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Días atrás en el Correo de lectores se publicó un texto del Ing.Agrónomo Manuel C.Ferrari, de la estación del INTA Pergamino. El mismo fue publicado como respuesta a otro del compañero Turco (de Avellaneda) “Nuevamente sobre el tema agrario” publicado un día antes. Éste llamaba la atención sobre una cuestión tocada incidentalmente por Altamira en su artículo sobre las posiciones “desarrollistas” de la izquierda argentina. El Turco (Avellaneda) concretamente señalaba un párrafo: “El campo argentino pierde fertilidad debido al monocultivo, falta de rotación y exceso de química. Bien mirado, funciona como una ‘maquiladora’ agraria de la química internacional, o sea que metaboliza la genética y el agrotóxico”.
El texto madre de Altamira en polémica con Solano, como se explicó en “Solano-Heller: desarrollismo zombi” de quien suscribe, defendía posiciones socialistas frente a planteos anacrónicos y a contramano de la historia en materia agraria. Contraponer la agricultura familiar al desarrollo imponente de la agricultura industrial no es de socialistas, del mismo modo que no hay política de precios que suplante la lucha por el salario de los trabajadores. Altamira, sin embargo, deslizaba una crítica por lo menos confusa, que el Turco correctamente señaló: la cuestión del “monocultivo, la falta de rotación y el exceso de química”. Todos ´caballitos de batalla´ de los críticos de la agricultura moderna. El Turco criticó esa argumentación demostrando su carácter relativo y no correspondencia con la realidad presente.
La argumentación del Inta Pergamino que fue presentada como “respuesta” al Turco no puede ser tomada como tal. Primero, porque se trata de un texto del año 2012, o sea está completamente desactualizada. En materia agraria 12 años, en particular dadas las transformaciones que ha sufrido el campo argentino es mucho.
En segundo lugar el texto del ingeniero agrónomo ratifica, sin ningún atenuante, que no sólo no hay “exceso de química” sino que aún faltaría muchísima más fertilización. Como todo en la vida, todo es relativo: depende de cómo se mide. En los años 60/70 del siglo pasado el problema de nuestro campo era la ausencia casi completa de fertilización (expresión de atraso y estancamiento crónico de nuestro campo: las cosechas y el rodeo nacional estaban en los niveles de 30 años antes).
No había ´desarrollista´ (y por supuesto una legión de ´izquierdistas´ detrás) que no reclamara trasladar la ´revolución verde´ a Argentina. La actual fertilización de nuestro campo, como bien demuestra Ferrari es un salto fenomenal frente a aquel punto de partida. Pero sigue siendo insuficiente para el nivel de reposición que requiere la quita de nutrientes que se le extrae al suelo por la explotación a que es sometido. Nuestras ricas pampas sufren desde hace décadas una pérdida de fertilidad fruto de la intensificación de los actuales métodos de producción. Somos marxistas, y como tales, defensores de la naturaleza para goce y usufructo de las presentes y las futuras generaciones. El incremento de la productividad del campo argentino, en la actualidad, supera por lejos la que supo conquistar la ´puta oligarquía´ de la generación del 80. Sólo en los últimos 30 años los rindes del maíz se multiplicaron por tres pasando de 34 quintales por hectárea en 1994 a 100 qq en 2020. (una productividad casi similar a la de EE.UU.). Claro que aquella oligarquía no maltrataba los suelos como lo hace la producción a base de fertilización y maquinaria de última generación.
Bien mirada, esta ´revolución verde´ de hoy (se multiplicó por cuatro la producción agraria en 35/40 años -muy especialmente en los últimos 25) ´oculta´ retrocesos o estancamientos mayores de Argentina. El rodeo vacuno y la industria frigorífica, otrora ´orgullo internacional´, ahora hace más de 50/60 años está en el mismo nivel (en el mismo período Brasil triplicó su producción cárnica y pasó a ser por lejos el primer exportador mundial). Más de conjunto el extraordinario salto agrario nacional oscurece el descomunal retroceso industrial de Argentina. El alto impacto del desarrollo agrario del período señalado, hace que el desarrollo del conjunto nacional que todo el mundo califica de raquítico, no entre en los anales de un retroceso a escala haitiana o africana.
