Dos años del #8A

Escribe Olga Cristóbal

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Hace dos años centenares de miles de mujeres de todas las edades y sus compañeros esperábamos en las inmediaciones del Congreso de la Nación, con un frío que calaba los huesos, un voto favorable del Senado que legalizara el aborto. Si se suman las vigilias en todas las plazas políticas del país, probablemente dos millones de seres humanos aguardaban en las calles. En el Senado, legisladores de todos los partidos patronales le volvieron la espalda a esa magnífica movilización popular -la “marea verde”- para arrodillarse frente a las exigencias del clero, empezando por las del papa Bergoglio. Una lección taxativa del carácter antipopular y antidemocrático del Parlamento.

La campaña contra los derechos de las mujeres había recorrido todo el país, encabezadas por las Iglesias Católica y Evangélica que movilizaron hasta a los alumnos de escuelas primarias para contrarrestar una decidida rebelión de los estudiantes secundarios de escuelas confesionales. Tuvieron el aval y la compañía del grueso de los gobernadores e intendentes -desde Vidal hasta Manzur, Capitanich, Insfrán- y de legisladores de todos los partidos patronales incluida la actual vicegobernadora bonaerense, Verónica Magario, que instituyó el día de los evangélicos en La Matanza y les entregó, graciosamente, la secretaría de Culto.

El rechazo significó un golpe al movimiento de mujeres no tanto por lo que ocurrió en el Senado, que no fue una sorpresa, sino por el balance político de ese voto adverso. La dirigencia feminista, en general kirchnerista, quedó paralizada y solo levantó un dedo acusador contra el pueblo que “no sabe votar” (cabe recordar que el único bloque que votó a favor sin fisuras fue el del FIT). Después, recomendaron “votar bien”, como si el peronismo no llevara en sus listas tantos energúmenos clericales como los macristas. Finalmente, el argumento fue que como Macri dejaba un país devastado, era necesario primero paliar el hambre. Legisladoras y funcionarias que no se quitan el pañuelo verde del cuello, en sintonía con los curas villeros, no dudaron en acusar a las “privilegiadas” que seguíamos reclamando el aborto legal de “indiferencia” hacia las mujeres pobres, como si muchas de nosotras no fuéramos “de las barriadas”. Y como si en las barriadas las mujeres no se embarazaran y no fueran las que corren mayor riesgo al abortar en la clandestinidad.

Alberto Fernández pareció correrlas por izquierda cuando anunció que iba a mandar su propio proyecto de aborto legal al Congreso. En vez de puntualizar que ya existe un proyecto de la Campaña, refrendado largamente por el movimiento de mujeres, aplaudieron.

Para no “presionar” al presidente, el 8 de marzo estos mismos sectores trataron de que la demanda de aborto legal fuera relegada como una consigna secundaria. El feminismo kirchnerista propuso incluso que la movilización fuera encabezada… por la burocracia sindical. La discusión se saldó en la misma marcha cuando millares de mujeres con pañuelos verdes se sumaron a la columna de la Campaña por el Aborto legal y la convirtieron en la más numerosa.

Pero pasaron 5 meses y del proyecto de Fernández ni noticias. Como en el juego de la oca, el presidente amaga y retrocede, y cada vez el coro de funcionarias verdes ensaya una nueva retahíla de justificaciones.

La última excusa de Fernández es que el proyecto está listo pero que el debate de la hora es la pandemia. Macanas. El gobierno ha liquidado “el debate de la pandemia” liquidando la cuarentena. “Convivir con el virus”, en buen criollo no significa más que “sálvese quien pueda” mientras la circulación laboral del virus hace estragos. El “debate de la pandemia” tampoco fue obstáculo para enviar la reforma judicial.

Mientras seguimos esperando, crecen los embarazos por falta de anticonceptivos y de misoprostol en las salitas. Los abortos clandestinos con métodos cruentos les han costado la vida a por lo menos tres mujeres. Hay dos presas en Santiago del Estero por haberse realizado un aborto. Buen intérprete de estas señales, o simplemente, aliado, el jefe de Gobierno porteño avanza contra los abortos no punibles.

El movimiento de mujeres tiene que liberarse del lastre de sus dirigentes ahora funcionarias -y aspirantes a funcionarias- que pasan de las oficinas gubernamentales a San Cayetano.

La conquista de las reivindicaciones de las trabajadoras está unida a las luchas generales de la clase obrera por su derecho a la libertad, a la vida y a la salud. El aborto no es una excepción. Vamos por eso.

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