Un año de la fundación de la Tendencia del Partido Obrero

Escribe Marcelo Ramal

Orígenes, razones y vigencia de nuestra lucha.

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Ya ha pasado un año de la asamblea donde casi 400 militantes del Partido Obrero proclamamos la constitución de una tendencia, en base a un planteo de principios presentado en un texto - “Por qué una fracción publica del Partido Obrero”- por siete dirigentes partidarios. Una semana después de aquella asamblea, el 29 de junio de 2019, un comunicado firmado por el Comité Central del Partido Obrero sentenciaba que “el grupo dirigido por Altamira ha resuelto romper con el PO para formar su propia organización”. Esta era la respuesta de la dirección del partido al reclamo por ejercer el derecho de tendencia, tal como figura en los estatutos del PO. Junto al texto expulsivo, el CC hacía público el documento de la fracción, que sus autores, sin embargo, habían enviado para su publicación en boletín interno.

La asimilación del pedido de fracción como una ruptura era el único eje del texto del CC del PO - “Se han colocado por afuera del partido”. Luego, esta frase fue repetida hasta el cansancio en mensajes y citas posteriores de miembros del aparato partidario con los compañeros que adherían al documento de la fracción, para sustentar su expulsión. Militantes de medio siglo de acción política, como Néstor Correa, fueron expulsados por mensaje de voz.

En una reunión internacional de la CRCI que trató la crisis del PO, y sobre la cual volveremos enseguida, un dirigente del EEK de Grecia recordó que el concepto de “colocarse por fuera de…” era el argumento clásico del estalinismo griego para expulsar a sus disidentes. De la supuesta reunión del CC que habría tomado esa resolución, no se conocen actas ni debate alguno, si es que la hubo. Tampoco se conoce quien votó a favor, en contra, o se abstuvo. Nunca pusieron con nombre y apellido quienes votaron la expulsión. Nuestra declaración de principios, en cambio, tuvo la firma de cada uno de sus adherentes.

En la misma tarde del sábado 29, el texto expulsivo era precedido por verdaderos operativos-comando de usurpación de los recursos del partido, allí donde había militantes que adherían al pedido de fracción. Esto incluyó el cambio de cerraduras de locales a espaldas de los comités regionales y los círculos, invocando órdenes del Comité Central. La acusación de “romper la unidad de acción” no fue siquiera debatida, y mucho menos garantizado el derecho a defensa de los militantes acusados. Al poco tiempo, el CC -pretendido defensor de la “unidad de acción”- boicoteaba la campaña de los candidatos del Partido Obrero y del FIT-U adherentes a la Tendencia, o que simplemente -sin adherir a ella- habían repudiado las expulsiones – como sucedió en el cordón industrial de Santa Fe y en Tucumán. En ésta última provincia, el CC intervenía al partido distrital apelando a la justicia del Estado capitalista, habida cuenta de que el 90% de la militancia adhería a la Tendencia. Quisieron destruir a la mayor regional del interior del PO en número de militantes, y que actuaba como eje del Comité del NOA. La lucha contra esta intervención reveló luego la existencia de un “Congreso” partidario en los papeles y paralelo al real, constituido con el único objetivo de perpetrar maniobras jurídicas para habilitar la injerencia estatal y la centralización de los recursos partidarios en dos personas.

A pesar de la pretendida “homogeneidad” de la política de expulsiones, la brutal acción de los usurpadores del PO conmovió a la militancia. Poco después de la asamblea que reunió a 370 voluntades para el pedido de fracción, el número de adherentes superaba los 800, y alcanzaría más de mil en pocas semanas más. Destacados dirigentes obreros, como Alejandro Crespo - miembro del CC y secretario general del SUTNA- expresaron por Facebook su rechazo al comunicado expulsivo de la dirección, junto a otros compañeros del SUTNA.

Los antecedentes

La proclamación de la Tendencia había sido precedida por el confinamiento político y la censura a los dirigentes que luego la encabezaron. Es el caso del rechazo y el boicot a que Altamira participara de las charlas conmemorativas del 50ª aniversario del Cordobazo -allí donde se hicieron, las regionales que lo invitaban tuvieron que reunir los recursos para pagarle el pasaje, y tolerar la hostilidad de quienes representaban al aparato central en esas provincias-; de la censura en el periódico y en la página a los artículos de Altamira; de la exclusión de los militantes o dirigentes disidentes de las listas electorales del PO y el FIT-U. En el caso de Catamarca, el aparato partidario optó por ceder la primera candidatura a diputado al MST… para que no fuera ocupado por un compañero del PO que había adherido a la Tendencia.

