Conferencia Latinoamericana del FIT-U: un “campo de disputas”, sin brújula ni futuro

Escribe Marcelo Ramal

Tiempo de lectura: 11 minutos

En estas horas, los portales de los partidos del FIT-U hacen un esfuerzo retórico para reivindicar a la Conferencia Latinoamericana virtual que protagonizaron el sábado pasado. Cualquiera que haya seguido sus deliberaciones, sin embargo, se ha dado cuenta que la conferencia dejó poco y nada: un ´plan de acción´ de una jornada, el próximo 27, a las embajadas norteamericanas.

Por lo demás, la Conferencia fue un torneo de chicanas, pases de factura y hasta provocaciones entre los líderes de cada uno de los partidos. Parecía un ring de boxeo, antes que una conferencia de trotskistas que habían prometido ofrecer una perspectiva política a América Latina. Aunque la convocatoria de hace varios meses establecía que las divergencias que existen no serían parte de la agenda de la reunión, sólo se ocuparon de ellas, en los peores términos. Es que un debate serio no se improvisa; tampoco comporta un intercambio de agravios; además, requiere un interés de los protagonistas en proceder a una clarificación política. A la luz de lo ocurrido, es claro que los partidos del FIT-U prepararon con todo cuidado una desorbitada pelea, con la intención de obtener reclutas entre los asistentes virtuales, a expensas de sus socios. Esto no impedirá, podemos asegurarlo, que el aparato del PO (O) continúe con la prédica de que el FIT-U es un caso de excepción mundial, por su defensa auto-adjudicada de la ´independencia de clase´.

Nunca hubo la menor intención de organizar un debate, en primer lugar, que involucrara a la militancia de los partidos en presencia, y, en segundo lugar, que tuviera como eje el carácter de la estrategia y táctica de esta etapa. En definitiva: aportar a los desafíos que enfrentan los obreros y campesinos de América Latina. En ausencia de ello, los desacuerdos arrojados al ruedo fueron una reproducción, todavía más irritada, de las disputas que se enlazan a diario al interior del FIT-U de Argentina, cuando no están prendidas las luces de los medios de comunicación y las ambiciones electorales. Más que buscar una comprensión común de la etapa y de las tareas planteadas, la Conferencia reeditó a escala continental la definición del FIT-U como “campo de disputas” – el dislate de pregonar el frentismo para acentuar la escisión. El oficialismo del PO se ha sumado a este desvarío con un entusiasmo digno de mejores causas.

“Marginalidad”

El debate fue caprichoso y vulgar. Gabriel Solano, en nombre del PO (O) adelantó que las rebeliones continentales carecían de futuro, debido a la marginalidad de la izquierda, que confundió con la “falta de dirección”, y a una política de conciliación de clases, de la que se autoexcluía. En efecto, la “excepción” a esta regla sería el FIT-U. Ni reparó que fuera de Argentina, no se conoce a nadie que haya votado, ´por error´, la adhesión a un protocolo internacional, o sea con Donald Trump y Benjamín Netanyahu, pedida por el gobierno de los Fernández a todos los poderes legislativos y judiciales del país. Los partidos miembros del FIT-U en Argentina son los mismos que integran esa izquierda ´marginal´ y ´conciliadora´ en el resto de América Latina. En la conferencia se acusaron entre ellos, ora de seguidismo al nacionalismo continental, al centroizquierdismo o a los partidos “amplios”, en algunos casos, e incluso al golpismo, como en el caso de Bolivia. A medida que las mesas de debate se iban sucediendo, este método bochornoso de discusión se hacía más intenso.

