“El impuesto a la riqueza” del FIT-U

Escribe Jacyn

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Desde mediados de abril, el Partido Obrero “oficial” sostiene una agónica campaña a favor del proyecto parlamentario de “gravamen a las grandes fortunas”, presentado por Del Caño y Romina Del Plá. Naturalmente, el proyecto jamás llegará al recinto, mucho menos será aprobado y, casi con seguridad, ni siquiera sea tratado en comisión. No responde, por lo tanto, a una política parlamentaria que tenga algún viso de concreción, o que tercie, de un modo efectivo, en planteos en disputa en el Congreso, sino a una estrategia o método de propaganda política, que obviamente no tiene un carácter socialista. El capitalismo no puede ser sustituido por vía impositiva, sino mediante el derrocamiento político de la burguesía. No educa, entonces, en la comprensión de una política revolucionaria, sino que desarrolla un ilusionismo pequeño burgués y pone el centro de atención en el parlamento, no en la acción directa. Como el oficialismo viene cacareando con antelación en este “impuesto a los ricos”, la propuesta del FIT-U aparece como una versión impositiva más radicalizada que la que promueve el kirchnerismo (“Gravemos a los capitalistas, de verdad”, PO #1589). No denuncia los límites del planteo oficial, tanto políticos como sociales, ni menos aún que la salida de los Fernández a la crisis fiscal, que el FIT-U quiere remediar su variante del impuesto, pasa por la contrarreforma del sistema jubilatorio y la desvalorización en gran escala del salario público.

Impuestos, una estrategia

El proyecto en cuestión ha sido transformado en una estrategia política, como lo demuestra el hecho de que es presentado como salida en cada lucha y en los ámbitos sindicales accesibles al FIT-U, sin que mediara antes ningún debate político. La atención política que sus promotores reclaman para este proyecto opera, concretamente, como un desvío pseudo parlamentario de las luchas apremiantes que desarrollan los trabajadores frente a los contagios en los lugares de trabajo, las suspensiones, los despidos y las rebajas de salarios.

El proyecto es impulsado por las cuatro fuerzas que integran el FIT-U, pero se destaca por su empeño el oficialismo del PO. Se trate de una “jornada de lucha” del Plenario del Sindicalismo Combativo o de una conferencia virtual de Gabriel Solano con militantes de Neuquén, el sello de la “campaña por el impuesto a las grandes fortunas” se ha convertido en el remate de todas sus actividades.

La primera plana que ha ganado la cuestión del impuesto a la riqueza en varios países ilustra acerca de sus motivos. La pandemia y la bancarrota económica que la antecede, la acompaña y la seguirá, ha creado agujeros fiscales impresionantes. En Estados Unidos, por ejemplo, ha alcanzado el 10% del PBI – unos dos y pico de billones de dólares. El margen para financiarlo que le da la emisión del dólar, como moneda de reserva internacional, no lo tiene Gran Bretaña, donde el déficit fiscal es estimado en cerca de 400 mil millones de libras – un 15% del PBI. En Argentina, el monto llega a más del 10%, si se incluye, como corresponde, el devengado de la deuda pública. A esto se añade un punto crucial, a saber, la presión a favor de ampliar el gasto público, con el objetivo de remediar, en parte, las enormes falencias que ha demostrado el sistema de salud ante la irrupción de la pandemia y, en el caso de los países de menor desarrollo, el déficit descomunal en infraestructura y desarrollo habitacional. Los pronósticos que advierten acerca de un período de enfermedades virales y cataclismo climáticos crean incertidumbres excepcionales para las inversiones capitalistas. La crisis fiscal ha llevado en Gran Bretaña al debate acerca de un impuesto especial a quienes se beneficiaron indebidamente con las eximiciones otorgadas a un sistema de préstamos hace veinte años. Redimiría la prisión con un impuesto.

En síntesis, la cuestión impositiva se presenta en el mundo como una alternativa de remedo a la crisis fiscal, incluida la deuda pública – es decir, como una operación de rescate de los estados capitalistas. Este es el contexto de la cuestión.

“Mitiguemos” la crisis

Los diputados del FIT-U proponen gravar con un impuesto extraordinario -es decir, por única vez- las fortunas superiores a 100 millones de pesos al 31 de diciembre de 2019, en una escala que va del 5 al 15%, según el tamaño del patrimonio. El proyecto también dispone impuestos a “las ganancias bancarias”, “las altas rentas”, “la gran propiedad de la tierra” y “las viviendas ociosas”. En fin. Su propósito es recaudar 20 mil millones de dólares -según el cálculo de sus autores- para crear un “Fondo Especial de Emergencia destinado a financiar todas las acciones necesarias en materia sanitaria, económica y social para mitigar las consecuencias de la pandemia del COVID-19”.

Los términos confusos del planteo no pueden ser más claros: el gobierno capitalista de los Fernández y de los gobernadores peronistas y macristas, obtienen una financiación para ¡mitigar las consecuencias! sobre el régimen social, o sea las patronales concursadas, los acreedores afectados, los empresarios que reclaman capital de trabajo y, en definitiva, aunque moleste, la deuda pública, que es veinte veces superior a ese “impuesto a la riqueza”.

Como sus promotores no pueden ignorar esto, resulta evidente que el único propósito de todo esto es realizar una campaña publicitaria que la opinión pública vea que los parlamentarios del FIT-U existen, aunque nada pueda superar lo que han hecho con la ley sionista votada en la Legislatura porteña.