Todos estos hechos ocurrieron después de un Congreso partidario donde los dirigentes con posiciones en minoría fueron virtualmente excluidos como informantes de los plenarios precongresales, lo cual no impidió que en importantes regionales -como Santa Fe, Tucumán, Salta o Jujuy- el documento de la minoría recibiera una aprobación abrumadora. El propio Congreso fue dominado por un reguero de acusaciones infames a los actuales integrantes de la Tendencia, precedidas por un operativo de espionaje de correos electrónicos. Aún bajo esas condiciones de escarnio, los dirigentes de la minoría fueron votados a la dirección por el 30% de los delegados. Pero ninguno de ellos ingresó al CC, lo que puso de manifiesto la manipulación que rodeó al Congreso del principio hasta el final. El aparato impulsó oficiosamente la votación por “lista”, para asegurar esa exclusión.

Meses antes, uno de los principales dirigentes del actual aparato convocaba por boletín interno a consagrar un CC “homogéneo” (sic). La operación expulsiva, por lo tanto, comenzó bastante antes del Congreso, y fue rematada con el burdo comunicado de aquel 29 de junio.

Adaptación política

El documento que expuso las razones de principios que fundaban la tendencia o “fracción pública”, reclamando el derecho a expresar nuestras divergencias en el marco de la unidad de acción en el PO, explicaba que no arribábamos a ese planteo como resultado de una improvisación o de divergencias circunstanciales.

Por el contrario, era la conclusión de toda una lucha política, que se extendió durante al menos dos años. En el curso de ella, quienes hoy constituimos la Tendencia nos reconocimos en una posición común a lo largo de un conjunto de debates políticos y de método. Esas discusiones tuvieron como principal escenario al Comité Central, pero también quedaron expresadas en el boletín interno partidario. En la hostilidad creciente hacia nosotros, los integrantes del aparato justificaban la censura -se llegó a formar un “comité especial” para ¡aprobar los artículos de Altamira!- señalando que, si queríamos expresarnos, teníamos que “formar una tendencia”. Pero cuando reclamamos ese derecho, nos expulsaron. En verdad, es cierto que ya operaba en el partido una fracción en las sombras: era la de la propia dirección, conspirando contra quienes esgrimían debates o cuestionamientos.

En el plano político, nuestro documento fundacional arriba a una conclusión respecto de aquellos debates: “se ha desarrollado en el partido una corriente que pregona la adaptación al proceso político en nombre del ‘realismo’, que solamente admite un planteo de poder cuando las masas desatan una ofensiva potencialmente revolucionaria. Se trata de una adaptación electoral a la crisis política. La tarea de un partido obrero es plantear un camino, no seguir el camino que le imponen los hechos, como el acoplado de un camión”. El argumento de que las consignas debían estar ligadas a “la situación real” de las masas empujó al partido al empirismo, alejándolo, desde el punto de vista de la agitación política, de un planteo de poder. Ello constituyó un freno político, en primer lugar, para los obreros avanzados y para el reclutamiento en general. “La crisis política fue subordinada a las elecciones, y las elecciones a la subordinación de la crítica al gobierno a la crítica al kirchnerismo – convertido en el enemigo electoral principal”.

Con ese prisma, la mayoría del CC rechazó durante meses levantar un planteo de poder -Fuera Macri, Constituyente Soberana, Gobierno de Trabajadores- con el pretexto de que era “funcional al kirchnerismo”. El macrismo asistía a su derrumbe inexorable, y el país debatía la cuestión del poder político. Pero la izquierda resolvió abstenerse de esa lucha, y salió tempranamente en busca de las migajas electorales que le permitieran alcanzar algún progreso parlamentario a un año y medio vista. Los resultados no pudieron ser peores: primero, el abstencionismo político del PO y de todo el FIT frente a la crisis le entregó la iniciativa a un kirchnerismo que, dividido y en retroceso, terminó improvisando una coalición junto a quienes habían sostenido al macrismo durante tres años. Después, las elecciones largamente preparadas por la izquierda terminaron en un fiasco para el FIT-U.

En estrecha conexión con lo anterior, el aparato oficial del PO se fue deslizando hacia el parlamentarismo, es decir, al encorsetamiento de la acción política a los términos del Congreso y, por lo tanto, del propio Estado. Esa tendencia se había apreciado en el planteo del juicio político a Vidal en la legislatura bonaerense en ocasión de la crisis edilicia de las escuelas, y que sólo podía prosperar en el marco de una componenda parlamentaria con el massismo y el kirchnerismo. Más adelante, los diputados del FIT votaron en el congreso la ley Micaela, o sea, la “educación de género” nada menos que al funcionariado del “Estado responsable”.

En el plano del movimiento obrero y su lugar en la crisis política, las divergencias se expresaron ya en el 25º Congreso, un año y medio antes de las expulsiones. A pocos días de su realización, los dirigentes del actual oficialismo del PO alteraron la orientación del debate precongresal, para comenzar -en nombre de que “no pasaba nada en el movimiento obrero”- la campaña electoral que tendría lugar… un año y ocho meses después. En ese Congreso, Ramal presentó -en minoría- un texto defendiendo la orientación que el CC había preparado y debatido durante meses, a saber, propiciar el frente único de la clase obrera y sus organizaciones de lucha, para enfrentar el previsible desbarranque del macrismo. El precario compromiso alcanzado en aquel Congreso derivó en el plenario sindical de Lanús, que rápidamente se convertiría en un colateral autoproclamatorio del FIT-U, escindido por completo del esfuerzo por involucrar a las bases obreras en una deliberación sindical y política que las convirtiera en protagonistas de la transición en curso.

Nuestros planteos en favor de un Congreso Obrero destacaban el lugar de vanguardia que debía jugar el Sutna frente al conjunto del movimiento obrero; servían al desarrollo del clasismo en el sindicato mismo y promovía un reagrupamiento orientado a interesar a todos los obreros que luchan. En el PO oficial y en el FIT-U, esa política ha sido sustituida por acuerdos de tendencias y convocatorias de aparato, donde los dirigentes sindicales intervienen a título personal y sin que su actuación sea refrendada por asambleas de sus propios sindicatos. Un sector muy importante de la vanguardia obrera del propio PO identificó muy tempranamente esta desviación – por eso, muchos de los cuadros obreros más importantes de nuestro partido están agrupados hoy en la Tendencia.

La lucha política que libramos se extendió también al Polo Obrero. Quienes hoy formamos la tendencia sostuvimos que el Polo debía converger, por medio de la acción del partido, a la formación de comités barriales y de acción común con el conjunto de la clase. Esa estrategia, señalamos, debía ser promovida por medio de una capacitación política y reclutamiento al partido en torno de nuestro programa. Es sobre estos principios que hoy se asienta el desarrollo del Polo Obrero Tendencia. Los compañeros que se sumaron a él debieron enfrentar la más ignominiosa de las extorsiones – las que se basaron en amenazar a los compañeros con quitarles las conquistas y recursos de sus comedores.

Un año antes de las expulsiones, la tentativa de alterar y desconocer la historia política del PO volvió a manifestarse cuando el aparato partidario salió a cuestionar… tres líneas de un texto de Altamira, el que señalaba que la “burguesía ha perdido la iniciativa estratégica, la cual ha pasado potencialmente al campo de la izquierda revolucionaria” (Panorama Mundial, EDM 52). Atacar una frase en un largo texto político expresa el modo sinuoso a través del cual un aparato comienza a desembarazarse del patrimonio estratégico de un partido, sin todavía romper abiertamente con él. Naturalmente, las objeciones eran acompañadas de una posición derrotista y conservadora con relación a la lucha de clases continental, la cual, en muy poco tiempo, daba paso a la revolución chilena, o a las crisis recurrentes del gobierno Bolsonaro y en otros países del continente.

El cuestionamiento del oficialismo partidario tenía un sentido claro: excluir la posibilidad, incluso potencial, de que la izquierda revolucionaria pudiera asumir una iniciativa histórica en el periodo próximo.