Cuando se constituyó el FIT, el PO -no “este” PO- advirtió acerca de las características oportunistas del frente, que acompañaban su necesidad como instrumento político en un momento y situación determinados. En 2013, presentamos un documento programático para superar esa limitación, por medio de un debate. En la conferencia, los actuales dirigentes del PO presentaron al FIT-U como lo contrario, no como oportunista-electoral sino al revés, como “excepción” revolucionaria y un modelo a seguir, sin por eso dejar de adjudicarle a los demás partidos la responsabilidad por un oportunismo sin fronteras. El más castigado fue Bodart, el último recluta del ahora FIT-U, convertido en un ´punching-ball´ de sus colegas, por la alianza del MST con Luis Juez, Pino Solanas, Syriza o el chavismo, sin importarles que, con estos ataques, no hacían más que imputarse a ellos mismos, por haberle allanado el ingreso al FIT-U. Se cobraban, con este procedimiento, la denuncia contra el voto pro-sionista del PO (O) y el PTS, por parte del PTS, y otra denuncia, también del MST, contra el voto, en Córdoba, a un proyecto del gobernador Schiaretti, emitido por el PO (O). Del entrevero de difamaciones quedó excluido el otorgamiento del quórum al Presupuesto del ´Coqui´ Capitanich, porque no fue denunciado por nadie hasta el día de hoy – cuando se acaba de producir algo peor, en la misma provincia, con un segundo quórum, esta vez para la malversación de las propiedades del estado.

Solano acusó de “marginal” a los socios continentales del FIT-U, sin pensar que la formación de “frentes de izquierda” en el continente, que él pregona, sólo sería una suma de “marginalidades”. La vara del PO (O) es el número de bancas de cada uno, no la labor en la clase obrera, su presencia en los sindicatos y grandes fábricas, como ocurre con la izquierda en Brasil, por ejemplo. Una gran parte de la izquierda no sufre de marginalidad numérica ni de falta de instalación en lo más activo de la clase, sino de un seguidismo político incurable, acompañado de una persistente autoproclamación. Las conferencias latinoamericanas e internacionales deberían servir para superar estas limitaciones, mediante el debate y el diseño de acciones comunes en la lucha de la clase obrera. Lo que ha hecho el FIT-U, el fin de semana pasado, es acentuar la ´grieta´ mediante agravios sin principios.

El PO (O) ha echado al canasto todo lo que hemos escrito sobre la “potencialidad” de la izquierda en las perspectivas revolucionarias que se van estructurando - ¡lo contario de la ´marginalidad´! El planteo de Solano, en cambio, evidenció una desmoralización política. El Frente de Izquierda concitó un interés en una vanguardia obrera y era protagonista y orientador de las luchas, no por su número, sino por su política – una tenaz delimitación del gobierno de los K, en todos los planos. Esa lucha política se preparó y adquirió envergadura en los años que llevaron al Argentinazo, en el movimiento piquetero y en una acción parlamentaria que convocaba al derrocamiento del gobierno de De la Rúa-Cavallo; finalmente, en la lucha de masas por el castigo a los asesinos de Mariano Ferreyra, cuando la izquierda tenía representantes parlamentarios sólo en Salta. En contraste con todo esto, el FIT-U fue a las últimas elecciones con un programa desarrollista, feminista y parlamentarista.

Frente único

Bien mirado, cuando el PO adhirió a la formación del Frente de Izquierda defendió un método político – el frente único de la clase obrera en todos los terrenos, para separarla de la burguesía, de sus agentes políticos o sindicales. Del Caño, en el cierre de la Conferencia, denunció al PO por intentar reconstruir la IV Internacional “en base a cuatro puntos”. O sea, el método del frente único, en base a un programa, que los dirigentes del PO no levantaron en el curso de los debates de la Conferencia, porque hubiera significaba defender el extenso programa del Congreso de Fundación de la CRCI, escrito por Altamira. A los espectadores del ´debate´ se les escapó que por mezquindad faccional, por un lado, y por una ruptura con la estrategia histórica del PO, por el otro, el aparato usurpador evitó reivindicar el método precioso de aquel Congreso, que fue el desarrollo de una discusión política, seguida de conclusiones, con partidos trotskistas de tradición diferente al Partido Obrero. ¡Así es como se hace una Conferencia!

