Bolivia: el Movimiento al Socialismo (MAS) "legaliza" al gobierno de facto

Escribe Jorge Altamira

Una salida trucha

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El Movimiento al Socialismo de Bolivia (MAS) aprovechó su holgada mayoría en el Congreso no para poner fin al gobierno de facto de la fascistoide Jeanine Añez, que se juramentó como presidenta, hace tres semanas, ante el comandante en jefe del ejército, sino, por el contrario, para legitimar al gobierno golpista. Este es, en primer lugar, el carácter del acuerdo que rubricaron unos y otros, bajo la pantalla de una convocatoria a elecciones en una fecha que pretenden precisa pero que está indefinida. Lo que aparece como una salida electoral a la crisis política, constituye en realidad el establecimiento de un régimen político bajo tutela militar. El ‘acuerdo’ en cuestión fue refrendado por la Corte Constitucional, que había autorizado a Evo Morales la posibilidad de una nueva reelección – prohibida por la Constitución y rechazada en un referendo. Los poderes del “estado plurinacional” se han conjugado para dotar al golpe de todos los oropeles del “estado de derecho”.

Régimen militar

El pacto establece un plazo de 120 días para realizar elecciones generales, una vez que se haya constituido un nuevo tribunal electoral – una atribución de la Asamblea Nacional que, en esta oportunidad, perderá vigencia, porque deberá ser convenida con el poder ejecutivo. Un parlamentario de la derecha ya ha advertido que si la composición del tribunal no fuera de satisfacción del Ejecutivo, el acuerdo quedaría en la nada y la crisis en apariencia resuelta se reabriría con toda la furia. Debe concluirse de aquí que el tribunal en cuestión será un apéndice del gobierno de facto. En esta línea, se ha dado status de ley al decreto que declaró la inimputabilidad de los militares que fueran acusados por el asesinato de manifestantes. Una información provisional adjudica a la represión de la policía y las fuerzas armadas 38 muertos.

El acuerdo no se limita a restablecer las condiciones de la elección del 20 de octubre pasado, pues autoriza la presentación de nuevas fuerzas o listas, para habilitar una candidatura ‘bolsonarista’, en referencia al fascista cruceño, Fernando Camacho, el preferido del fascista brasileño. La agitación política fascista ganaría de este modo un nuevo escenario. Camacho ha salido de la nada como consecuencia de su actividad golpista, de modo que disputaría el lugar electoral de Carlos Mesa, el candidato que quedó inmediatamente atrás de Evo Morales en la elección anulada. Mesa ha quedado completamente relegado en la crisis golpista, al igual que sus posibilidades futuras. La mayoría de los observadores descuenta, por otro lado, que el MAS no llegaría unido a los comicios pactados. Con este discutible diseño futuro, los golpistas tienen la expectativa de convertirse en un gobierno electo a mediano plazo.

Desmoronamiento

Tanto la renuncia de Morales y Linera ante el mando militar, como el desmoronamiento del MAS desde que se desarrollara el movimiento golpista apenas concluidas las elecciones del 20 de octubre, son el resultado de la presión antagónica del imperialismo y las fuerzas armadas, por un lado, y de las masas rebeladas, por el otro. La omnipotencia del arbitraje bonapartista se desplomó ante el choque entre estas fuerzas fundamentales. En el desplome se inscribe la burocracia de la Central Obrera Boliviana (COB), que pasó de la colaboración con el gobierno capitalista del indigenismo a la falsa neutralidad ante el golpe militar.