Así funciona el capitalismo, el desarrollo desigual y combinado se manifiesta aquí de esta forma dialéctica y contradictoria. Aunque parezca sorprendente, en medio de la catástrofe económica del 2001/2 Argentina tuvo cosechas record jamás vistas hasta entonces. Lo mismo ocurre ahora. En medio del derrumbe nacional del 2019, y ahora del ´pandémico´ 2020, “la producción agrícola de la campaña 2019-2020 alcanzaría las 138 millones de toneladas de granos”, que si bien expresa “una caída interanual del 5,7%”, constituye “la segunda cosecha histórica en el campo después del ciclo 2018-2019” (www.infocielo.com, 8/7).
Primeras conclusiones: los niveles productivos se han alcanzado a partir de una inyección de capital (tecnología, fertilizantes, inoculantes, maquinaria agrícola, etc.) muy importante. La crítica del llamado “eco socialismo” y los charlatanes persigue la anulación del uso de químicos en el campo y la vuelta a la huerta familiar en gran escala. De ocurrir esto debiéramos darle la razón a Malthus. Obvio no tenemos nada contra ninguna huerta orgánica ni nada parecido.
Esto no significa, de ninguna manera, que se justifique el uso indiscriminado de agroquímicos o, mejor dicho, su mal uso. Especialmente cuando se pone en juego la vida de quienes los manipulan, o si se fumigan predios aledaños a pueblos, etc.; todo lo cual se hace para abaratar ´costos´ y beneficiar al capital.
Last but not least: el principal beneficiario de todo este proceso ´inversor´ ha sido el gran capital financiero:
a) los proveedores de agroquímicos en primer lugar (en su mayoría pulpos imperialistas) quienes se llevan el filón de la renta agraria (ídem con el intento de aplicar royalties/regalías en gran escala sobre cada grano exportado, etc.). En este punto toda la última parte del párrafo citado de Altamira es enteramente justo, con excepción del llamado “agrotóxico”. Un agroquímico bien aplicado es un instrumento revolucionario; mal usado por el capital es lo otro. Ocurre lo mismo con el grano de la soja: su siembra y diseminación a escala mundial ha permitido alimentar a rebaños de cerdos y vacas del mundo entero, elaborar aceites y biocombustibles, etc. De ahí a que sea un ´yuyo´ es otra cosa; del mismo modo, si su producción se hace a merced de otros cultivos o, peor, tiende al monocultivo debe ser combatido.
b) grandes grupos empresarios asociados con los anteriores (Grobocopatel, El Tejar, etc.) han sido los convidados de este festín. Vale destacar esto: relativamente la vieja oligarquía terrateniente ha sido desplazada como actor protagónico. Su peso relativo cayó en particular. Los grupos señalados se llevan una porción mayor de la renta diferencial que esa oligarquía residual. Los Grobocopatel & Cía. usufructúan ahora parte de esa renta agraria sin siquiera poseer la propiedad de la tierra. Los llamados pools la alquilan y la explotan sin importarles la desertificación o el deterioro de la ´madre tierra´.
Donde la información del Inta Pergamino se vuele lisa y llanamente errada es en la cuestión del monocultivo. El estudio del ingeniero agrónomo Ferrari está basado en datos circunscriptos a la región que atiende su estación experimental y son del año 2011. El Turco se refirió a cifras actuales y de orden nacional que son incontrastables. Lo del ´monocultivo´ sojero fue siempre funcional a los ´espejitos de color´ de los K y, en el mejor de los casos, a un sector chacarero en retroceso que no pudo hacer frente a la competencia de los pools de siembra. Éstos son los que tenían ´espaldas´ para hacer doble siembra, para aplicar fertilización y riego en gran escala. Fueron estos sectores también los que aplicaron la siembra directa antes que nadie, que pactaron los mejores precios con los contratistas de maquinarias a los cuales el pequeño productor no puede acceder (motivo adicional por el cual se ve obligado a dejar la producción y alquilar su campo -antesala al abandono del campo).
