitiera con los gigantes de las finanzas mundiales. Su valuación de mercado llegó los 28 mil millones de dólares, que se vino a pique en estos días.
Durante meses el Financial Times denunció las inconsistencias en el balance de Wirecard, ganancias que no se podían demostrar y solvencia dudosa. Lo último fueron sospechas sobre depósitos bancarios que resultaron inexistentes, por cifras que eran la mitad del balance. Se informó que entre las reservas de la empresa figuraba un depósito de 1.900 millones de dólares en un banco de Filipinas. Aunque la empresa defendió su legitimidad, el auditor, una de las mayores empresas del mundo, Ernest&Young, no ha sabido explicar semejante desliz.
Los depósitos resultaron estar respaldados por documentos falsos y las autoridades bancarias dicen que el dinero no está; ahora la pregunta es si alguna vez existió. El hundimiento de Wirecard en la bolsa alemana arrastró al resto de las cotizantes, ante la propagación de temores entre los accionistas.
Aunque las noticias de ganancias dibujadas y fondos inexistentes eran informadas por la prensa, numerosos fondos siguieron invirtiendo y mantuvieron la “confianza” en Wirecard. El fondo alemán DWS invirtió en octubre del año pasado 450 millones de dólares, que hoy se han esfumado.
Las informaciones de fraude contable por parte del FT fueron combatidas por la empresa durante meses, y denunciadas como una campaña contra una empresa alemana. Otra auditora (KPMG) tampoco hallaron los fondos que informaba la empresa.
Pero el fraude no es solo la desaparición de dinero depositado, que todo indica que nunca existió. Las ganancias informadas eran “dibujadas”. Los mayores beneficios de la empresa provenían de empresas fantasmas asentadas en Asia. KPMG necesitó SEIS MESES para descubrir que las informaciones del balance no eran genuinas. Las denuncias que iniciaron esta investigación fueron realizadas por la prensa, los auditores no encontraron evidencias de ellas. Lo que se presentan como empresas “exitosas”, solo son ganancias infladas con préstamos de balances truchos. Los calificadores de riesgo, tampoco advirtieron las falsificaciones del balance.
Los créditos a la empresa no se detuvieron, Los analistas de media docena de bancos siguieron recomendando invertir en la empresa y comprar sus acciones. Varios analistas bancarios incluso pronosticaban subas, el analista de Commerzbank que rechazaba las críticas a Wirecard anunció “una oportunidad de compra”.
Todo cambió en pocas semanas, cuando la empresa reconoció que no puede respaldar las informaciones de sus ganancias ni dar informes sobre los depósitos que habían informado. Confirmando el fraude contable sobre activos inexistentes, el precio de las acciones se desplomó hasta desintegrarse. Las acciones a inicios de año cotizaban en 60 dólares, en estos días han caído debajo de 2 dólares. Una inversión de 1.000 dólares en enero de este año, hoy cotiza a 33,3 dólares.
Cuando quebró el banco de inversión Lehman Brothers su calificación era la mayor disponible - TRIPLE A. Hasta el día anterior a su quiebra, auditores, calificadoras de riesgo, autoridades de control, no advirtieron del mayor fraude bancario de Wall Street.
Si alguien cree que Vicentin es un caso aislado, Wirecard demuestra que hay muchas empresas “exitosas” que se “alimentan” de préstamos bancarios e inversiones, aunque sean una cascara sin nada adentro. Las empresas viven y se desarrolan en un entorno de finanzas amigables, con créditos fáciles y de bajas tasas apoyados por el estado. Antes y durante la pandemia.