La “unidad en la claridad” es el único antídoto contra el faccionalismo. En ausencia de una clarificación de objetivos políticos comunes, prevalece el interés de aparatos. Se multiplica las divergencias al infinito y se renuncia al objetivo de la conquista de la clase obrera en aras de una disputa de sectas. Hace ¡22 años! decíamos: “se trata de dar una respuesta a una situación histórica concreta y no de pretender remontar los infinitos hilos que diferencian ideológicamente a las más diferentes organizaciones. Mientras que la agenda corriente del llamado movimiento trotskista consiste en luchas políticas faccionales, cuando no en la ignorancia recíproca de unos y otros y en la auto-proclamación de cada uno como el partido verdadero, el Partido Obrero plantea como agenda una discusión política tendiente a establecer las condiciones para proceder a la refundación inmediata de la IVª Internacional” (“Respuesta a Lutte Ouvriere”; EDM 17).

¡Qué diferencia abismal entre este método y el espectáculo deplorable que tuvimos que presenciar este sábado, esta vez, con el aval de quienes invocaron la representación del Partido Obrero!

Lo que la Conferencia NO hizo, ni QUISO hacer fue, precisamente, “dar respuesta a una situación histórica concreta”. No caracterizó el impasse mortal del capital, al escenario de crisis políticas y volatilización de regímenes enteros y, en consecuencia, a “una intensificación considerable de la actividad de las masas, que en tiempos de ´paz´ se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas… a una acción histórica independiente” (Lenin). El partido bolchevique pasó de unos pocos miles de militantes en 1915 a centenas de miles a mediados de 1917, debido a su política excepcional, no rumiando sobre la marginalidad.

Fuera Trump y Piñera, sí (por ahora); Macri no

La sustitución de una caracterización política por las pullas faccionales se expresó claramente en el “debate” entablado en torno de la consigna “Fuera Trump”, que el PTS rechazó por considerarla funcional a la campaña electoral de Joe Biden. El contratiempo, sin embargo, se le planteó al aparato del PO, que tuvo que ponerse a explicar por qué sostiene ahora “Fuera Trump”, cuando las elecciones tendrán lugar en 90 días, -o “Fuera Piñera”- y rechazó sostener el “Fuera Macri”, mucho antes de las elecciones, a mediados de 2018, cuando comenzó el derrumbe del gobierno macrista. En un artículo publicado después de la Conferencia, el PO (O) vuelve sobre el tema, para decir que el Fuera Macri “no empalmaba con un cuadro de ascenso del movimiento de masas, sino más bien en un cuadro de contención del movimiento obrero… como consecuencia de la profunda cooptación y subordinación de las direcciones… al recambio capitalista”. No puede haber confesión más brutal respecto de un aparato que marcha a la rastra de los acontecimientos, y que es incapaz de preparar, por medio de la agitación y la propaganda, las condiciones para una intervención política independiente de las masas.

En cambio, el PO, “aquel” PO, planteó “Fuera la dictadura” cuando Videla torturaba a nuestros compañeros en las mazmorras del régimen; planteó “Fuera De la Rúa-Cavallo” cuando la crisis del régimen postmenemiano estaba planteada, pero bastante antes del Argentinazo. Los discutidores del sábado último olvidan que para plantear Fuera Trump o quien sea, hay que estar en el terreno, auscultar a las masas mediante la intervención en sus movilizaciones y luchas, o estar en contacto y debatiendo con la vanguardia de los obreros y de las luchas en Estados Unidos – no desde una computadora en Buenos Aires o San Pablo. La exasperación que tomó cuenta del “Fuera Trump” es una señal irrevocable de que la conferencia fue una reunión de aparatos, que buscaban endilgarse alguna fechoría. En Argentina, “Fuera Macri”, desde mucho antes de las elecciones y en medio de una catástrofe inaudita, por un “Constituyente Soberana”, habría servido para presentar al PO y al FIT con un planteo de poder, o sea como una fuerza revolucionaria, hacia la que habrá que prestar atención, si no ocurre en lo inmediato, sí en un futuro próximo. Hoy en cambio es una fuerza que atrajo miradas por votar, en la legislatura, acuerdos internacionales de los Fernández, con los bloques K y M; consagrar el delito de opinión; y servir a la propaganda sionista. Para formar una vanguardia revolucionaria en la clase obrera es necesario tener una política revolucionaria en forma sistemática.

