La defensa del medio ambiente en la agenda socialista

Escribe Agustín Fernández

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Con solo revisar las noticias de las últimas semanas, todos los medios de comunicación e informes de especialistas en la materia coinciden en que el aumento indiscriminado y voraz de las quemas e incendios en todo el territorio nacional pueden alcanzar un punto de no retorno.

Al desplome económico y la profundización de la pandemia, se le suma esta agravante. En por lo menos 14 provincias aún persisten los siniestros, conllevando pérdidas irreparables. Tan solo entre San Luis, Tucumán, Salta y La Rioja se han quemado 180.000 hectáreas y aún podría extenderse por la combinación de ciertos factores, como la bajantes de los ríos, altas temperaturas, humedad disminuida, entre otras, que se entremezclan con la “actividad humana” que deliberadamente reproduce estos focos para el fomento y la extensión de territorios destinados a la explotación agroganadera ya que el fuego reviste la modalidad más rentable para cualquier capitalista para reiniciar los ciclos de la cosecha y del engorde de ganado, por un lado, y delimitar los límites para la construcción de emprendimientos inmobiliarios, por el otro. El concejo municipal de la ciudad de Victoria, Entre Ríos -que en lo que va del año acumula 200.000 hectáreas arrasadas-, lindante con Rosario, tiene ingresado un proyecto de especulación inmobiliaria sobre las islas que componen ese ecosistema aunque “frenado” por las crecientes movilizaciones en su contra.

Las asambleas en defensa de los humedales exigen el inmediato cese de las quemas desde el inicio de la cuarentena. No han cesado de intervenir y movilizarse, un movimiento crítico de las penurias que genera el capital y las consecuencias sobre la vida humana y animal generadas, donde se ha apuntado a la cabeza de los responsables políticos de esta masacre: el gobierno nacional de Alberto Fernández y el ministro Cabandié, junto a los pares provinciales de las provincias más afectadas - Perotti, Bordet y Schiaretti, por citar algunos. Es decir que la lucha por un medio ambiente sano apto para el desarrollo humano choca con un régimen en descomposición. Estos estados tienen legisladas y reglamentadas, en todos los niveles, leyes que “garantizan” la protección del patrimonio natural, pero sucumben ante el afán despiadado de los pooles de siempre y los socios de la Sociedad Rural por maximizar sus beneficios. Se contentan con condenar a mandatarios de estos que han efectuado las quemas sin investigar el fondo del asunto y los verdaderos responsables intelectuales de estos ataques. La baja de las retenciones, resuelta ya por el ministro Guzman, no resuelve la faltante de divisas que necesita “repatriar” pero lo que si alienta es a una mayor deforestación.

En síntesis, esta lucha cobra un carácter eminentemente político. Surge necesariamente la necesidad de articular con los diversos sectores en lucha. Las luchas de los explotados, aunque por el momento parcialmente, en todo el país se encuentra librando por sus reivindicaciones. La unificación de estas debe ser aunada en un congreso nacional de trabajadores que discuta un programa de conjunto, que debe partir desde el cese inmediato de las quemas, profundizando las luchas con cortes de ruta, movilizaciones y campañas políticas, exponiendo la contradicción insuperable del capitalismo como régimen social y el desarrollo humano en armonía con la naturaleza.

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