El desmoronamiento del centroizquierdismo ha tenido una expresión continental: Lula, por ejemplo, se acordó de la inconveniencia de que Evo se presentara por cuarta vez a elecciones, no antes de ellas sino después de consumado el golpe – lo que no es otra cosa que justificarlo. El pejotismo ‘nostrano’ se animó a votar en el Congreso un repudio al golpe, acompañado por la izquierda, pero sin imponer que el gobierno argentino reclamara en los foros internacionales la reposición del presidente depuesto ‘manu militari’ (ni hablemos de una oposición internacional militante al golpe). La izquierda propiamente dicha (el FIT) advirtió el golpe sólo después que los milicos ingresaran al Palacio Quemado – hasta ese momento enseñaban que no había que confundir “amotinamientos policiales” con un golpe de estado, y con ese pretexto, algunos, y sin ese pretexto, otros, se pronunciaron por “la independencia política de la clase obrera”, sin denunciar un golpe en desarrollo ni la prioridad de la lucha contra ese golpe que no disimulaba sus propósitos. En Brasil ya se había producido un vaciamiento político similar cuando la destitución de Dilma Rousseff fue resumida como “un golpe parlamentario” y no un golpe de estado liso y llano, que no hubiera podido prosperar sin una iniciativa del alto mando militar.

(El golpe “parlamentario” carece de sentido, porque la Constitución faculta al parlamento a destituir al Ejecutivo por medio de un juicio político, y también a declarar la suspensión de las garantías constitucionales – estado de sitio. Curiosamente, un golpe parlamentario lo acaba de dar el MAS al reconocer un gobierno de facto impuesto por un golpe de estado).

Las masas

El acuerdo para convocar a elecciones no es más que un pedazo de papel, que autoriza a los golpistas a gobernar como una dictadura, sin que aún se hubieran reunido las condiciones para un gobierno dictatorial – para eso debe tener lugar una derrota de las masas movilizadas. No existe, sin embargo, siquiera la apariencia de una concesión limitada a las masas para que cesen la movilización política. La capitulación del MAS de no es suficiente para borrar de la conciencia del pueblo las masacres de Senkata, en El Alto, ni de Sacaba, en Cochabamba. La evaporación política de Carlos Mesa polariza la situación entre el fascismo, por un lado, y las masas movilizadas, por el otro. Estas masas no han seguido ciegamente al gobierno del MAS en la última década y media; por el contrario, han protagonizada numerosas movilizaciones, muchas de ellas victoriosas.

La falsa salida electoral no apaciguará a los trabajadores, todo lo contrario. El desafío de estructurar una dirección política se refuerza como consecuencia de la capitulación del MAS. La crisis política acentuará una declinación económica que viene de tiempo atrás. El arma principal de la reacción es explotar la entregada del MAS para sembrar la mayor confusión entre las masas movilizadas. En numerosos centros urbanos, incluso en el campo, se organizan Cabildos o Asambleas Populares. La polarización política debería servir para reforzar y ampliar estos consejos de trabajadores, con el objetivo estratégico de desencadenar una huelga general indefinida. Extender los Cabildos Populares en los principales centros industriales e impulsar la Huelga General por tiempo indeterminado para derrocar al gobierno de facto, es el programa que permitirá desarrollar una dirección revolucionaria en el curso mismo de esta etapa.

Crisis mundial

El pacto trucho inacabado que se quiere imponer en Bolivia viene acompañado de acontecimientos internacionales que se integran como etapa en la lucha de clases en el Altiplano: la reciente huelga general y las manifestaciones – ahora en permanencia – en Colombia, y la huelga general de 48 horas en Chile, contra la versión trasandina del pacto trucho en Bolivia: una Constituyente de fachada, para encubrir el reforzamiento de la represión militar y el establecimiento de un estado de sitio extra legislativo. Más allá de esta parte del mundo, las protestas en Irán se van convirtiendo en una rebelión popular, e incluso los levantamientos en Hong Kong, cruzados por contradicciones de todo tipo, jaquean la dominación de la poderosa burocracia china y, en última instancia, al capitalismo internacional.

La conexión entre los procesos revolucionarios que emergen en América Latina se pondrá de manifiesto cada vez más. Las unifica una fuerza poderosa: la crisis capitalista mundial – una suma algebraica de bancarrotas financieras, guerras económicas, crisis políticas cada vez más numerosas, y guerras internacionales.

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