No improvisamos: la declaración constitutiva de nuestra Tendencia señala que “el argumento de que un planteo de poder está condicionado por el estado de las masas, con independencia de la situación en su conjunto, vale desde el punto de vista táctico – o sea que no sería el momento para impulsar una rebelión o insurrección para la toma inmediata del poder. Desde el punto de vista de la agitación y la organización, la ausencia de ese planteo de poder es, en cambio, un freno político, en primer lugar, para los obreros avanzados y para el reclutamiento. Si las masas no se movilizan todavía con el mayor de los ímpetus contra un gobierno al que odian profundamente, o no liberan aún a los sindicatos del yugo de la burocracia, debemos indicarle una alternativa política de poder – no responsabilizarlas porque no se estarían movilizando para derribar al poder existente” (“Porqué una Fracción Pública del PO”, junio 2019).

“Crisis de dirección”

El pobre debate sobre las “consignas de poder” es revelador de otra de las cuestiones que se pusieron de manifiesto en la conferencia, a saber, la consabida invocación a “la crisis de dirección de la clase obrera”. Para los participantes de la Conferencia, esa frase es la contraseña para justificar la adaptación a la situación política del momento. Pero la crisis de dirección, desde hace tiempo, es la crisis de la IV Internacional, en cuyo nombre actúan sin el menor pudor organizaciones que repudian la revolución proletaria o que centrean en el plano de la teoría, la política y las acciones del momento. “De ti habla la fábula” - culpar a una burocracia que nadie sigue y es puro aparato estatal; o quejarse de la presencia de corrientes conciliadoras, como si ellas no fueran inevitables en toda situación política concreta; son pretextos para el adaptacionismo - “las uvas está siempre verdes”. Las situaciones revolucionarias no solamente ´se dan´, también ´se crean´ - no a último momento sino al cabo de una lucha de años, derrotas y victorias, desaciertos y aprendizajes.

“Una cosa son las rebeliones, otra cosa es que exista una dirección revolucionaria”, afirmó Solano. Pero ´las rebeliones´ no son acontecimientos puramente objetivos, pues han sido preparadas por una experiencia histórica precedente de las mismas masas. Plantean, como nunca, la cuestión de la dirección política, a la que hay que dar una respuesta. La conferencia debía haber sido preparada para discutir esa respuesta, no para tirar pálidas contra las rebeliones populares. “Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan”. Hago parlamentarismo porque las masas no dan, y cuando dan sigo haciendo parlamentarismo, porque las direcciones están ausentes. Este fue el nivel ideológico de la conferencia.

En la catarata de afirmaciones arrojadas al voleo, escuchamos, también del aparato del PO, la especie de que el imperialismo cuenta con un plan A -los Trump, Bolsonaro o Piñera- del grupo de Lima; y un plan B -los Fernández, AMLO o Morales-, del grupo de Puebla. El capital, por lo tanto, maneja la “botonera completa” o, tiene la “iniciativa estratégica” para una situación, y tiene la “iniciativa estratégica” para otra. Esto que creíamos que sólo se escuchaba en un salón de centroizquierdistas, ahora lo repite la ´extrema izquierda´. Sin embargo, sólo un régimen acorralado tiene dos planes, A y B – el fascismo y el frente popular son los últimos recursos contra la revolución proletaria. En Chile, por ejemplo, el pinochetismo, de un lado, y la tendencia al frente popular de la oposición, por el otro. Los planes A y B son la consecuencia de situaciones potencial o realmente revolucionarias – no la prueba de la solidez del capital. No desconocen esto las masas trasandinas: fue el rol que jugaron Pinochet, por un lado, y la Unidad Popular, por el otro. La primera vez como tragedia, la próxima como una epopeya.

En la Conferencia, la palabra “rebelión” se repitió hasta el cansancio. Pero ninguno de los oradores de fondo se detuvo a desarrollar y a explicar el contenido y los métodos de las rebeliones que están en curso, es decir que no les han servido para aprender nada. La Conferencia le adjudicó las “rebeliones” en marcha a una masa descontenta; la parte de la “revolución”, en cambio, quedó reservada para las sectas. Trotsky pensaba diferente: atribuyó la marcha de la revolución rusa a “las fuerzas elementales de las masas”.

En suma, la Conferencia Latinoamericana no tuvo lugar.

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera