Bolivia: las elecciones de la crisis del MAS

Escribe Jorge Altamira

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El acogimiento de Evo Morales por parte del triunfante gobierno ‘nacional y popular’ en Argentina estuvo acompañado de una agenda ambiciosa que preveía incluso un acto de masas en Salvador Mazza (Salta) en la frontera con Bolivia. El derrocado presidente se había visto obligado a salir de su país como consecuencia del golpe militar de finales de octubre pasado y emprender un complicado viaje a México que involucró a Alberto Fernández y a algunos gobiernos de la región. No faltaron aquellos que vieron en la instalación de Evo en Buenos Aires un giro inminente en los desarrollos políticos en el Altiplano contra los que fueron orquestados por Trump, Bolsonaro y quizás Macri.

El acto de masas quedó en el olvido, y lo mismo ocurrió con varios de sus sustitutos: un plenario del MAS, también en el norte de Argentina; y, luego, una reunión de dirigentes que debía consagrar a los candidatos del MAS para las aun no definidas elecciones, prometidas abril próximo. Morales ha dejado claro que pretende convertirse en un “jefe de campaña” desde su exilio forzado. Quedó expuesta de este modo una enorme crisis en el MAS, con cinco pretendientes a la candidatura presidencial y, lo más importante, el cuestionamiento a la jefatura política de Evo Morales, no solamente en esa eventual campaña. La jefa del Senado, Eva Copa, dirigente del MAS, señaló que las campañas se dirigen en el territorio del país, no desde afuera, y que los candidatos deben ser ungidos “por las bases”. Este telegrama de despido anticipa una quiebra del MAS y la admisión, cuando no el propósito, de que iría dividido a las elecciones siempre eventuales.

Esta crisis, que tiene apariencia de súbita, clarifica más la dinámica del golpe militar en Bolivia. Evo Morales habría intentado su cuarta reelección sin el apoyo de una parte importante del aparato partidario, sino incluso de la mayoría, que quedó expectante a ver de qué lado se ponía el sol. Una crisis de este alcance no podía pasar inadvertida a los servicios de inteligencia, como lo probaría luego la complicidad de las bancadas del MAS, en el Senado y Diputados, con la consagración de la “presidencia interina”, la racista Jeanine Áñez, y más adelante con el acuerdo que permitió recomponer la Corte Electoral que debería supervisar los comicios en veremos.

La complicidad se convierte en estratégica cuando acompaña decisiones de otro alcance, como el reconocimiento de Guaidó, en Venezuela, que Trump reclama a todo el mundo airadamente. En definitiva, el ‘interinato’ golpista está dando lugar a un reestructuración política, cuyo eje pasa por la crisis del MAS y con la colaboración descarada con una ‘transición’ que no oficializa sus verdaderos términos. El ‘interinato’ no ha dado ninguna señal de haber renunciado al continuismo. Durante la cadena de acciones golpistas que remataron en el derrocamiento de Evo, varias organizaciones periféricas del MAS, como la dirección de la Central Obrera Boliviana o algunas campesinas en Chuquisaca y Potosí, se habían adelantado en el reclamo, precisamente, de esa renuncia. Diríamos que había en marcha un golpe en el MAS, dentro del golpe facho-militar. Lo mismo ocurrió con el jefe del Ejército, que se daba adscripto al gobierno, y que fue desplazado luego de que encabezara el golpe.

Los acontecimientos políticos de estas últimas semanas han sido muy instructivos para disecar algo más la estructura y dinámica del golpe: el desarrollo de un desmoronamiento interno del gobierno masista, por un lado, que sería explotado para poner a Bolivia en el campo del imperialismo yanqui. Desnuda el propósito de otra reelección de Morales como un operativo al servicio del aparato, que algunos disfrazan con un supuesto fracaso de Morales para ‘construir un nuevo liderazgo’ o ‘un relevo generacional’. La capitulación de Evo Morales y el MAS ante el golpe militar, encuentra su explicación última en el agotamiento del llamado planteo indigenista; la resistencia se concentró desde abajo, en El Alto y algunas regiones campesinas. El indigenismo, elaboró el vice García Linera, tiene como pilar la asociación del Estado y los pulpos mineros y petroleros en el reparto de la renta del suelo (o subsuelo). Adicionalmente, las constructoras, como Odebrecht, cuyo intento de unir por ruta Atlántico con Pacífico, fue frustrado por la resistencia indígena y ambientalista. Para extender la frontera de la soja, Morales ocupó la trinchera de los incendios de la Chuitanía, en Oriente, con el sojero integralista, Camacho.

Mientras no claudica en su compromiso de llamar a elecciones, el gobierno golpista acentúa en los hechos la intención continuista del golpe. Por de pronto, numerosos dirigentes del MAS se encuentra refugiados en embajadas o en la clandestinidad, bajo la acusación de “acciones terroristas”, en referencia a la resistencia al golpe. El cargo cae también sobre Evo Morales: o sea que las elecciones serán proscriptivas, e incluso podrían afectar a candidatos eventuales. Por otro lado, el gobierno ultra-minoritario acentúa su acción intimidatoria funcional al establecimiento de un estado policial. La negativa a permitir la salida del país de personas que han buscado refugio, ha derivado en una expulsión de embajadores de México y España y la utilización de una crisis internacional con fines de represión interna. La siembra de ilusiones en elecciones eventuales (“Vamos a ganar”, “En todas las encuestas vamos primero” - Evo Morales, La Nación, 30.12), ha dejado de ser una estupidez, para convertirse en un nuevo crimen político. Constituye una aceptación incondicional de las arbitrariedades, manipulaciones, proscripciones y fraudes de los fascistas.

La primera palabra de orden de cualquier política socialista, en estas condiciones, es, sin duda, Fuera el gobierno golpista. La sugerencia de que esta consigna podría ser ‘funcional al MAS’, en este caso no llega a ser un crimen, es peor, una estupidez. La lucha contra un estado policial es, al mismo tiempo que una obligación, el punto de partida siempre de toda diferenciación política, empezando con el golpismo y el fascismo. El segundo aspecto es acompañar Fuera el gobierno golpista con la reivindicación de una Constituyente Soberana, es decir la disolución de los poderes actuales del Estado.

La confusión y la desorganización de las masas que parece haber en la actualidad, constituye sin duda el apoyo del golpismo para organizar elecciones fraudulentas, pero este refuerza la necesidad de plantear Fuera el gobierno golpista, Constituyente Soberana, Gobierno Obrero y Campesino, porque las fantasías triunfalistas de Evo Morales son el principal factor de desorientación – incluso acentuarán la división del MAS. Cualquier participación en unas elecciones eventuales y fraudulentas, para ser usadas como medio de agitación política y organización, debe partir de su denuncia, de la denuncia del estado policial, del golpe y del gobierno.

Para denunciar la incapacidad de Evo Morales, el MAS y el indigenismo para hacer frente al golpe, al estado policial, a la crisis política y a una profundización de los ataques contra las masas, solamente puede arrancar de una agitación contra el gobierno golpista y el estado policial.

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