El debate político al interior del PO se extendió, asimismo, hacia la cuestión del Frente de Izquierda. Nuestro Partido, al conformarse el FIT, llegó a caracterizarlo como “frente oportunista”. En efecto: la oportunidad de conformarlo para establecer un campo electoral común contra las candidaturas de la burguesía no eximía al FIT de su carácter de frente democratizante, partiendo de las posiciones históricas de nuestros aliados. Pero en oposición a ese señalamiento, la dirección del PO ha adoptado al FIT-U (con el MST incluido) como un frente de carácter estratégico o permanente. Ello constituye un factor de fenomenal confusión al interior de la propia vanguardia obrera, donde deberíamos desarrollar una delimitación estratégica en torno de la política de la revolución proletaria y, por lo tanto, de la necesidad de un partido revolucionario.

Aparato

Cometeríamos, sin embargo, un monumental error si caracterizáramos a la actual dirección del PO como una tendencia definida en torno de ciertas posiciones políticas. Ya hemos observado, por caso, que a la censura a un artículo de Altamira le siguió la publicación de un texto de los propios censores, copiando sus posiciones políticas. Al conservadorismo en el tratamiento de la lucha de clases continental, le ha seguido la exaltación -aunque sólo verborrágica- de la “revolución latinoamericana”. Toda la polémica referida a la “iniciativa estratégica” de la burguesía, que quiso ser fundamentada en el triunfo de Bolsonaro en Brasil, fue desechada sin mayores explicaciones, a la luz de la situación revolucionaria abierta en América Latina con las rebeliones y levantamientos en Chile, Colombia, Ecuador, Haití, Puerto Rico, y la reacción obrera y campesina contra el golpe de Trump-Bolsonaro en Bolivia.

El aparato partidario carece de una ideología definida: su hilo conductor es la autopreservación, frente a la ´amenaza´ que suponen los virajes políticos de la lucha de clases sobre el apoltronamiento político y organizativo. El aparato partidario eligió desprenderse de 1.200 militantes, a aceptar el desafío de reconocer una tendencia y aceptar un debate político en regla, en el marco de la unidad de acción.

Una lucha internacional

La crisis en el Partido Obrero puso de manifiesto la crisis de dirección revolucionaria que atraviesa el movimiento obrero, y que recorre al conjunto de la izquierda internacional, en el marco de una bancarrota capitalista, crisis de regímenes políticos y el desarrollo de rebeliones populares. La CRCI no quedó indemne a este proceso.

Producidas las expulsiones, las organizaciones de la CRCI emitieron posiciones diversas. El EEK convocó a “parar la guerra fratricida”, y simultáneamente a “parar con las expulsiones”. El DIP de Turquía se limitó a abogar por que “la coordinación internacional no sea interrumpida por esta crisis”. Lo que no tuvieron en cuenta estas exhortaciones es que la actividad internacional de nuestras organizaciones sería dinamitada por las expulsiones, y que la CRCI sólo podría sobrevivir con un pronunciamiento firme de sus integrantes en defensa del derecho de Tendencia del PO y en rechazo a las expulsiones.

Esta fue la posición que adoptó el PT de Uruguay, que abordó la crisis del PO desde el punto de vista de su contenido. Emitieron un comunicado condenando las expulsiones y el espionaje y más tarde un documento donde fijan posición sobre las cuestiones en debate, y condenando los métodos represivos adoptados contra la disidencia partidaria. En Brasil, el compañero Osvaldo Coggiola sumó su firma a la declaración fundacional de la tendencia.

El EEK y el DIP, en lugar de introducirse en las cuestiones políticas y de método que envolvían a la crisis, intentaron una conciliación o compromiso entre sus partes. No abordaron la crisis como una lucha política en torno a posiciones definidas, sino como una lucha de facciones. En ese marco, convocaron a “las dos fracciones del PO” a una reunión en Atenas, para discutir la crisis partidaria. La Tendencia concurrió a esa reunión con el siguiente programa: “1. Reconocimiento nacional e internacional de la Tendencia. 2. Reincorporación de todos los militantes expulsados; 3. Investigación del espionaje perpetrado en el 26º Congreso; 4. Retiro de la intervención judicial a Tucumán y fin del boicot a los candidatos de la Tendencia en la campaña electoral” (texto presentado en Atenas, 24/7/2019).

