Escribe Javier Román
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La pueblada desatada tras la modificación de la Ley 7722 que ponía un límite a las actividades extractivistas en Mendoza, ha generado, en primer término, la suspensión de su aplicación por parte del gobernador Suarez, en segundo, ha puesto las barbas en remojo del conjunto del régimen político argentino.
La rebelión marca un cuadro de contradicciones aún más explosivas que las de Chubut, en los últimos meses de Macri. La simple asunción de un nuevo gobierno no ha solucionado, menos calmado, la resistencia popular ante cuestiones como los derechos de la mujer, ambientales, jubilaciones y salarios.
Las primeras reacciones bajo el gobierno peronista se den en una provincia gobernada por un “macrista”, que ha hecho yunta con el peronismo.
Mendoza sigue a Chile, también en la cuestión de la represión. Los trabajadores que hace cuatro meses votaron a Suarez (52% de los votos) se movilizan contra él. El “efecto Mendoza” impidió que Arcioni haga lo mismo en Chubut la regulación minera.
Todo este proceso de acción de masas encuentra a las direcciones tradicionales, completamente agotadas, y a la izquierda reducida a la marginalidad política. Esto tiene una explicación en la falta de comprensión del cuadro de desarrollo de la crisis capitalista. El conjunto del FIT-U asiste más que sorprendido al hecho que una movilización haya logrado imponer un triunfo, luego de prever una serie de reflujos, planchazos y derrotas.
Ahora da una voltereta típica y habla un “triunfazo”, solamente le falta agregar que es “un punto de inflexión”, para repetir el impresionismo del pasado. Es, al revés, ahora empieza el verdadero desafío, porque la burguesía no a va a limitarse a zafar con un recule. Es necesaria una estrategia, y ésta requiere de una caracterización de conjunto.
El futuro de la rebelión mendocina se encuentra en una encrucijada, porque no puede progresar al margen de la lucha de clases como un todo. La izquierda revolucionaria debe alentar la conformación de asambleas populares en defensa del agua, y para que esta defensa no se convierta en la defensa de los bodegueros que monopolizan además el recurso hídrico. Los salarios en el rubro son miserables, no alcanzan para el consumo de agua sana; lo mismo con el abastecimiento de ella en los barrios.
Viva la rebelión mendocina. Defendamos el agua contra las mineras, y a los trabajadores vitivinícolas y al pueblo de los bodegueros que los explotan y monopolizan un recurso social.