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La crisis política ha entrado en una nueva etapa y, por sobre todo, en un nuevo terreno. El destino de algunos jueces o la disputa por la coparticipación de impuestos con el gobierno de la Ciudad, el pan fresco de los noticieros hasta hace 48 horas, han quedado archivados hasta nuevo aviso. Con las mermas que sufren las reservas internacionales, la disparada de la cotización del dólar en los mercados alternativos, el anuncio de salida de grandes empresas, el casi 3% de inflación en agosto, Argentina se encuentra, de nuevo en un default generalizado – no solamente el que impuso a las empresas la orden de renegociar el 60% de su deuda externa. Ha estallado la misma política oficial.
La fuga de divisas que se denuncia ahora ha sido financiada por el mismo Banco Central, que había otorgado los créditos para que las multinacionales compren al mismo Banco Central los dólares para pagar sus deudas externas, dividendos e intereses al exterior. De otro lado, la suba del precio internacional de la soja, que debiera ser una bendición para el alicaído balance de divisas, se ha convertido en lo contrario, porque los exportadores financian las ventas con créditos que obtienen en Argentina, pero no repatrian los dólares que reciben en el exterior sino hasta el 40% de sus ingresos. Esto explica que el balance comercial tenga un signo positivo extraordinario, mientras que el balance de divisas de ese comercio no alcance para frenar la sangría de dólares del Banco Central. Con un tipo de cambio de exportación que todos los consultores califican de redituable para la exportación, el déficit cambiario llevaría a una devaluación que llevaría los desequilibrios económicos actuales a un estallido. El giro de la política económica es inminente – por las buenas o por las malas.
Este es uno de los planos de la crisis. El otro es la agitación política que han desatado, de uno y otro lado de la brecha, contra la perdurabilidad del gobierno de los Fernández – explotando, precisamente, este desmoronamiento económico. Han salido al ruedo de la desestablización Duhalde, por segunda vez, Ruckauf, Macri (“en tres meses se juega el destino de las instituciones”), el consultor Sergio Berensztein (“crisis terminal”), que ahora convoca a los gobernadores peronistas y a los intendentes pejotistas del conurbano “a que tomen distancia de los desatinos”, en una recreación del golpe que tramaron contra la De la Rúa. Lo sigue el inefable Broda. A esta onda se ha sumado Guillermo Moreno, que descubre con larga demora su oposición al cepo cambiario que supo imponer.
La debacle del gobierno se advierte en las medidas con las que pretende esquivar el default, como prometerle a “los que inviertan”, que el cepo no se aplicará para ellos cuando quieran expatriar las ganancias que obtengan. Un sinsentido. El gran capital va con los tapones de punta contra los congelamientos de tarifas, incluidas las de las telecomunicaciones, que han provocado un derrumbe completo de su capital accionario en las Bolsas. De otro lado, sin embargo, llaman a un congelamiento indefinido de paritarias y salarios, a los que imputan la causal de inflación. El mejor indicador del derrumbe financiero es la caída de los títulos de la deuda que se acaban de canjear por la que estaba en default – cuando se esperaba lo contrario. La desubicación de Guzmán y de todo el gobierno se refleja en la convicción que ha mostrado de que la crisis se arreglaba con la publicación del Presupuesto 2021 y la expectativa de un acuerdo con el FMI para julio del año que viene. Los desbarajustes de los últimos días han dejado al Presupuesto en orsai, y el próximo julio quedó a la distancia de un siglo.
El golpe que acecha al gobierno es todavía prematuro, aunque reconfigura la 'grieta', porque pone de un lado a los golpistas y del otro a quienes caracterizan a un golpe como el bidón que falta para provocar una conmoción social y política. Las variantes intermedias son sencillas de imaginar: la partida del presidente del Central o, al revés, del ministro Guzmán. Cambio total de gabinete y centralización de decisiones de gobierno. Por el lado financiero, un desdoblamiento del mercado cambiario en uno comercial y otro financiero. Nada que no se sepa, pero tan inútil como es sabido. Al recambio que se elija lo seguirá el siguiente, a todo ritmo, hasta un choque decisivo de fuerzas en presencia. Guillermo Moreno ventiló, sin embargo, una variante de esta crisis que hemos señalado hace poco en estas páginas: la salida del gobierno de CFK, aunque no clarificó a qué propósito serviría, por ejemplo, a un gobierno de unidad nacional con ambas orillas de la grieta. En lo que volvió a insistir es en algo que se ha convertido en su obsesión: que la crisis la 'aproveche' el Partido Obrero.
Advertimos a los luchadores, en primer lugar de la clase obrera, acerca de esta situación de quiebre político y de la posibilidad de que alumbre situaciones pre-revolucionarias – que exigirán, como siempre, de una dirección política clara de la clase obrera. El desarrollo de la pandemia en el marco de una sociedad regida por la ley del lucro privado, por un lado; así como la prioridad de los estados al rescate del capital, no a la salud y la vida del pueblo; constituye el marco y el combustible de una crisis histórica que se profundiza todos los días. A partir de esta caracterización y con esta perspectiva llamamos a una discusión acerca del momento político a los luchadores, la izquierda y los trabajadores, para decidir un programa de reivindicaciones y un plan de acción política. La irrupción de esta crisis deja sentada una clara conclusión sobre las posiciones que unos y otros hemos tenido en los planteamientos políticos, por lo menos en los últimos años. Las posiciones democratizantes, parlamentaristas y mediáticas han naufragado a ojos vistas.