El plan de anexión Trump-Netanyahu

Escribe Norberto Malaj

Tiempo de lectura: 2 minutos

El 1ro de julio se cumplió el plazo que el gobierno de unidad nacional sionista se había impuesto para aplicar el plan de anexión del Valle del Jordán, equivalente a casi un 30% de Cisjordania. Una franja poblada de asentamientos sionistas, donde están las tierras más fértiles, lindante con Jordania, y que transformaría definitivamente a la región administrada por la Autoridad Palestina en una serie de bantustanes.

Israel lleva anexada Jerusalen, la ciudad ´sagrada´ con “400,000 personas, el 39 por ciento de sus residentes, a los que nunca dio la ciudadanía israelí durante 53 años” desde la anexión (Shlomo Sand, Haaretz, 30/6). Ahora Israel se apresta también a anexionarse todos sus alrededores, donde se han asentado importantes colonias sionistas. En el Área C de Cisjordania, la que controla directamente Israel, se encuentra también “Hawara la comunidad palestina más grande de Cisjordania que vive bajo control israelí directo” (ídem, 1/7).

Empantanamiento

A pesar de todo el plan de anexión de Netanyahu enfrenta problemas. Y no es porque Israel y toda Cisjordania estén sacudidos por una segunda ola de la pandemia, como esgrime el principal socio de esa coalición de gobierno, el general (RE) Gantz. Las FF.AA. y el Mossad sostendrían que la anexión es inconveniente. ¿Conviene colocar al gobierno que suceda a Trump ante un hecho consumado?

Autoridad Palestina, agencia de seguridad del sionismo

El anuncio del plan de anexión de Trump, en enero, no movió el amperímetro de la realidad palestina. La burocracia de la Autoridad Palestina, pero también la de Hamas en Gaza, no pasó de un repudio de circunstancia. “2019-2020 ha sido un período de calma rara (incluso permitiendo la pandemia), con ataques palestinos contra objetivos israelíes en su número más bajo durante más de cinco años (Anshel Pfeffer, íd., 1/7).

“La llamada Autoridad Palestina, que ha existido durante 27 años, no es una entidad territorial: es un servicio administrativo local y un departamento de policía, en varios grados de control sobre más o menos las mismas ciudades y pueblos, cada uno de ellos enfrentando diferentes circunstancias de geografía y economía, y cada una haciendo su propia adaptación a la situación política. ´¿Autoridad Palestina? ¿Qué autoridad palestina? Ríe un médico en Hebrón, que pide que no se publique su nombre porque “lo único que hacen bien es hacer arrestos. La AP es un empleador y una milicia armada, no un gobierno´” (ídem). En realidad, ‘gobierna’ Cisjordania en base a un acuerdo de seguridad y represión con los servicios israelíes.

“A los palestinos apenas se les escucha en la discusión sobre la anexión, que tiene lugar principalmente entre los políticos israelíes y sus homólogos estadounidenses. (... ). La dependencia de la economía de Cisjordania (y de Gaza a partir de la pandemia) de Israel ha llegado a niveles sin precedentes”.

Desde la distancia pareciera que en Palestina la traición infinita de sus direcciones tiene su precio: "´Abu Mazen [Abbas] nos ha vendido a Netanyahu´, dice un comerciante local que pidió no ser identificado. ´Es el contratista de seguridad de Israel, y eso no cambiará si Netanyahu anexiona. Encontrará una manera de fingir que está en contra de la anexión, y luego continuará con los negocios como siempre´”.

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