La izquierda berreta se colocó en defensa de este sector en la ´crisis del campo´ de 2008. Ahora no sólo el MST y el PCR tienen esta postura sino también el PO-O y el PTS. Laizquierdadiaria e Ideas de Izquierda han repetido hasta el cansancio la idiotez que "el 70% de la población mundial come de la mano de la agricultura campesina” y sugieren que Argentina debiera transitar ese camino. La iglesia de Vía Campesina encuentra adeptos en todos lados.
Si hubo un momento en el desarrollo agrario reciente en que pareció imponerse el monocultivo sojero fue precisamente en la época de la ´crisis del campo´. O sea, fueron los supuestos enemigos del ´yuyo´ quienes a su manera promovieron el monocultivo, al acosar a las producciones tradicionales de trigo y maíz que son más costosas en términos de inversión por hectárea. Según “el informe de Investigaciones Económicas Sectoriales IES, la producción de maíz será otra vez superior a la de la soja …la producción de maíz 2019-2020 rondará las 55 millones de toneladas, con una merma anual del 3,3%, y será mayor a la de soja por tercera campaña consecutiva. Por soja se obtendrá una cosecha cercana a 50 millones de toneladas, con una caída anual de 9,8%” (ídem ant.). Como "para el ciclo 2020-2021 (que ya empezó con la siembra de los cultivos de invierno) se espera rentabilidad positiva pero más ajustada”, dice Alejandro Ovando, director de IES Consultores, se espera ahora una “vuelta a la ´sojización´" (ídem).
Las cifras que nos da el ingeniero Ferrari para Pergamino no solo son sesgadas porque no reflejan la realidad nacional. Tampoco valen para Pergamino. Ferrari dice que “durante las últimas campañas la superficie implantada con soja de primera ha superado en más de 7 veces a las áreas sembradas con maíz o trigo”. Los datos de la campaña 2017/18 del distrito Pergamino, indican otra cosa:
Los datos reales sobre la implantación de cultivos en la Provincia de Buenos Aires (campaña 2018/19) demuestran no sólo que no hay monocultivo, sino que los cultivos de trigo y maíz superan a la soja:
Y he aquí los datos del CNA 2018, a nivel nacional:
Obviamente estas cifras indican a las claras la importancia del cultivo de soja, pero de ninguna manera se puede hablar de monocultivo.
Ligado a este tema además habría que agregar, contra los detractores de la soja, que esta planta como todas las leguminosas, tiene la propiedad beneficiosa para el suelo de asimilar el nitrógeno de la atmósfera (proceso conocido como FBN -Fijación Biológica de Nitrógeno).
Es sabido que cualquier monocultivo es perjudicial para el suelo por eso es tan importante la rotación de cultivos. Los organismos técnicos como el Inta y organizaciones privadas (de los patrones del campo) advierten contra el monocultivo de soja porque arruina el suelo y es insostenible en el tiempo. De ahí la necesidad de la rotación. En principio, la falta de rotación en los cultivos esta desmentida por los hechos, es decir por resultados de las cosechas: en la campaña 2018/19 Argentina tuvo una cosecha récord de trigo (19,5 millones de tn) y también de maíz (57 millones de tn) superando a la soja (55,3 millones de tn). Como se ve es falso lo del monocultivo. Todo lo indicado arriba no desmiente en absoluto que Argentina, a pesar de todo este salto, no es ni remotamente el “granero del mundo” que supo ser en las primeras 4 décadas del siglo XX. Y aunque entonces Argentina tampoco fue formadora de precios a nivel internacional, la condición semicolonial presente del país es infinitamente superior a la de entonces.
Argentina requiere más que nunca de la revolución social para terminar no con algún monocultivo sino para desembarazarse del parasitismo capitalista y abrir un camino a sus masas explotadas.