En oposición a este planteo, los anfitriones de la reunión terminaron proponiendo una supuesta tregua, que comprometía a la tendencia a cesar en su acción política sin asegurar en cambio, la reincorporación de los expulsados, el fin del confinamiento político de sus dirigentes ni -mucho menos- el derecho de Tendencia. Una “conciliación con los despedidos afuera”. Se pretendía confinarnos a que “discutamos por BI”, mientras al mismo tiempo se seguían llevando adelante las expulsiones, la censura en el periódico y se desplazaba de las listas electorales a compañeros “críticos”. Pero los representantes del aparato del PO no se privaron de plantear “enmiendas” incluso más violentas al texto propuesto por el DIP y el EEK. Esas "enmiendas" partían, por un lado, del amordazamiento de la Tendencia, mientras que, por el otro, dejaban en manos de la "comisión de control" del aparato las investigaciones sobre el supuesto accionar "faccional" de Altamira-Ramal. De este modo, se pavimentaba el proceso acusatorio que preparara una eventual expulsión de los compañeros en el siguiente congreso.

Apenas culminada la reunión, el aparato del PO presentó un “informe” de Atenas que pretendía responsabilizar a la Tendencia por su fracaso, manipulando aviesamente las posiciones vertidas por todos los que participaron del encuentro. El EEK, al conocer este informe, lo caracterizó como una “mentira deshonesta, desleal a todo sentido de unidad internacional principista”. “Lo que la delegación del CC en realidad consiguió en Grecia es destruir toda credibilidad para el EEK en la dirección oficial del PO”. En ese mismo texto, el EEK culmina reclamando la reincorporación de todos los militantes expulsados, la admisión de la “Tendencia con todos sus derechos”, en el PO y en la CRCI, y la investigación del episodio de espionaje contra Marcelo Ramal. El EEK, sin embargo, insiste en ese texto con un supuesto “ocultamiento” de la crisis por parte de “todas las facciones”. Pero los compañeros contaban con todos los elementos para caracterizar anticipadamente la crisis del PO: por caso, participaron del 25° Congreso del PO, donde, durante dos días, se debatieron en forma plenaria dos ponencias -mayoría y minoría- con relación a si la izquierda revolucionaria debía prepararse para una elección a dos años vista o luchar por unificar a la clase obrera y su vanguardia en la lucha contra el macrismo. A pesar de la aproximación del EEK a la verdadera naturaleza de la crisis del PO, la pretensión de presentar como una “sorpresa” o imprevisto a la ruptura y expulsiones es funcional a la versión de una “lucha de facciones”. Es necesario hacerse cargo de las posiciones en pugna y asumir resueltamente la defensa de posiciones revolucionarias.

El derrotero posterior ha confirmado la afirmación que hicimos en Atenas, a saber, que estaba en juego la sobrevivencia de la propia CRCI. En efecto: la incapacidad para reclamar el reconocimiento de las tendencias en presencia colocaba a sus fuerzas bajo la mordaza del aparato, y, por esa vía, en un rumbo de segura disolución política.

Meses después, el DIP, en un texto que cuestiona al catastrofismo y las tesis programáticas de nuestra corriente (2004), se proclamó "tendencia” de una CRCI a la cual, sin embargo, no reconoce como tal. El PO, por su parte, reclamaba un apoyo incondicional a la campaña electoral parlamentarista que llevaba en Argentina junto a sus socios del FIT-U, en un texto de completa disolución política en torno de las posiciones morenistas. Ese documento caracterizaba “una dura contraofensiva económica imperialista”, la emergencia de “partidos derechistas, xenófobos y racistas” y que Trump había “redoblado su ofensiva” sobre América Latina. Pero los que “emergieron”, tres días después de esta publicación, fueron los estudiantes chilenos, abriendo paso a un proceso revolucionario que pide la cabeza de Piñera y una Asamblea Constituyente Soberana. En vez de partidos “racistas” se produjo el levantamiento popular más grande de las últimas décadas en los Estados Unidos contra el “racismo” y los asesinatos a manos de la policía. La declaración común, sin delimitaciones de principios, era un guante a medida del “partido único” reclamado por el PTS algún tiempo atrás.

En las difíciles condiciones del período posterior a la expulsión, la Tendencia no cejó jamás de darle un alcance internacional a la lucha política entablada, y batallar por un reagrupamiento de fuerzas.

En Chile, y sólo por la lectura de las posiciones políticas en pugna, la enorme mayoría de los compañeros que habían militado en el POR -y que se encontraba disperso en vísperas de la gran crisis de octubre pasado- decidieron reagruparse en torno de las posiciones políticas de la Tendencia.

En un plenario, nacional, los compañeros del POR de Chile aprobaron una declaración donde explican los motivos que los llevaron a adherir. En el texto señalan que “la revolución chilena volvió a poner de manifiesto más que nunca la crisis de dirección que atraviesa la clase obrera. Pero a su vez desmintió los pronósticos derrotistas y desmoralizados sobre la pasividad y la falta de iniciativa de las masas, por un lado, y de la capacidad del capitalismo y de sus regímenes políticos de abrirse un nuevo horizonte estratégico, del otro”. Y sobre el régimen interno partidario: “Defendemos el centralismo democrático como método de construcción del partido, contra la censura, el espionaje y las expulsiones que se llevaron a cabo en el PO argentino por parte de su dirección. Defendemos la formación de la Tendencia del Partido Obrero de Argentina como la continuidad histórica del programa del PO y de la CRCI.”

Junto a los compañeros chilenos, sostuvimos el vínculo con el PT y reforzamos la relación con los compañeros de Prospettiva Operaria (Italia); Grupo Independencia Obrera (España) y Osvaldo Coggiola y el Boletim Classista (Brasil). Hay que señalar que, en medio del Covid 19, elaboramos un programa de acción internacional de la clase obrera para hacer frente a la expansión de la pandemia y la incapacidad de los regímenes políticos capitalistas para afrontarla. El último 1° de Mayo, realizamos un acto internacional con estas organizaciones, bajo la consigna “La lucha contra el capital es de vida o muerte”.

El año después

A un año de nuestra expulsión, las razones que dieron lugar a nuestra Tendencia no sólo se encuentran vigentes, sino que se han profundizado en dos sentidos. Por un lado, en la delimitación de posiciones que ha tenido lugar con el aparato del PO. Por el otro, en que esa delimitación se ha extendido hacia el conjunto de la izquierda que se asume revolucionaria. Es muy claro entonces que las razones de la crisis del PO trascienden definitivamente cualquier pretensión de lucha faccional, y hunden sus raíces en la agenda real de la lucha de clases, en un momento signado por una crisis excepcional.

Apenas pasada la crisis de las expulsiones, esta delimitación se puso de manifiesto en el curso de la campaña electoral 2019. Allí, el FIT-U se dedicó a realizar planteos electoraleros y parlamentarios; estuvo ausente un análisis de la bancarrota económica en curso y de la crisis de régimen. Lejos de que ello redundara en un éxito electoral, el FIT retrocedió a los guarismos de 2011, sólo que una década después.

El giro democratizante ha reunido numerosos episodios. Luego de rechazar desde 2018 una campaña política por echar a Macri y convocar una asamblea constituyente, el principal dirigente del Polo Obrero explicaba en cuanto medio de comunicación podía que “Macri debía gobernar hasta el final”. Le siguió la votación del FIT (con la abstención de IS) a la “emergencia alimentaria”, un verdadero llamado de la izquierda a abandonar las calles en medio del agravamiento de la miseria social, y a confiar el destino de sus reclamos en el parlamento y en una ley impotente.

En 2020, el FIT-U daba quórum al gobierno nacional para avanzar en una reforma contra las jubilaciones judiciales reclamada por el FMI, como ariete para terminar con los regímenes jubilatorios de docentes nacionales, universitarios y otros supuestos “privilegiados”. Muy poco tiempo antes, le habilitaba el quórum al gobernador Capitanich para votar, en la legislatura del Chaco, nada menos que la ley de presupuesto de un estado y un régimen que protagoniza ahora el mayor vaciamiento sanitario y social del país en medio de la pandemia. Recientemente, en Córdoba, el FIT-U (con excepción del MST) se unió a una componenda con los partidos del régimen para violar el propio funcionamiento de la legislatura y aprobar la “reducción de dietas”, una coartada de Schiaretti para legitimar un ajuste contra todos los estatales. Cuando se cumplía un año de la formación de la Tendencia, las bancas del Po y PTS en la Legislatura porteña -Myriam Bregman, Gabriel Solano y Alejandrina Barry- votaban una resolución que caracteriza al “antisemitismo” en los términos del sionismo internacional, lo cual ha provocado un bochorno político entre las organizaciones democráticas, de derechos humanos, de la causa palestina y de la propia izquierda.

A los quorum y votaciones funcionales al régimen político debe sumarse la acentuación del FIT-U como un frente exclusivamente electoral.

Por parte del PO oficial, ha desaparecido la crítica al Frente de Izquierda por su inexistente accionar de frente único en todos planos. El único sindicato industrial dirigido por la izquierda -el SUTNA- es el terreno del mayor de los faccionalismos. El arribismo electoral ha conducido a la fracción oficialista a pulverizar toda delimitación política y estratégica con el morenismo, para reducirlo a ocasionales pendencias faccionales. No ha habido una sola polémica de este tipo en todo 2019 y lo que va del 2020. Pero esto se debe a la aproximación política del aparato del PO con el morenismo y no al revés.

Esta disolución política en el FIT es una de las muestras más acabada de la destrucción de la trayectoria política e histórica del PO. Existe una marcada caracterización común de todos los partidos del FITU sobre el “planchazo de las masas” y por encima de las responsabilidades políticas de la propia izquierda. Esto abona a la ausencia de balances y de un debate estratégico.

Conclusiones

¿Cuál es el escenario político de conjunto que envuelve a nuestro aniversario como Tendencia?

La crisis sistémica que acompaña a este aniversario de nuestra expulsión puede ser atribuida por algunos a la “fatalidad” del coronavirus. Pero esa catástrofe sanitaria pone de manifiesto la crisis definitiva entre un régimen social y el medio natural que lo circunda –lo decisivo, por lo tanto, no es la circunstancia ´viral´, sino la incapacidad de la organización social existente para dar cuenta de ella. Las razones de esa impotencia estaban presentes mucho antes de la emergencia del Covid19. Asistimos a la forma agravada y extrema de aquellas contradicciones: las rivalidades comerciales y políticas, el desconcierto de quienes gobiernan y las crisis políticas recurrentes; el rescate del capital a costa de la indefensión de la humanidad entera. Quienes nos echaron del Partido, en el texto donde pretendieron apropiarse de la “continuidad histórica del PO”, nos acusaban de “considerar que el motor de la sociedad ha cesado de ser la lucha de clases para pasar a ser la “crisis capitalista”, como si la crisis capitalista no fuera la crisis del régimen social que vive del trabajo ajeno; y, por lo tanto, no debiera empujar obligadamente a rebeliones populares, crisis de régimen, desplazamientos políticos y transiciones revolucionarias. La crisis del PO, considerada en ese escenario amplio, es la confesión de que asistimos a una transición histórica; y que, como toda transición, ella debe colocar a prueba a las fuerzas políticas en presencia.

La Tendencia del PO es la reacción obligada y necesaria de la militancia del Partido Obrero, de sus raíces históricas y su programa, a la pretensión de encorsetar al partido en la rutina de la autoproclamación y el electoralismo, allí donde la crisis capitalista revulsiona a todas las clases sociales y, en primer lugar, a la clase obrera. Por ese mismo motivo, la Tendencia ha dejado de ser la “mera Tendencia del PO”, para proyectarse como “tendencia” de toda la izquierda, dividiendo aguas al interior de sus partidos y atrayendo hacia nuestras filas a los militantes más resueltos e insatisfechos con el derrotismo y el conservadurismo políticos.

Nuestros detractores nos reclamaron, entre otras cosas, “no desangrar a la militancia”, con una energía que no tuvieron para rechazar la verdadera sangría – la de las expulsiones y demás actos brutales del aparato del PO. Pero la vitalidad actual de la Tendencia, en la acción política, en los sindicatos, en las barriadas, hospitales y escuelas, demuestra lo contrario: hemos rescatado a un millar de militantes del veneno de la manipulación, el rutinarismo y el despotismo de aparato y, en última instancia, de la desmoralización. El examen definitivo será dado ante el conjunto de la clase obrera, en nuestra capacidad de orientar y organizar los acontecimientos excepcionales que se vienen y sumar a nuestras filas a sus mejores elementos. ¡Adelante!

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