30° Aniversario del Asesinato de León Trotsky

Escribe Politica Obrera

Declaración de la Dirección Nacional de Política Obrera, 19 de agosto de 1970

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¡León Trotsky no ha muerto! ¡Quien puede afirmar lo contrario frente a los levantamientos obreros y populares de Córdoba y Rosario, la consigna de masas de gobierno obrero y popular, la huelga general francesa con ocupaciones de fábrica de mayo-junio, de 1968, el programa en favor de la revolución socialista resuelto por las centrales obreras y universitarios bolivianas, la lucha de las masas checoslovacas contra las burocracias usurpadoras, la extensión de la revolución indochina a pesar de la escalada sin precedentes del imperialismo y del freno de los burócratas stalinistas de todo pelaje! ¡Quién puede afirmar lo contrario cuando el trotskismo se levanta en todo el mundo de su condición de pequeños núcleos dispersos y sus banderas ocupan las primeras filas en las manifestaciones obreras y estudiantiles, mientras el imperialismo se hunde inevitablemente en la descomposición, el stalinismo se desintegra en todos los planos, su programa conciliador es ridiculizado por las nuevas generaciones, el nacionalismo burgués y las burocracias sindicales han entrado en vertiginosa crisis y la cabeza de sus dirigentes es pedida por la masa de los obreros activistas! León Trotsky no ha muerto porque es el programa de lucha del que él fue su indiscutible vanguardia, el que las masas ponen en vigencia en todo el mundo y porque son las organizaciones que se reclaman de este programa las que crecen sin cesar entre los obreros revolucionarios.

Cuando el 20 de agosto de 1940 Stalin logró hacer asesinar, luego de 43 intentos previos, al viejo “ogro” (como lo denominó el carnicero imperialista W. Churchill), el imperialismo y el stalinismo creyeron haber consumado su obra de contención, de aislamiento y de usurpación de la gran revolución proletaria de octubre de 1917, que hundiera al imperio zarista y abriera el nuevo periodo histórico de la revolución proletaria internacional. Las revoluciones de la posguerra, fundamentalmente la china, la cubana y la vietnamita, confirmaron los pronósticos de Trotsky sobre el inevitable ascenso revolucionario, sobre la oposición de la burocracia a este ascenso y sobre la incompatibilidad entre la burocracia y el avance de la revolución internacional. Con cada revolución triunfante la crisis del stalinismo avanzó, con todas las victorias revolucionarias el stalinismo tuvo profundas colisiones, las burocracias se desmoronan con el alza de las masas.

Es indudable, sin embargo, que en ninguna de estas revoluciones triunfantes la clase obrera se apoderó directamente del poder debido a que estaba dirigida por partidos políticamente burocráticos (maoísmo) o de origen pequeño-burgués (castrismo). Pero es justamente esto, la inexistencia del poder político obrero efectivo, la causa fundamental de las crisis que sucesivamente afectan a estas revoluciones en el plano de su política interna e internacional. La conquista histórica fundamental de estas revoluciones, la expropiación del capitalismo, solo podrá ser coronada por el gobierno directo de los trabajadores.

El trotskismo fue y es un programa de combate y una organización de combate de carácter internacional. No podía ni puede ser de otro modo cuando todas las evidencias señalan el carácter internacional de la explotación capitalista y de su represión armada, cuando la propia crisis del imperialismo es internacional y cuando la liberación de los trabajadores, que no puede menos que comenzar dentro de cada país, sólo puede consumarse definitivamente con el derrocamiento del capitalismo en todo el globo.

Sin embargo, es un error suponer que el internacionalismo, que hoy se identifica con trotskismo, es un invento suyo. El trotskismo es el heredero del internacionalismo proletario que se manifiesta con el propio despertar político de la clase obrera cerca de mediados del siglo pasado. El trotskismo es el heredero histórico de las organizaciones obreras nacidas al influjo de la influencia internacional del marxismo, de la I Internacional de trabajadores, de la II Internacional de partidos socialistas, de la III Internacional nacida de la revolución rusa y del alza revolucionaria posterior a la primera guerra, creada por Lenin y Trotsky (la más profunda dirección obrera revolucionaria mundial sin parangón posible), y la IV Internacional trotskista nacida como reagrupamiento internacional de los revolucionarios que combatieron la degeneración stalinista. La ola obrera revolucionaria que se desarrolla sin cesar por todo el globo habrá de rematar sin duda el cometido de reconstruir a la IV Internacional como dirección de la revolución mundial.

La unidad revolucionaria internacional contra el capitalismo solo puede basarse en el proletariado y en un programa proletario. Cuando la persecución de este objetivo en lugar de basarse en el proletariado, en su organización de clase, toma la forma de agrupaciones pequeño-burguesas terroristas o guerrilleristas, el resultado no es la unidad revolucionaria internacional sino la desintegración. Esto es lo que ha ocurrido, indudablemente, con la OLAS, cuyo objetivo de unificar a los revolucionarios latinoamericanos sólo duró un año. Es que una organización internacional homogénea, de actividad sistemática y sin desmayos sólo puede construirse sobre la base de partidos y programas que sean la expresión de la maduración política de la clase obrera expresada en sus hombres de vanguardia.

El trotskismo es un programa proletario y es también un partido porque existe y lucha por ese programa. La meta final del trotskismo no es imponer forma alguna de tutela sobre la clase obrera, como invariablemente lo hacen las burocracias, sino que sostiene la tesis de que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Por esto el trotskismo lucha por la unidad de la clase obrera, la unidad revolucionaria, y llama a todas las organizaciones políticas, sindicales y fabriles de la clase obrera al frente único para luchar por el programa de reivindicaciones que levanta cotidianamente la clase obrera de todos los países, el que sólo podrá ser impuesto por la movilización revolucionaria y el poder obrero.