Que la cuestión del déficit fiscal, la deuda pública y el tema impositivo hayan pasado a ocupar un lugar importante de la agenda política y parlamentaria, no autoriza a los socialistas a ofrecer una salida impositiva sino, por el contrario, a denunciar la salidas impositivas, con la yapa de “única vez”, y declarar que la única forma de gravar al gran capital, para impulsar una transformación social, es por medio de un gobierno de trabajadores, que impulse una lucha internacional por la caducidad de la deuda externa.

Las ilusiones impositivas del FIT-U constituyen un remedio y un plagio de los planteos del centroizquierda, firmemente combatido por el PO, que aseguraba que un impuesto a la riqueza, equivalente al 1% del PBI (u$s4.500 millones), acabaría con la pobreza. El FMI y el Banco Mundial tomaron la preocupación y establecieron los préstamos asistencialistas, que sirvieron para engrosar más la deuda pública externa. El Argentinazo de 2001 encontró a la CTA y a su mentor, Claudio Lozano, impulsando un plebiscito por ese ingreso mínimo financiado con el gravamen. La pobreza alcanzará, en cambio, a la salida de la cuarentena, al 50% de los trabajadores. Una agitación revolucionaria debe servir para capacitar a la vanguardia a comprender los grandes choques sociales que se avecinan e impulsar congreso de trabajadores, coordinadoras de lucha. La propaganda del FIT-U, en cambio, propugna una versión radicalizada (verborrágica) de la redistribución de la riqueza. La insistencia en torno a un proyecto de alcances tan estrechos por parte de dos solitarios diputados nacionales -atomizados, además, en sendos monobloques- refleja el impasse político de la izquierda agrupada en el FIT-U y su deriva autoproclamatoria, pero por sobre todo un abandono de la base de cualquier política socialista.

Moralina y desarrollismo

La naturaleza democratizante del planteo es expuesta con toda crudeza en sus “fundamentos”, probablemente uno de los textos más tediosos jamás escritos en la historia del oportunismo de izquierda.

La oportunidad del proyecto es presentada del siguiente modo: “es momento de exigirle a los capitalistas, los multimillonarios (¿?), a los evasores, a la banca privada y a las empresas que obtuvieron enormes ganancias en los últimos años, mientras franjas enteras de población se sumergían en la pobreza, que hagan un aporte (sic) en esta emergencia”. Su propósito de “afectar” a “la cúpula de personas más ricas del país” sería parte de “un programa que desde la perspectiva del Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (sic sic) se orienta a terminar con la decadencia nacional, la dependencia y el atraso”. Lo que se dice un programa “ético” (que el que acaparó, que “aporte”), que no tiene por objetivo poner fin a la dictadura del capital, sino a su atraso y a su dependencia. Desarrollismo al palo, como ya se vio con la ‘soberanía’ alimentaria.

Los dirigentes del FIT-U aclaran que “las medidas de emergencia propuestas en este proyecto de ley están inscriptas (¿adónde?) en una perspectiva más general (´más abstracta´, debería decir) de reorganización social de la producción que contemple una banca íntegramente pública que sea gestionada por sus propios trabajadores y que expropie sin indemnización a los bancos privados que todos los días expropian a las mayorías”. O sea un capitalismo con banca pública o estatal, como el Nación con Vicentín y comprador de deuda externa desvalorizada. A reglón seguido, los autores agregan que esto serviría para “proteger el ahorro nacional, particularmente del pequeño ahorrista” y “canalizar recursos para préstamos” al “pequeño comerciante quebrado por la crisis”. Esto es una repetición del programa del FIT-U, lo que demuestra que la sociedad del ‘ahorro’ y el ‘pequeño productor’, es una firme concepción política – reñida con el socialismo. La protección de la pequeña propiedad del pequeñoburgués se ha convertido en la piedra de toque del programa del FIT-U. Para León Trotsky, en cambio, “la estatización de los bancos sólo dará resultados favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los trabajadores” (Programa de Transición). El “sistema de consignas” del aparato oficialista es un recetario de salidas capitalistas.

Los “fundamentos” del proyecto invoca nacionalizaciones a troche y moche, como parte de un catálogo infinito de “propuestas”, incluyendo frases como “los servicios públicos tienen que ser un derecho”. En materia de comercio exterior, el planteo de nacionalización es fundado en que “unas pocas empresas, mayormente del agronegocio, se apoderan de la mayoría de los dólares que el país necesita para la emergencia”. Hablar de una regresión al desarrollismo por parte de los compañeros del FIT-U no es un exabrupto.

Tomen la palabra

Como corolario, los diputados del FIT-U declaran que “es claro que (esto) solo puede lograrse con la movilización de millones y terminando con el aparato represivo y burocrático del Estado en el que se sostiene el poder de la clase capitalista para reemplazarlo por una democracia de los trabajadores basada en su auto organización”. Esto lo dice la misma fuerza que está proponiendo el fortalecimiento impositivo de ese mismo estado. El aparato del PO pretende orientar al movimiento obrero y estudiantil -así interviene en reuniones y asambleas- hacia el apoyo de un proyecto estratégico de carácter legislativo. En cada lucha propone un “proyecto de ley”.

Los militantes del FIT-U deben reclamar un lugar en esta discusión.

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