¡Que golpe a las utopías reformistas, conciliadoras y pacifistas fueron los levantamientos de Córdoba y Rosario! El espíritu, las consignas, los métodos de estas grandes gestas de nuestras masas explotadas se identificaron rápidamente, en horas, con el espíritu, las consignas y los métodos de todas las auténticas revoluciones proletarias modernas. La acción directa, las barricadas, el grito de gobierno obrero, la ocupación de las ciudades, la veloz tendencia a armarse, mostraron a las claras que nuestra clase obrera, que según los charlatanes burocráticos y reformistas estaría al margen de la lucha de clases, al margen de la influencia internacional, al margen del programa clasista, se transformaba en la vanguardia indiscutida del pueblo trabajador y salía a la batalla abierta para imponer su propio gobierno, punto de partida de la construcción del socialismo.

¡Que golpe fueron los levantamientos de Córdoba y Rosario para los que separan la lucha obrera por sus reivindicaciones inmediata del objetivo de la revolución proletaria y del gobierno obrero! La resistencia contra la liquidación del sábado inglés, contra el aumento de la nafta, la leche, el pan, los transportes, abrieron el cauce de la acumulación de un colosal odio de clase provocado por la explotación capitalista y abrieron el cauce a una experiencia extraordinaria que demostraba la necesidad de abandonar los métodos de digitación, de aislamiento y de derrotismo de la burocracia sindical, y lanzarse a las calles por la vía de la movilización directa de las bases. Pero es justamente ésta la conclusión fundamental del programa del trotskismo, del programa de transición: los métodos y las consignas de lucha por las reivindicaciones inmediatas deben conducir a mostrarle a la clase obrera el camino de su propio poder.

Levingston tiró a Onganía porque éste no pudo contener el alzamiento obrero. Levingston, las FF.AA., la burguesía se preparan para aplastar al proletariado. No tenemos enfrente un período de paz social, de conciliación, de democracia: se abre un período de combates aún más grandes y, por supuesto, decisivos, de los que hemos visto y de los que hemos participado. La tarea de la hora es la unidad clasista, del frente único, para salir a la lucha contra el congelamiento salarial, el 40%, las paritarias, contra los despidos y suspensiones, contra la racionalización, levantando el camino de la expropiación de las empresas imperialistas, del gran capital agropecuario, de las patronales que despidan, del control obrero de la producción y del gobierno obrero. Hay que organizar comités de fábrica que luchen por las asambleas de sección, fabriles, congresos de delegados con mandatos de fábrica, formación de interfabriles, piquetes de huelga, destacamentos obreros armados y el congreso de delegados de todo el movimiento obrero con mandato de fábrica, que elija una dirección revolucionaria que luche por este programa y el gobierno obrero. Los compañeros más concientes, los que sienten más fuertemente la importancia de imponer este programa deben lanzarse a constituir el partido con POLITICA OBRERA, con el trotskismo.

Esta es la significación histórica y política del 30º aniversario del asesinato de León Trotsky. Esta es la significación de la reivindicación de este joven revolucionario de principios de siglo que luchaba en su país por la construcción del partido; del dirigente que presidió el primer Consejo Obrero Revolucionario de Rusia en la revolución de 1905; que luchó por la unidad de los verdaderos revolucionarios contra la primera guerra mundial con la consigna de convertirla en una guerra revolucionaria contra la burguesía imperialista; que volvió del destierro para encabezar los Consejos Obreros Revolucionarios de 1917; que fue jefe del comité militar que dirigió la insurrección de octubre; que levantó de la nada y comandó el primer ejército obrero y campesino, el Ejército Rojo, con el que derrotó la contrarrevolución interna y la invasión de 14 naciones extranjeras; que fundó con Lenin la III Internacional; que colocó con el partido bolchevique y con Lenin los cimientos del primer Estado Obrero con los métodos de la democracia proletaria; que fue el maestro de la planificación económica; que combatió denodadamente contra la degeneración burocrática de ese Estado, salvando el derecho mismo a la vida de las revoluciones proletarias; que combatió a muerte contra la traición a la segunda revolución china, la traición a la revolución española, la traición a la clase obrera alemana que fuera entregada por el stalinismo al nazismo; que luchó a muerte por la defensa de la Unión Soviética contra las amenazas de guerra imperialista; que fundó la IV Internacional salvando el futuro de la revolución obrera contra la barbarie fascista y el entreguismo stalinista; que dotó a las fuerzas latinoamericanas del programa que explica el carácter de sus gobiernos bonapartistas y que levanta la consigna fundamental de este continente: ¡Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina!

¡POR LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA MUNDIAL!

¡POR LA REVOLUCIÓN NACIONAL Y SOCIAL LATINOAMERICANA!

¡POR EL GOBIERNO OBRERO Y POPULAR!

¡POR EL FRENTE ÚNICO EN NUESTRO PAÍS, LATINOAMERICANO Y MUNDIAL PARA DERROCAR AL CAPITALISMO!

¡POR LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTIDO OBRERO REVOLUCIONARIO!

¡POR LA RECONSTRUCCIÓN DE LA INTERNACIONAL PROLETARIA!

Publicado en *Política Obrera, Año V, Nº 74, 19 de agosto de 1970, pp. 6-7.*

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